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Mundo

28 de Abril de 2013

La caída de los tiranos

De Benito Mussolini a Muamar Gadafi, varios dictadores murieron de la manera más cruel: a manos del pueblo al que habían sojuzgado, suicidándose o hundidos en la miseria.

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Vía ABC.es
Los seis dictadores
Es cierto que algunos dictadores han muerto plácidamente, y que sus cuerpos han sido enterrados con honores por el mismo pueblo al que habían sojuzgado. Pero también lo es que cada vez son menos los que aguantan sin que sus compatriotas los eliminen, hartos del terror con el que vivían diariamente, de la falta de libertad o del hambre. De Benito Mussolini a Muamar Gadafi, han sido varios los tiranos que han muerto de la manera más cruel: a manos del pueblo al que habían reprimido, suicidándose o hundidos en la miseria. Aquí contamos sus últimos días.

Benito Mussolini

Los partisanos italianos capturaron a Benito Mussolini cerca del lago de Como cuando el dictador pretendía alcanzar Suiza para, desde allí, volar a España. Junto con su amante, Clara Petacci, fue trasladado en un coche hasta el pueblo de Giulino di Mezzegra. Allí, el 28 de abril de 1945, el militante comunista Walter Audisio, más conocido como Coronel Valerio, leyó al «Duce» su sentencia de muerte -ordenada por el Comité de Liberación Nacional (CLN)- y a continuación le apuntó con su ametralladora. Como Petacci se interpuso entre el guerrillero y el dictador, recibió los primeros proyectiles. A continuación, el tirano fascista abrió su chaqueta y gritó «¡dispárame en el pecho!». Audisio lo hizo, y como tras la primera ráfaga el dictador seguía vivo, lo remató con un disparo más en el corazón.

Un día después, los cadáveres de la pareja fueron trasladados a Milán. En la plaza Loreto de la capital lombarda fueron golpeados y ultrajados por la muchedumbre de tal forma que el rostro del dictador fascista quedó completamente desfigurado. Casi no se le podía reconocer. Allí mismo fueron colgados boca abajo del techo de una gasolinera, en el mismo lugar en el que meses antes los fascistas habían colgado los cuerpos de 15 partisanos. Los milicianos enterraron en secreto el cuerpo de Mussolini en el Cementerio Mayor de Milán, más conocido como «de Musocco», pero posteriormente un grupo neofascista se hizo con los restos de su caudillo, que más adelante fueron devueltos a la familia del «Duce». El cuerpo del tirano descansa actualmente en una capilla en la villa de Predappio.

Adolf Hitler

La mayoría de expertos cree que el dictador nazi murió el 30 de abril de 1945 en el búnker de la Cancillería de Berlín junto a Eva Braun, con la que se acababa de casar. Adolf Hitler había decidido que los soviéticos no le cogerían vivo, de manera que se encerró con su esposa en su subterráneo despacho personal para allí poner fin a sus días. El «Führer» ingirió una pastilla de cianuro y se pegó un tiro en la cabeza. Braun iba a hacer otro tanto, pero el cianuro hizo efecto tan rápidamente que no le dio tiempo a coger la pistola.

Los secuaces de Hitler encontraron los cuerpos de la pareja recostados en el sofá que había en la estancia, frente a frente, con terribles muecas en sus rostros. Los sacaron envueltos en una alfombra al patio trasero de la Cancillería y allí, empleando centenares de litros de gasolina, los incineraron. El dictador alemán se había asegurado de que a su cadáver no le sucediese lo mismo que al de Mussolini.

Nicolae Ceaucescu

Por cada bala que recibió Nicolae Ceaucescu en el fusilamiento, otras diez atravesaron a su esposa Elena. Tal era el odio que sentía el pueblo rumano por la mujer del tirano comunista. El 21 de diciembre de 1989 el «Conducator» salió al balcón del edificio del Comité Central del Partido Comunista Rumano para dar otro más de sus soporíferos discursos. No esperaba la reacción de la masa allí reunida. Se suponía que el mitin iba a reforzar al régimen, pero terminó convirtiéndose en el comienzo de su fin.

Ante los gritos y pitidos contra la dictadura, el tirano y su esposa intentaron infructuosamente contener la situación. Elena mandaba callar a la masa, pero ya había estallado la revolución. Un día después, la pareja se vio obligada a huir del palacio presidencial en helicóptero y, tras ser abandonada por sus hombres, continuó la fuga en dos coches de otros tantos particulares. Al final fueron detenidos por la policía, que los entregó al ejército. El 25 de diciembre Nicolae y Elena Ceaucescu fueron condenados a muerte en un juicio exprés sui géneris. Antes de que su sentencia se cumpliese en el paredón, el dictador rumano se puso a cantar La Internacional. Después, sin que a las cámaras de televisión les diese tiempo a prepararse para recoger bien el momento, él y su esposa fueron fusilados.

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