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Nacional

14 de Febrero de 2013

El regreso de los frentistas

Habían estado separados durante años; son parte del núcleo que en los ochenta formó el Frente Patriótico Manuel Rodríguez y ahora se unieron para aportar pruebas que exculpen a Enrique Villanueva, el único procesado en el caso Guzmán, y para desmentir a Mauricio Hernández Norambuena. El Frente, dicen, no es de nadie.

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Hasta comienzos de los noventa, “Bernardo”, “Mariela Vargas” y Vasily Carrillo fueron los voceros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. “Bernardo” y “Mariela Vargas” aparecieron en febrero de 1990, tras la elección de la Dirección Nacional. “Mariela Vargas” tenía historia en el FPMR: hasta ese año, era ella la que convocaba las conferencias de prensa; Carrillo, era un rostro de la organización que hablaba desde la cárcel.

Pero hace años que los tres dejaron de hablar por el Frente. Los tres fueron protagonistas del desplome de la organización y si hoy abren la boca es porque los convoca el caso de Eduardo Villanueva Molina, el Comandante “Eduardo”, el único preso en Chile por el asesinato de Jaime Guzmán, y que entró a ese proceso luego que Mauricio Hernández Norambuena, “Ramiro”, lo implicara en la decisión de matar a Guzmán y de paso lo acusara de ser agente de La Oficina de Seguridad del gobierno de Aylwin. Los tres hablan, cada uno a su manera. Vasily, como siempre: a rostro descubierto porque pocos en Chile no saben quién es él. Bernardo, por ahora solo con su chapa. Y Mariela Vargas con su nombre real: Patricia Araya, quien además es la esposa de Villanueva desde hace más de veinte años.

“La investigación que hicieron se basó, casi calcado, en lo que dice el ex comisario Jorge Barraza en su libro, y él dice que Mariela Vargas era Marie Emmanuelle Verhoeven, y eso no es cierto”, explica Araya.

Araya cita el libro de Barraza, “Tributo a nuestra patria”. En él, explica, se menciona que la Verhoeven –la principal fuente del ex comisario de Investigaciones en las pesquisas contra el FPMR- habría conocido a la cúpula frentista en la guerra de Nicaragua. “Pero está su currículum al final del mismo libro, y dice que ella en esos años estudiaba en Francia. Además, no sé cómo ningún periodista ha dicho que ella tenía acento francés”. Agrega:

-La PDI ha tomado como verdad absoluta tesis hechas por personas desprestigiadas. Hay un informe de Carabineros, del OS 7, que entrevista a 18 personas y dice que aunque Verhoeven plantea ideas de izquierda, no hay antecedentes que aseguren que perteneció al Frente, a excepción de lo que afirma Jorge Barraza.

Villanueva entró al proceso de Guzmán en 1997, luego que Lorena Astorga -por entonces vocera del Frente y pareja de Hernández Norambuena- lo echara al ruedo. Por eso, para los frentistas entrevistados por The Clinic en todo esto hay saña. “Hay mucho de personal en esto –cuentan-. Si alguien lideraba una visión distinta a Ramiro en el Frente, era Enrique, y por eso apenas él se va del FPMR, Ramiro empieza con que es un traidor. Es más fácil culpar a alguien de traidor que plantearle una discusión política”, exponen. La única participación de Villanueva, aseguran los ex frentistas, es haber dado una entrevista en México, por encargo de Salvador, para sostener que el FPMR no estaba tras el atentado a Guzmán.

Tobalaba

Villanueva regresó al proceso por el crimen de Guzmán de la mano de Ramiro, otra vez. En la entrevista que Hernández dio en Brasil a Chilevisión el 2010, lo sindicó como una de los miembros de la cúpula del FPMR que decidieron el asesinato del senador UDI, en abril del 91.

Los antiguos voceros niegan eso. Dicen que para ese entonces Villanueva ya no participaba de la Dirección Nacional. Bernardo cuenta que la salida de Villanueva la ejecutó él mismo en agosto de 1989, por encargo de Galvarino Apablaza, “Salvador”, el jefe del Frente. Ocurrió, explica, tras la muerte de Roberto Nordenflycht en un fallido ataque al aeródromo de Tobalaba. En la fecha del atentado, Villanueva era el jefe del FPMR, porque Salvador y el resto de los comandantes se encontraban en Nicaragua, invitados para celebrar los diez años del triunfo sandinista. Nordenflycht, hijastro de Volodia Teitelboim, era de los comandantes fundadores y su muerte a muchos les pareció absurda.

“El Frente me ordenó hablar con Enrique y sacarlo de la responsabilidad que tenía y que se fuera a una casa mientras duraba el esclarecimiento de lo que había pasado”, explica Bernardo.
En la práctica, fue un sumario. La investigación terminó en febrero de 1990 y concluyó con la responsabilidad política de Villanueva en la muerte de Nordenflycht, por “haber permitido que esa operación se realizara”.

