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Opinión

12 de Febrero de 2013

El Vaticano lejos del amor

El Vaticano trata asuntos que muchas veces se ven tan distantes que pareciera que son problemas de otros mundos. El Vaticano, preocupado del derecho canónico, se encuentra tan distante del hambre, de la injusticia, de la desigualdad social y de la mala educación. Hoy el Vaticano es una figura que tiene más una carga simbólica que otra cosa en el mundo de la Iglesia.

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Por Pedro Pablo Achondo*.


La renuncia de Benedicto XVI ha significado una sorpresa inmensa. La renuncia de un Papa es algo que mucha gente nunca ha llegado a escuchar en su vida. Más allá de las razones esgrimidas por Benedicto XVI, relacionadas con su fuerza y estado de salud, esta renuncia goza de un valor simbólico. Que el Papa, el obispo de Roma, decida que al llegar a tal edad no es capaz de seguir a cargo del Vaticano, y sea el primero en decir “en este punto no sigo”, abre las puertas a una persona quizá más joven, quizá más capaz de conducir una iglesia que tiene la intención de renovarse. Es un recambio que tiene que venir de alguna forma.

Pese al pasado hitleriano que ensombrecía a Benedicto XVI, Joseph Ratzinger fue un Papa que hizo un aporte teológico muy profundo, distinto del legado de Juan Pablo II. Además supo ordenar el tema de la pedofilia y los abusos sexuales dentro de la iglesia, acusando recibo de los crímenes de los sacerdotes que oscurecen su legado. También tuvo gestos de aproximación a otras religiones, volvió a poner temas en la mesa como la justicia, la opción por los pobres. Benedicto XVI fue alguien que tuvo una línea teológica más cercana a la justicia social y a la desigualdad que otros miembros de la Iglesia.

La iglesia de hoy ha demostrado también una intención de acercarse más a la gente. El Twitter del Papa puede parecer una cosa muy superficial, pero demuestra una intuición de ir a meterse en el mundo de las comunicaciones digitales, de ir donde está la gente. Ese es el tema, ¿dónde está la gente hoy?

Ahora, pese a todo lo bueno que se le pueda reconocer a este Papa, hay que decir que la Iglesia Católica es un gran elefante que camina muy lento. Con todos los avances, existen temas que no se trataron, como por ejemplo el rol de la mujer y su presencia en los cargos jerárquicos de la Iglesia. La horizontalidad, la colegialidad, el dejar de lado los aspectos monárquicos de la Iglesia. Pero hoy es hora de replantearse todo, desde los ropajes hasta los ritos.

Para quienes trabajamos con la gente, los temas están actualizados, pero hay asuntos que, siendo importantes para el Vaticano, a nosotros nos parecen muy lejanos. El derecho canónico, una de las grandes preocupaciones de Roma, suenan desde las poblaciones a problemas de otro mundo. El Vaticano aún se encuentra distante del hambre, de la injusticia, de la desigualdad social y de la mala educación. Desde el Vaticano, por ejemplo, dirán que se mantienen firmes en su negación a los métodos anticonceptivos. Pero ¿qué es lo que pasa en el área chica? ¿Qué es lo que pasa en cada casa, en cada población? En los temas de lo cotidiano, uno está mucho más cerca. Y la lejanía del Vaticano hace que pierda un poco de poder, incluso un poco de influencia. Por eso es que hoy el Vaticano es una figura que tiene mayor carga simbólica que otra cosa en el mundo de la Iglesia.

No hay manera de saber quién será el nuevo Papa, pero un Papa tiene la capacidad de acercar estos temas a Roma. Sólo basta con dialogarlos. Hay muchos asuntos donde falta una reflexión teológica donde afirmarse, desde la cual podamos responderle a la gente qué piensa la Iglesia sobre la ciencia, los avances de la física. La evolución. Pero todas esas posturas deben asumirse a través de la teología, y a eso es a lo que hoy le falta carne. Si la Iglesia mantiene su discurso anacrónico, ese discurso jamás llegará a las personas.

Para eso, lo que me parece más importante no sólo para el nuevo Papa, sino que para los obispos de Latinoamérica, es que se regrese a Jesús. Que se vuelva al Jesús del evangelio. El hombre sencillo que acogía a las prostitutas, que comía con los pobres, que amaba sin prejuicios. El profeta que se paraba duro contra las injusticias y la hipocresía. Y eso hay que decirlo, porque es la punta de todo. Todo cambia, menos el evangelio. Ahí está la fuente y hay que volver a ella.

*Sacerdote de los SS.CC de la parroquia San Pedro y San Pablo de La Granja.

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