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Música

4 de Marzo de 2013

David Bowie es …

Crónica de Calle 20 … el miedo al pasajero negro El hombre se acostó sobre las vías, glaciales por el frío severo de la mañana de enero de 1985 en el sur de Londres, y apoyó la cabeza como si el riel fuese la mejor almohada. Segundos después le pasaron por encima diez vagones de […]

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Crónica de Calle 20

… el miedo al pasajero negro

El hombre se acostó sobre las vías, glaciales por el frío severo de la mañana de enero de 1985 en el sur de Londres, y apoyó la cabeza como si el riel fuese la mejor almohada. Segundos después le pasaron por encima diez vagones de un tren expreso colmado de oficinistas. Iban de camino hacia la forma de muerte lenta que llamamos jornada laboral.

El cadáver pertenecía a un paciente ingresado con diagnóstico de manía depresiva y esquizofrenia en un hospital psiquiátrico cercano. El día anterior había ejecutado los preparativos de la misma ceremonia suicida, pero se levantó del carril ferroviario cuando el tren ya estaba a la vista. «No puedo hacerlo. David vendrá a buscarme hoy y me llevará con él», dijo.

Se llamaba Terry Burns, tenía 47 años y era hermano por parte de madre de David Bowie. El músico, que ya era una estrella planetaria, no fue al oficio fúnebre. Envió rosas y una tarjeta que parecía escrita por un Nexus 6: «Viste cosas que nosotros solo podemos imaginar y todo se ha perdido como lágrimas en la lluvia. Dios te bendiga».

La fragmentación persistente de Bowie (un artista que pese a los 140 millones de discos vendidos sigue en estado de reinvención) es una respuesta contra la angustia al pasajero, al alien negro que nos habita. En su obra –un laberinto donde la víctima goza del extravío– hay al menos veinte canciones dedicadas a la locura, además de un disco completo, 1.Outside (1995), consagrado a explorar, como él mismo escribió, el «desconcierto de la sangre, nuestro enemigo».

Si la rama materna de tu linaje está poblada por ancestros saturnales y suicidas («somos una familia de mutilados emocionales»), tienes motivos justificados para el pánico. La carrera del músico, que el 8 de enero cumplió 66 años, puede entenderse como la terapia de colocarte al borde del acantilado para saber si deseas o no dar el salto.

… el habitante del museo

El Victoria & Albert (V&A) de Londres, el mayor museo del mundo dedicado a las artes aplicadas, inaugura el 23 de marzo David Bowie Is, una exposición que reconstruye el quebrado y cegador paisaje emocional de uno de los artistas más valientes y misteriosos de nuestra era. La muestra, en cartel hasta el 28 de julio, está montada con 300 objetos del archivo personal del músico, que nunca antes había permitido el acceso a su gabinete de curiosidades, posesiones y recuerdos.

Motivo suficiente para ir buscando un billete low cost a la capital del Reino Unido, David Bowie Is… muestra la afilada inteligencia de un creador intuitivo, un «regenerador» capaz de «adaptar y pulir» la música según el clima cambiante de las últimas cinco décadas, como señala en el catálogo el musicólogo Howard Goodall. Los curators Victoria Broackes y Geoffrey Marsh, que estuvieron seis semanas en Nueva York buceando en el archivo, añaden que Bowie ha «sintonizado el mainstream popular con la vanguardia sin comprometer su poder liberador y subversivo».

La exposición está montada con 300 objetos del archivo personal del músico, que nunca antes había permitido el acceso a su gabinete de curiosidades y recuerdos.

La muestra no aspira a la cronología. Al contrario, está conjugada en presente. «Queremos explorar el significado cultural de Bowie hoy –nos dice Broackes–. La amplitud de sus influencias lo convierte en un conducto hacia la cultura del siglo xx. Ha influido intensamente en moda y estilo, pero no es solo eso. Sus fuentes van del expresionismo alemán al surrealismo, el teatro de la crueldad, el cine, la literatura, la chanson francesa, la danza moderna…».

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