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Nacional

17 de Junio de 2013

Amores explosivos: femicidios con dinamita en el norte de Chile

El femicidio del jueves pasado en Vallenar no es el primer atentado contra una mujer que involucra dinamita en la región de Atacama. Hace tres años, una joven madre quedó sin brazos en Tierra Amarilla luego que su ex pareja intentara matarla con un cinturón de explosivos. Casos que dejan al desnudo la realidad en el manejo de dinamita en zonas mineras y las horribles venganzas de los protagonistas de crímenes pasionales.

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Marisol Cuello Rabanal decidió terminar la relación de más de un año que tenía con el minero Ramón Barraza Arancibia, en abril del año pasado, tras recibir una feroz golpiza. Fueron sus propios hijos quienes fotografiaron a su madre herida y acudieron con ella a dejar una constancia en Carabineros. Barraza ya poseía una acusación por intento de homicidio en contra de Marisol y, tras la nueva denuncia, quedó con prohibición de acercarse a la mujer.

Marisol, pese a las amenazas de muerte en su contra, decidió cambiar de rumbo y comenzar a estudiar en el Centro de Educación Integrada de Adultos (C.E.I.A.) de Vallenar. Buscaba terminar tercero y cuarto medio para ampliar sus expectativas laborales. Cada noche llegaba al establecimiento ubicado en el centro de la ciudad. El mismo lugar donde fue vista por última vez el miércoles 5 de junio.

Los hijos de Marisol esperaron impacientes el retorno de su madre pero la mujer no apareció. De inmediato pusieron una denuncia por presunta desgracia en Carabineros y el fiscal que tomó el caso, Alejandro Vidal, ordenó a la PDI realizar diligencias para determinar el paradero de la mujer. La policía tomó contacto con algunos testigos que vieron a la mujer subirse a un vehículo verde luego de salir de clases. Las características del automóvil apuntaban al vehículo de Ramón Barraza Arancibia. Los detectives también dieron con los documentos de arriendo de una mina donde trabajaba el, hasta entonces, principal sospechoso.

La mina El Negro José está en el medio del desierto, en un lugar llamado Los Morteros, en las afueras de la capital del Huasco. A los policías les costó llegar allá. Recién a las seis de la tarde del jueves un equipo de detectives llegó allí. Lo primero que vieron los policías, según el relato del subprefecto Christian Hernández, jefe de la prefectura provincial del Huasco, fue un vehículo color verde estacionado en el camino que conducía a la mina. Se bajaron, caminaron hacia el yacimiento y se encontraron con una escena escalofriante. Al interior de la mina estaban, diseminados en el túnel de acceso, los cuerpos despedazados de Marisol Cuello y Ramón Barraza.

Si bien aún no se ha abierto una investigación para ver de qué manera Barraza obtuvo los explosivos, el subprefecto Hernández señala que es fácil conseguir dinamita en la zona. “Aquí en Vallenar, y en general en Atacama, hay muchas minas artesanales, mucha gente que trabaja como pirquineros, que arriendan o compran minas. Por lo tanto tienen muy fácil acceso a explosivos de este tipo”, explica el detective.

La hipótesis de la PDI apunta a que Barraza esperó a que Marisol saliera del establecimiento educacional para abordarla y llevársela a la fuerza al vehículo. Luego se habría dirigido hasta la mina y obligó a la mujer a descender al pique. Allí le habría disparado y luego se dinamitó juntó al cadáver de su ex pareja. Marisol Cuello es la víctima número 20 de femicidios ocurridos este año.

La historia se repite

Por brutal e irracional que pueda parecer el femicidio de Marisol Cuello, no es la única muerte de estas características que se ha registrado en Atacama. La anterior tuvo lugar en Tierra Amarilla, una pequeña comuna minera ubicada al interior del Valle de Copiapó, la tarde del 9 de febrero del 2011, cuando una fuerte explosión en la avenida principal del poblado destapó otro brutal caso de violencia en contra de una mujer.

La historia es casi calcada. Tras una ruptura amorosa, Raúl Labarca, un pirquinero de 41 años, cayó en una fuerte depresión que lo llevó a buscar en el suicidio una vía alternativa de escape. Labarca, sin embargo, decidió no morir sólo. Aquella tarde acudió a la casa de un conocido de Marta Villagrán -31 años, oriunda de Coquimbo y madre de seis menores, dos de ellos hijos de Labarca- donde se reunían frecuentemente con amigos a carretear. Una vez dentro del domicilio pidió hablar a solas con Marta. Se dirigió junto a ella a la cocina y, tras intercambiar unas palabras que terminaron en discusión, la abrazó a la fuerza y detonó los cartuchos de dinamita que se había amarrado bajo la polera. La pared de la cocina se destruyó por completo y el techo quedó con un inmenso forado. Raúl Labarca murió instantáneamente y Marta quedó herida de gravedad, siendo trasladada al Hospital Regional de Copiapó. El daño fue tan devastador que tuvieron que amputarle ambos brazos. Marta sobrevivió al intento de femicidio y recibe desde entonces ayuda sicológica del Sernam.

