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Cultura

27 de Mayo de 2013

Comunidad El Arca: El increíble hogar de los down

Fotos: Cristóbal Olivares desde Winnipeg, canada El fotógrafo Cristóbal Olivares llegó a la comunidad El Arca, en Winnipeg, Canadá, invitado por una amiga chilena que trabajaba como asistente en el lugar. “Ella me presentó a los integrantes de la casa y al cabo de un tiempo formamos una gran amistad”, cuenta Olivares, destacado colaborador de […]

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Fotos: Cristóbal Olivares desde Winnipeg, canada

El fotógrafo Cristóbal Olivares llegó a la comunidad El Arca, en Winnipeg, Canadá, invitado por una amiga chilena que trabajaba como asistente en el lugar. “Ella me presentó a los integrantes de la casa y al cabo de un tiempo formamos una gran amistad”, cuenta Olivares, destacado colaborador de nuestro pasquín.

El Arca, una residencia para discapacitados mentales es un proyecto que busca la integración social de personas con síndrome de down y otras deficiencias cognitivas. La iniciativa -que nació en Francia en el año 1963 y hoy tiene sedes en más de 40 países del mundo- llamó la atención de Olivares, quien decidió de inmediato registrar la vida cotidiana de sus habitantes. “Es un intento por corroborar lo normales y autosuficientes que pueden llegar a ser. Me impresionó el grado de orden y funcionalidad de la comunidad”, detalla el fotógrafo.

En su paso por la residencia, en febrero de 2011, Olivares captó imágenes asombrosas del desenvolvimiento de las 27 personas que viven en el hogar de Winnipeg, repartidos en seis casas y dos departamentos. “En cada casa viven aproximadamente 4 miembros y 6 asistentes que se preocupan de ayudarlos con sus dietas, transporte y medicamentos”, agrega. La mayoría de los residentes administra su propio dinero, viven en piezas individuales, tienen rutinas recreativas, como jugar bowling o salir a tomar café, y trabajan en las mañanas fuera del hogar.

Olivares sostiene que, aunque a veces actúan como niños, son personas extremadamente alegres e inteligentes, además de respetuosos y muy sociables. Lo más llamativo, asegura el fotógrafo, es que la conducta de los residentes, a diferencia de lo que sucede en otros países, “se inserta sin complejos en la ordenada sociedad canadiense”. “No hay espacio para la discriminación”, concluye.

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