La muerte de Nordenflycht se dio cuando partía la discusión en el FPMR, tras la muerte de Raúl Pellegrin, Rodrigo, su máximo líder en Los Queñes el año anterior. El triunfo del NO había abierto una brecha entre los aparatistas –los partidarios de continuar las acciones armadas- y quienes querían convertir al Frente en una organización política.
Villanueva, que estaba en el último grupo, fue sobrepasado por Nordenflycht en el asunto de Tobalaba. Eso se estableció en el sumario que lo dejó fuera de la Dirección Nacional.

-Lo que sucedió es que Enrique Villanueva, siendo jefe del FPMR provisoriamente, no tuvo la capacidad de parar una acción que no autorizó. Si la hubiese autorizado, la responsabilidad hubiese sido mayor. La suya era una responsabilidad política –dice Vasily Carrillo.

Cuándo se separó a Villanueva de la Dirección Nacional debiera ser uno de los puntos esenciales de la investigación que lleva el ministro Mario Carroza, que mantiene a Villanueva procesado y a la espera de una resolución que podría condenarlo a cadena perpetua.

Según los voceros, la sanción sobre Villanueva coincidió con una votación y simplemente él quedó fuera de la Dirección Nacional.

Patricia Araya explica:

-Fue en febrero de 1990. Pero en la práctica, Enrique salió de la Dirección cuando lo sacaron del cargo y nunca más volvió. Pero continuó colaborando políticamente en la discusión.
De a poco, explica Araya, Villanueva empezó a irse del FPMR. Los dos se dedicaron a la familia; tuvieron una hija. A Bernardo le pasó lo mismo. Vasily Carillo, preso y rostro del FPMR, se demoró más. Ninguno estaba para continuar en una organización que se debatía en una pelea intestina y en la que los aparatistas discutían con hechos.

Salvador y Ramiro

En marzo del 90, el atentado contra Gustavo Leigh, ex integrante de la junta militar, ahondó esa diferencia entre los frentistas.

No sólo esa acción. Vasily Carrillo recuerda la bomba en el bate de beisbol en el Estadio Nacional y otra en un restaurante con marines norteamericanos:

-Todas esas acciones son decisiones unilaterales, arbitrarias, de un grupo en función de balancear a su favor la discusión. Lo que buscaban era que quienes sosteníamos otra posición termináramos yéndonos, que al final pasó.

Carrillo dice que era crítico de esas acciones desde la cárcel. Además, poco se entendía hacia dónde iba el Frente.

-A principios de los noventa me llegó una carta de Salvador en que decía que todo el accionar estaba parado en función de la discusión interna. Y por eso cuando se produce el atentado a Guzmán, declaró que el Frente no había sido, porque esa era la indicación que tenía.

Cuenta Carrillo que en 1991, cuando salió de la cárcel, discutió con miembros de la Dirección Nacional. “Yo les decía, ‘díganme qué ganó el Frente con la muerte de Guzmán’ y la respuesta fue: esa fue una arrancada de tarros de un grupo de compañeros”.

-Era difícil mantener la capacidad de continuar cuando veías que se venían estos golpes de timón, que no permitían la estabilidad porque ponían en crisis la seguridad. Se quebraron las confianzas –apuntala Bernardo.

Salvador, dicen los exfrentistas, estaba en un brete. “Por una parte tenía un grupo significativo de cuadros que habían venido históricamente con él desde Nicaragua. Y había otro grupo, el de Ramiro, que tenía otra visión. Salvador tenía que tratar de conseguir que no nos desmembráramos, tratar de mantener algo en función de una democracia interna”, cuenta Patricia Araya.

Los atentados de Ramiro minaron las confianzas. Bernardo sostiene que él, cuando se retiró, discutió con Salvador. “Fue triste. Me dijo que caía en contradicciones y que no entendía el contexto del Frente. Le dije que no. Incluso siempre planteé que las banderas del Frente fueron enterradas en Tinguiririca, en Los Queñes. Creo que deberíamos haber cambiado esa concepción”, relata.

-Para Salvador era duro como jefe. Tenía elementos positivos, como buscar la unidad, que se profundizara la democracia interna. Pero tuvo falta de fortaleza, porque había que golpear la mesa y tomar decisiones contra quienes estaban dando estos golpes de timón. Nosotros mismos debimos haber sido más claros y haber aislado eso –dice Carrillo.

Una cosa que ha golpeado fuerte es cómo se rompen las lealtades. La delación no se había visto en el FPMR.

-El mundo ha cambiado. Todos podemos tener legítimas diferencias pero lo que uno no puede transar son valores y principios. Y entre esos valores están las lealtades. Igual que Bernardo, con Salvador tuvimos grandes discusiones políticas. Pero cuando cayó preso en Argentina, fui el primero en ir a verlo; cuando cayó Ramiro, fui el primero en salir en los medios, no justificando, pero por lo menos no permitiendo que lo transformaran en un delincuente común. Este es el contexto que marcó la relación de Enrique Villanueva con este proceso. Esto el ministro Mario Carroza lo sabe: Enrique no participaba en La Oficina y tampoco era miembro de la Dirección Nacional al momento de la muerte de Guzmán. Se puede demostrar. Pero la UDI pretende terminar el gobierno de Piñera con el tema de Guzmán “resuelto” a partir del encarcelamiento de la única persona que tienen a mano.

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