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Opinión

10 de Mayo de 2013

Luc Delannoy, filósofo y escritor belga: “Los gobiernos van a terminar excluyendo a todos sus ciudadanos”

Hace un par de semanas, Luc Delannoy estuvo en Chile presentando su libro sobre jazz latino “Convergencias” en la Universidad Alberto Hurtado. En esa pasada, el belga conversó con The Clinic sobre música, sus teorías sobre el “neuroarte” y el valor del humor en una sociedad temerosa.

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Por Juan Pablo Abalo

Hace diez años, Luc Delannoy comenzó a trabajar con Neuroarte, una propuesta transdisciplinaria que une la filosofía, psicología, ciencia empírica y arte.

-Las artes se separaron en algún momento, entonces, al trabajar sobre las partes neuronales del cerebro, podemos volver a establecer puentes sobre estas disciplinas.

Tomando como punto de partida la biología humana, Delannoy desarrolla propuestas preventivas de salud mental, “no como una transformación del humano en algo que no es, sino para favorecer el crecimiento de la subjetividad. Es una forma de humanismo biológico”, explica.

En su proyecto Neuroarte, Delannoy trabaja con un círculo de pensadores de varias disciplinas y países, desde donde surgen los fundamentos y está la puesta en práctica de los programas. A eso le suman el desarrollo de un programa académico.

¿Cómo lo ponen en práctica?

-Hemos desarrollado un programa de atención a adultos mayores que sufren demencia. Trabajamos desde una teoría de la percepción evitando las etiquetas (alzheimer, parkinson o demencia frontal), reconociendo una neuro diversidad del ser humano y trabajamos con su propia subjetividad en lugar de encasillarlos en terapias que dicen que perdió el contacto con la realidad y que habría que restablecerlo con medicamentos. Ellos no han perdido nada, tienen su propia realidad. Para nosotros no hay un contacto con una sola realidad: pensamos que es posible construir nuevas realidades. Hacemos teatro desde su subjetividad, con danza, obras de arte, talleres de flores. Los acompañamos en su vivencia. Nos hemos dado cuenta que hay un problema muy serio con los adultos mayores.

¿Por qué?

-Por un lado hay un crecimiento muy fuerte de la población de adultos mayores en el mundo entero. Dentro de poco habrá más adultos mayores que jóvenes, por eso estos adultos deben empoderarse, participar de la sociedad y no quedar excluidos. En México están abandonados. Como las mascotas que se abandonan en la carretera, sus familiares los abandonan, quedan viviendo en condiciones deplorables, y terminan siendo invisibles, marginados, excluidos incluso por los gobiernos. Los gobiernos van a terminar excluyendo a todos sus ciudadanos.

Van a quedar solo gobiernos y empresarios.

-Exactamente, y es increíble porque es como si no pensaran que ellos también van a ser adultos mayores.

En tu libro hablas de “Conciencia Musical” ¿A qué te refieres?

-Cuando era niño tenía un amigo con parálisis cerebral profunda y sus padres lo llevaban seguido a nuestra casa. Mientras yo estaba tocando el piano, me preguntaba ¿qué pasará con él?, ¿cómo escuchará música?, ¿será como los demás? Después falleció y siempre quedé con la inquietud de qué es lo que pasa con las personas que tienen trastornos neurológicos. Empecé a estudiar los sistemas nerviosos del cerebro y hacer un puente con las artes, principalmente la música.

¿En qué consiste ese puente?

-En buscar los sustratos o correlatos biológicos de los procesos creativos, tanto en el artista que crea como en el receptor. Tiene que ver con cómo el cerebro musicaliza los sonidos. La música y las artes tienen un impacto en la biología humana pues nacen de ella; salen del humano y regresan al humano. Si tienen un impacto en la biología humana pueden modificar el comportamiento del individuo y por consiguiente de la comunidad, de la sociedad. Ahí está la responsabilidad del artista, que modifica su biología y puede modificar la del resto.
Cambios que pueden ser para bien y para mal

-Claro, es lo que hacen las dictaduras. El nacional socialismo, por ejemplo, estetizó la política, se puso encima del arte para transformar a toda una sociedad en una “obra de arte”. El otro riesgo es el de la recuperación de las obras de artes por terceros. Verdi fue un revolucionario de izquierda, sin embargo su música la escuchaba la burguesía. Las obras de Wagner fueron recuperadas por los nazis. Es un asunto perverso ese.

África y el propio cuerpo

En “Convergencias”, Delannoy habla de una “conciencia estética”, es decir, tomar conciencia del propio cuerpo y su relación con lo que nos rodea.
¿Cómo es eso de tomar conciencia del propio cuerpo?

