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Cultura

17 de Junio de 2013

“Yo escupí a Marlon Brando”

Por Fabián Buelvas Vía Kienyke Evaristo Márquez se hizo actor por accidente. En 1968, mientras arreaba ganado a lomo de caballo por la carretera que va a San Basilio de Palenque, un hombre de cabello blanco, ojos azules y acento extranjero le preguntó si quería aparecer en una película. Evaristo, que a sus treinta años […]

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Por Fabián Buelvas
Vía Kienyke

Evaristo Márquez se hizo actor por accidente. En 1968, mientras arreaba ganado a lomo de caballo por la carretera que va a San Basilio de Palenque, un hombre de cabello blanco, ojos azules y acento extranjero le preguntó si quería aparecer en una película. Evaristo, que a sus treinta años no sabía ni leer, le contestó que estaba ocupado transportando a sus bestias.

A aquel hombre le pareció que el arriero, de tez negra y musculatura natural, tenía estilo. Le insistió tanto que no le quedó más remedio que decirle que lo esperaran en media hora bajo un puente cercano. Una vez allí le tomaron fotos de frente y de perfil, y confirmaron que era la persona que estaban buscando. Evaristo, más por intuición que por convicción, aceptó participar en la película. Fue el comienzo de una carrera que no esperaba.

El hombre que le hizo la propuesta de actuar se llamaba Gillo Pontecorvo, un toscano que a sus cincuenta años le precedía una fama de director genial y comunista recalcitrante. Pontecorvo se encontraba en Cartagena filmando Queimada, una película sobre una insurrección negra en una imaginaria isla caribeña. El director, que pensaba contar con el laureado actor afroamericano Sidney Poitier, se vio obligado a buscar con urgencia un co-protagonista.

Para Evaristo fue irrelevante saber que actuaría junto a Marlon Brando, quien en ese entonces, con un premio Oscar y una vida de excesos, comenzaba a emerger como actor legendario. La estadía de Brando en Cartagena fue turbulenta: tomaba el sol desnudo en la piscina del hotel, ofrecía fiestas monumentales y en una ocasión le pegó a un fotógrafo que, según él, lo acosaba.

Evaristo tuvo la fortuna de caerle en gracia al actor norteamericano. Lejos de ser un tipo conflictivo, Brando lo orientó durante toda la grabación, a pesar de que ninguno de los dos entendía el idioma del otro. “Me trató como un hermano -recuerda- nunca me hizo sentir inferior a él y con frecuencia me decía que aprovechara esto para poder hacer algo mejor después”.

De la grabación, Márquez nunca olvidó la escena en la que, luego de increpar a Brando y escupirlo, este enfurecía y lo golpeaba. Como su incipiente inglés no le daba para hablar mucho, la escena fue rodada tres veces. Evaristo recibió tres puñetazos que le reventaron la cara.

Queimada fue estrenada en 1969, con Marlon Brando como el aventurero William Walker y Evaristo Márquez como José Dolores, su fiel escudero. Se trató de una cinta fuerte, que pretendía ser una alegoría a los conflictos sociales y económicos del siglo XIX en el Caribe. De acuerdo con la crítica no fue una mala película, pero tampoco un éxito taquillero. Por su actuación, Evaristo recibió dos millones de pesos que gastó en trago y mujeres.

Después de esta película, Brando no grabó nada sino hasta 1971, cuando comenzó a hacer El Padrino. Evaristo participó al año siguiente como actor de reparto en Il dio serpente, una película erótica dirigida por Piero Vivarelli. Hizo tres películas más, Arde (1971), Cumbia (1973) y Mulato (1974), lo que lo llevó a descubrir que lo suyo no era la actuación. Como extrañaba su tierra, regresó a San Basilio y refugió para siempre en la tranquilidad y el anonimato.

Evaristo volvió a arrear ganado y a ver los atardeceres desde la terraza de su humilde casa. Se dice -no hay una cifra exacta- que tuvo catorce hijos y cuarenta y cuatro nietos, a los que les contaba sus anécdotas como actor. “Gracias a Dios pude hacer lo que quise, conocí lugares nuevos y tuve muchas mujeres. Ahora me dedico a descansar en compañía de mi gran familia. Puedes hacer lo que quieras, pero jamás vas a pisar la cantidad de países que yo pisé”, les decía.

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