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Planeta

7 de Enero de 2013

Dato veraniego: Las dietas más jugosas de la historia

Vía Sopitas Por salud y para no vernos tan dados al traste, llegó el momento de bajarle a las fritangas de la esquina, a los taquitos de mala muerte, a los pomos en las reuniones y demás delicias culinarias. Pero tampoco hagamos dramas, no somos los primeros en tener que aminorar la tragazón, de hecho, […]

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Vía Sopitas

Por salud y para no vernos tan dados al traste, llegó el momento de bajarle a las fritangas de la esquina, a los taquitos de mala muerte, a los pomos en las reuniones y demás delicias culinarias. Pero tampoco hagamos dramas, no somos los primeros en tener que aminorar la tragazón, de hecho, esto de ponerse a dieta es una práctica llevada a cabo desde hace siglos por distintas culturas. Los primeros en realizar regímenes alimenticios por cuestiones de salud y forma física fueron los griegos y romanos.

Como consuelo, y para que dejes de mirar con rencor las hojas de lechuga y el insípido pescado asado que comerás en los próximos días, te presentamos un breve recuento de cuáles han sido las dietas más raras de la historia. Y quién sabe, en una de ésas hasta terminas siguiéndolas.

Dieta de masticar y escupir

Resulta que a principios del siglo XX, un estadounidense de nombre Horace Fletcher pensó que la manera más efectiva de perder peso era masticar y escupir de forma abundante. Según él, había que masticar muy bien la comida para extraer todo lo nutritivo, y ya después, se escupía el resto de materia fibrosa que quedaba en la boca.

Esto era muy tardado, ya que por ejemplo, una cebolla debía masticarse unas 700 veces.

Una de las ventajas era que debido a la poca cantidad de alimento que se consumía, las personas que seguían esta dieta sólo defecaban una vez cada quince días. El excremento casi no tenia olor. El propio Fletcher describió el aroma de los desechos fecales, como el de “galletas calientes”.

Algunos seguidores de esta dieta fueron Henry James y Franz Kafka.

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Dieta de la lombriz solitaria

Se popularizó por ahí de 1900. Consistía en ingerir huevos de lombriz solitaria (casi siempre en presentación de píldoras). La teoría dice que al llegar a la madurez en los intestinos, estas lombrices absorberían la comida, causando diarrea, vómitos y por lo consiguiente, pérdida de peso.

Después, al alcanzar el peso deseado, uno debía deshacerse de las lombrices tomando una pastilla anti parásitos, lo cual a veces provocaba complicaciones rectales y fuertes dolores abdominales.

Aunque estos parásitos pueden medir 9 metros, y ocasionar problemas de vista, demencia, epilepsia y meningitis, esta dieta tuvo mucho éxito. Se decía que la cantante de ópera María Callas comía de estos parásitos.

Dieta de Arsénico

En el siglo XIX ya había “productos milagro”, los cuales prometían perder peso de forma rápida, pero que estaban hechos con ingredientes nocivos para la salud, entre ellos el arsénico. Lo malo era que los consumidores pensaban que, entre más dosis tomaran, mejores resultados tendrían. El resultado: hubo varios envenenados de arsénico.

Como los vendedores y fabricantes no anunciaban que uno de los componentes de estos remedios era arsénico, la gente nunca se enteraba de lo que realmente tomaban.

Dieta del Vinagre

Iniciaba el siglo XIX cuando el poeta Lord Byron popularizó una dieta cuyo principal elemento era el consumo de vinagre. Para acompañarlo, comía papas mojadas en la misma sustancia.

Se supone que bebiendo vinagre a diario, el cuerpo se purga y queda limpio. Los efectos secundarios de esta dieta eran vómito y diarrea.

Debido a la popularidad de Byron, varios jóvenes de esa época comenzaron a seguir la misma dieta. Los románticos de entonces sólo ingerían vinagre y arroz, pues pensaban que así obtendrían un aspecto pálido y delgado como el del poeta, que tan de moda estaba en ese entonces.

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Dieta del Caucho

Dice la Historia que, a mitad del siglo XIX, Charles Goodyear mejoró el caucho gracias al proceso de la vulcanización. Después, la llegada de la Revolución Industrial y su producción en masa, provocó que el uso del caucho se popularizada.

Entonces, alguien tuvo la ocurrencia de crear corsés y bragas echas de goma. La teoría era que el caucho presionaría la grasa, y además, causaría sudoración y pérdida de peso. Estos accesorios eran fabricados tanto para hombres como para mujeres, y muchas veces deterioraban la piel y la volvían vulnerable a las infecciones.

Esta moda terminó cuando la industria militar incrementó el uso del caucho debido al inicio de la Primera Guerra Mundial.

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