-Yo me inicié con la música clásica, pero a través de los viajes a África que hice desde niño, descubrí otra cultura radicalmente opuesta a la europea. Bruselas es en parte un país bastante conservador. África fue una llamada de atención muy fuerte, un mundo exuberante de colores, sonidos, movimiento, de otra temporalidad.

Descubriste otras músicas.

-Sí, no solo la africana, también la latinoamericana y caribeña, y me di cuenta de que uno se puede pensar de forma diferente: que uno tiene un cuerpo y que mi cuerpo estaba vivo. Con la música clásica todo era muy estricto y muy intelectual y no sientes tu cuerpo. Ahí me di cuenta de que había un intercambio entre la música y mi cuerpo y esto, para mí, es el valor más importante.

¿Y en el día a día, cómo se traduce esa conciencia de tu cuerpo?

-Es importante saber que tienes un cuerpo y que tú eres tu cuerpo, no tienes un cuerpo, eres tu cuerpo.
¿En la práctica, cómo se da esa diferencia?

-Yo no hago diferencia con el mundo, yo soy el mundo, yo soy el país, yo soy las instituciones.
¿Entonces te transformas en un agente de cambio protagónico?

-Exactamente. Es una forma de empoderarnos para responsabilizarnos frente a todo, para buscar una sociedad distinta. No podemos seguir culpando a las instituciones porque todos la somos.
¿Y qué pasa cuando chocas con el poder y su negación a los cambios? En Chile, el caso de la educación es elocuente.

-Es un proceso lento y vertiginoso, pero creo que si seguimos haciendo esta separación entre yo y el mundo, las cosas no van a cambiar. Los altos poderes dan pequeñas libertades para que sintamos que somos libres, cuando en verdad no lo somos, y este engaño va a seguir hasta que nos demos cuenta de que el agente de cambio somos nosotros. Yo doy clases en algunas universidades de México y Estados Unidos y todo está enfocado al empoderamiento de los estudiantes y veo ese cambio de chip, de paradigma. Es un cambio fundamental para no irnos en picada.
¿Cómo entra el arte en ese cambio?

-Yo no creo en la noción de salvación porque no creo en la noción de perdición. No creo que el arte salve o cure porque no estamos enfermos. El arte empodera y genera experiencias vivenciales que muestran que el ser humano sí puede cambiarse y cambiar el mundo en el cual vive, y es ahí donde pienso que los artistas tienen una responsabilidad social fundamental. El artista no es un divo, tiene que reflexionar sobre su papel en la sociedad en la que vive.
Y en relación con esa responsabilidad, ¿qué pasa hoy?

-No quiero entrar en discusiones políticas, pero pienso que los agentes del llamado ultra-liberalismo son muy inteligentes, personajes muy hábiles, muy manipuladores, que conocen bien su trabajo y que tienen tendencia a manipular todos los mundos artísticos para acallar a los artistas. Es una lucha compleja porque hay artistas que se dejan manipular. Todo el mundo quiere vivir bien, ser feliz y muchos artistas después de tantos años de sufrir, bajan la guardia.
¿Y qué piensas de todo un arte que se da y que no depende de estos grandes agentes, artes que se mueven por otras vías, otros lugares, más marginales?

-La verdad no veo que ahí se dé un cambio. Hay un pensador británico, Hakim Bey, que hablaba de la forma de hacer guerrilla a través del mundo virtual. No estoy haciendo un llamado a la violencia, pero el riesgo con estas tecnologías es entrar en un confort. Para que una información circule rápido tiene que ser de muy poca sustancia. Ahí necesitamos un recableo neuronal para entender cómo trabajar con estas tecnologías. Creo que hay que usarlas como una forma de empoderamiento y buscar nuevas expresiones artísticas, hacer de la expresión por medio de las redes sociales un arte nuevo.
Usar esa nueva relación que se da entre arte y público.

-Exactamente. Sin embargo, está el riesgo del aislamiento profundo. Uno piensa que tienes todo el derecho de hacer, decir lo que quieras en el instante que quieres pero desde tu casa o tu cama. Entonces tienes esta ilusión virtual del contacto con el otro. Yo sigo pensando que el contacto tiene que ser físico y que está bien navegar en las olas del internet, pero es necesario encontrarse físicamente con los otros. Muchas veces tenemos la tendencia de decir que estoy de acuerdo con la causa del cultivo del betabel en el desierto de Gobi y entonces “clic” y me siento bien.

La conocida revolución del clic.

-Es una forma de complicidad perversa que está favorecida por estas nuevas tecnologías y hace que nadie se haga responsable. Una forma de lavar y planchar tu alma.

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