Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar

LA CARNE

20 de Enero de 2013

Diez chicas Tarantino

Vía hoycinema.com Si Dalí tuvo a Gala, Quentin tiene a Uma. Es su debilidad, su amor platónico, su fetiche obsesivo, su objeto de deseo. Oscuro, mayormente, al menos en Pulp Fiction (1994), donde la peinó de faraona pin-up y la lanzó a una pista de baile a menear sus divinos huesos con el fondón Tony […]

Por



Vía hoycinema.com
Si Dalí tuvo a Gala, Quentin tiene a Uma. Es su debilidad, su amor platónico, su fetiche obsesivo, su objeto de deseo. Oscuro, mayormente, al menos en Pulp Fiction (1994), donde la peinó de faraona pin-up y la lanzó a una pista de baile a menear sus divinos huesos con el fondón Tony Manero. Pura fascinación neo-noir.


Aunque, gracias a su padrino Weinstein, Hollywood le aceptase como miembro plenipotenciario de sangre azul, en realidad por las venas de Tarantino siempre ha corrido sangre negra (en el buen sentido). Solo así se explica un homenaje tan sinfónico al esquinazo blaxploitation del cine de los 70 como el que bordó en Jackie Brown (1997), con una Pam Grier leonina y sufriente pero convertida en la reina de la manada a base de pisotones en la alfombra roja funky. Qué tiempos los de Cleopatra Jones…


No todo era apoteosis de la negritud en Jackie Brown. Entre tanto afroamericano (¿o aún Spike Lee no había inventado el eufemismo de salón?), sobresalía una gacela rubia bruñida con baño de oro y con garras de boutique china. Bridget Fonda era la roller girl que removía la ensalada de tiros de De Niro y Samuel L. Jackson. Porque, para fresca como una lechuga, ella.


De un salto nos plantamos en el siglo XXI, que para Tarantino empezó de la mejor manera: ensimismándose con el dedo gordo del estratosférico pie de Uma Thurman en Kill Bill Volumen 1 (2003). Irresistible para un fetichista de pro como él, que la vistió a su antojo -de amarillo limón bruceleeniano y de cuero apretadísimo- en un díptico que acumula más homenajes a la serie B por centímetro cuadrado que casi toda la filmoteca en masa del séptimo arte.


Un tipo como Tarantino, con una versión comercial tan afilada como su mentón, no podía dejar de lado a la comunidad oriental, por lo que plagó la samurái Kill Bill de personajes con ojos rasgados, casi siempre femeninos y que no siempre salen bien parados (que se lo digan a Lucy Liu). Entre toda la nómina sobresale Gogo Yubari, la clase de persona que no querrías ver aparecer por la consulta de un dentista, ni siquiera en la sala de espera. Chiaki Kuriyama, también armada y peligrosa en Battle Royale) le da vida con ojos taladradores y cierta cara de asco.


Hablando de fetiches, ¿qué nos dicen de éste? Enfermera, rubiales, desafiante, con incierta inyección y morboso parche suizo. Toda una tentación a la que no se resistió Tarantino (hace bien, que por algo es el director) en ese panteón de damas ilustres y tóxicas que fue Kill Bill. Daryl Hannah demostró su buen ojo para aceptar personajes de riesgo, aunque al final acabara a ciegas en la larga noche de los bastones blancos. O así.


La tanteó a gusto en Sin City, aquella delirante viñeta neoexpresionista rodada a pachas con su compadre Robert Rodríguez. Pero fue en Death Proof (2007) donde Tarantino pisó a fondo el acelerador de Rosario Dawson, una actriz de motor regado con nitroglicerina. No hay más que ver el gesto de chulería manifiesta que gasta la muchacha, Oro puro. Y, cómo no, también se recreó con su bello y encallecido pie. Menudo es el amigo Quentin.


Llegamos a Malditos bastardos (2009), polvorín caza-nazi donde, por exigencias del guión, las pieles oscuras y melenas azabache tenían poco futuro (lo sentimos, Spike). Pero, a falta de mulatas, buenas son arias (no las de Puccini precisamente). Por ejemplo, Diane Kruger, tan rubia y salomónica como la protagonista de la última novela de Vicent, a la que reverenciarían en la Alemania de los años 30, o en la Mongolia de los 80. Porque esa belleza y esa planta no atiende de épocas ni latitudes. Naturalmente, Tarantino también le dedicó una escena fetichista. Ja.


Con más cara de niña buena, aunque también con la pistola reglamentaria, Mélanie Laurent ejerció de fenomenal justiciera cinéfila en Malditos bastardos. La parisina, a la que descubrimos en El concierto, saca petróleo de un papel femenino genuinamente tarantiniano, lleno de matices y malicias. Una Juana de Arco implacable a la que querríamos ver enfrentada, en duelo estilo libre al amanecer, a La Novia de Kill Bill. Por soñar, que no quede…


Cerramos la sección femenina con la última incorporación de Tarantino a su “harén”: la guapa Kerry Washington, macguffin esclavo de Django desencadenado, y que después de centrarse en la teleserie Scandal, por fin ha encontrado en la pantalla grande un nuevo vehículo apropiado para el lucimiento de sus numerosas armas de mujer (las charlotadas de Eddie Murphy, Chris Rock y similares no cuentan,) tras intervenir en Ray o El último rey de Escocia. Y es que esa mirada de laguna negra casi obliga al espectador a enfundarse gafas de sol en la sala, aunque no esté en una proyección 3-D. ¿Cuál será la próxima “chica Tarantino” de rompe y rasga de la colección? Hagan sus apuestas, por ejemplo en Twitter, que para eso está…

Notas relacionadas

Deja tu comentario