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Opinión

2 de Mayo de 2013

Bárbara Figueroa, North Face y el estereotipo del dirigente sindical

Imagen: @eldesoto La altura de miras es una virtud indispensable en tiempos de baja política, en que abundan los charlatanes y moralistas al peo; y su uso no es privilegio ni de izquierda ni de derecha. El humor, disposición a la creación de genialidades, tampoco es propiedad de Leninliebers ni Friedmanliebers. Mezclar altura de miras […]

Richard Sandoval
Richard Sandoval
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Imagen: @eldesoto

La altura de miras es una virtud indispensable en tiempos de baja política, en que abundan los charlatanes y moralistas al peo; y su uso no es privilegio ni de izquierda ni de derecha. El humor, disposición a la creación de genialidades, tampoco es propiedad de Leninliebers ni Friedmanliebers. Mezclar altura de miras con humor es divino. Su efecto contrario es criminal. Eso hizo el público tuitero liberal en lo económico y conservador en lo moral durante la jornada de ayer, a propósito de las prendas que abrigaron a la presidenta de la CUT, Bárbara Figueroa.

¿Habrá algo más ahueonao y/o miserable que solicitar mal vestir a la izquierda? ¿Habrá algo más incoherente que exigir pobreza para profesar el término de la misma? Oh, cuánto daño le han hecho las redes sociales al Palta Meléndez que llevamos dentro.

El silogismo “-todo comunista con iphone es inconsecuente -Bárbara Figueroa es comunista = Bárbara Figueroa es inconsecuente” es una falacia digna del Doctor Dencil; de la misma forma que “no puedes opinar del golpe de Estado, porque no habías nacido pal 73”.

Pero hay algo más profundo en ese capricho seudoético de la juventud libremercadista: el desprecio, la discriminación y la caricaturización del dirigente sindical, visto por el sentido común del patronazgo como un personaje distinto y clasificable.

El daño irreparable causado por las ideas neoliberales del tan tuitero José Piñera Echeñique (creador mundial del sistema privado de pensiones) no sólo ha impactado el bolsillo de ancianos que mueren con $150 lucas mensuales; sino también en la cultura de ciertos trabajadores, que han devenido en apuntar con el dedo a los sindicatos y sus integrantes, tildándolos de “comunistas”, “problemáticos” y cualquier calificativo cercano a la oscuridad. Luchar por justicia es visto por muchos como molestia para el ascenso y la prosperidad.

En esa moral burguesa construida con una vista de caballo de carrera, el dirigente se convierte en el blanco perfecto de críticas estéticas antojadizas, que buscan reforzar el estereotipo sobre la base de inconsecuencias existentes sólo en sistemas de valores vacíos de contenidos.

Por último, ¿qué real valor de mercado tiene una parka en una sociedad de consumo donde los costos los define la especulación de un grupo de “inversionistas” y los vaivenes del dólar y el cobre? irrisorio. La ordinaria molestia facha no hace más que ratificar su ignorancia respecto a que el precio concreto de la vida sigue siendo la calidad del trabajo; el acceso a salud y educación; y una pensión digna. ¿Lo material? Las pelotas. O que lo desmientan los índices de importación de productos chinos, o en su defecto, el estado financiero de Patronato.

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