En el norte del país el problema de la violencia contra la mujer se ha cruzado con un factor que aún no ha sido tratado de manera profunda: el incremento en el uso de explosivos en faenas mineras. Luego del terrible caso de Marta Villagrán, el subprefecto administrativo de Carabineros en Atacama de ese momento, comandante Carlos Alegría, comentó a la prensa que “sin duda en esta zona minera, la pequeña y mediana minería tienen bajo su cargo polvorines de explosivos, por lo que hacemos el llamado a extremar las medidas de control y mantención de los inventarios, porque en este caso podríamos estar en presencia de trabajadores que sustraen material explosivo, utilizándolo con las lamentables consecuencias que observamos en este caso”.

Pese a las voces de alerta, los casos policiales que involucran explosivos se han transformado en riesgo inminente para la población local. El 2010, la PDI encontró un polvorín ilegal en medio de una población en Tierra Amarilla. Se trataba de una bodega sin ningún tipo de protección, ubicada en el patio de un vecino que nadie sospechaba que ocultaba explosivos mineros y los vendía clandestinamente. De haber estallado la carga que mantenía en su hogar, hubiera destruido más de un kilómetro cuadrado de viviendas en la población.

No es el único caso. La circulación de cargas explosivas por la ciudad sigue siendo un tema tabú. De hecho, han ocurrido encuentros cercanos con la dinamita por mera casualidad, como el del 23 de septiembre del 2012, cuando un jardín infantil tuvo que ser desalojado porque a las afueras del recinto se encontraron ocho cartuchos de explosivos, que contaban con sus detonadores y mechas, en la Población Juan Pablo II, ubicada en uno de los cerros de la ciudad. La situación fue alertada por un vecino que divisó la carga de explosivos abandonados en una canaleta contigua al establecimiento. Asustado, el hombre que trabajaba de minero avisó a las tías del jardín, quienes desalojaron el recinto con los 45 niños en su interior, a la espera del GOPE, que finalmente sacó los cartuchos de dinamita que carecían de la preparación previa para ser detonados.

El tráfico de dinamita por las ciudades del norte se da por varias razones. Una de ellas es la serie de requisitos que se exige a los comerciantes de explosivos para operar y que obliga a buscar maneras “alternativas” de llegar al producto. Por razones lógicas, no se deja que cualquiera ande ofreciendo dinamita como quien anda vendiendo papayas. Es por ello que el Sernageomin (Servicio Nacional de Geología y Minería) estipula una serie de requisitos que deben cumplirse para expender dinamita. Entre ellos está el visado de un documento legal que ampara la actividad, la manifestación minera, la relación de manipuladores de explosivos vigentes, los antecedentes del polvorín donde almacenará los explosivos y, por último, la cancelación de la inscripción de la solicitud para trabajar. Todos los documentos deben estar debidamente inscritos en la Dirección de Movilización Nacional (DGMN).

El control

Actualmente la fiscalización de armas y explosivos está bajo control de Carabineros. Uno de los últimos decomisos de dinamita fue en marzo de este año, precisamente en Tierra Amarilla. Una camioneta blanca fue detenida y cuando los policías revisaron el vehículo se toparon con 59 cartuchos de dinamita, dos rollos de cuerda detonante y dos sistemas de iniciación de explosión con sus respectivos activadores manuales. Los dos ocupantes del vehículo fueron detenidos por violar la Ley 17.798, de control de armas y explosivos.

Solamente en la provincia de Copiapó existen 1.852 manipuladores de explosivos debidamente empadronados en el registro que lleva Carabineros. Un alto número que se explica por la enorme cantidad de yacimientos mineros de la zona. “Nosotros no podemos descartar que exista gente que se dedica a la distribución y comercialización informal de explosivos”, señala el mayor David Estay de la 2da comisaría de Carabineros de Copiapó.

Según el uniformado, el tráfico ilegal es un delito difícil de pesquisar por el gran número de personas que tienen acceso a explosivos y, mientras no se denuncien los robos a los polvorines, es aún más complejo cuantificar la cantidad de dinamita que circula de contrabando. Sobre todo tomando en cuenta que existen 112 consumidores autorizados de explosivos en la provincia de Atacama.

Ninguno de ellos imaginó que algunos de sus cartuchos se utilizaría para matar a una mujer.

Casos en Perú

Donde sí proliferan los femicidios con dinamita y de manera similar a los crímenes de Atacama, es en Perú. El año 2008, en nuestro país vecino, María Supo Panca murió a manos de su marido, Willy Flores Vilcazán, por una tronadura de explosivo que el hombre detonó en la vivienda que ambos compartían. Un homicidio similar se repitió el sábado 9 de agosto del 2010, en Arequipa, cuando Rolando Juvenal Castillo Coscco, de 31 años, ahorcó hasta la muerte a Nancy Huanca Aymara, su esposa de 25 años. Luego, mientras la mujer yacía inerte en el suelo, tomó un cartucho de dinamita para hacer desaparecer su cuerpo. Justo al momento de activar el explosivo cambió de decisión y se abalanzó sobre la mujer para protegerla de la explosión, despedazándose ambos por la parte del abdomen.

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