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18 de Junio de 2013

Decadencia y muerte de los Hipsters, una subcultura que carece de autenticidad

Nota de MonkeyZen Para los que hace poco que saben de los Hipsters contarles que es una subcultura que existe desde los años 90 inspirada en otra de los años 40. En Decadencia y muerte de los Hipsters les contaremos el porque debe morir esta subcultura con una tendencia estética marcada, para jóvenes y maduritos […]

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Nota de MonkeyZen

Para los que hace poco que saben de los Hipsters contarles que es una subcultura que existe desde los años 90 inspirada en otra de los años 40. En Decadencia y muerte de los Hipsters les contaremos el porque debe morir esta subcultura con una tendencia estética marcada, para jóvenes y maduritos de clase social media alta, que va más allá de la moda, es una manera de ser. Toda una subcultura de falsas apariencias, una engañosa y vacua manera de vivir cara la galería. Los hijos ya crecidos de los burgueses, que no se atrevieron a romper del todo los lazos con sus padres, abanderan un falso lema de subcultura creativa y underground, mas pendientes del dinero y del que dirán que de los contenidos de sus creaciones.

Por si fuera poco su estética ha calado en la cultura popular y ahora ya existen los diez mandamientos de como vestirse como tal y como actuar y ser uno de ellos, si su filosofía de vida ya era inconsistente y superflua, prepárense al esperpento de su degeneración, pasado por el filtro del consumo de masas, que todo lo destruye y lo vulgariza a la máxima expresión, si algo tiene el consumo masivo es el hecho de bajar cualquier expresión cultural al más bajo de sus niveles. En este caso ya no era muy difícil.

Hipster deriva de los años 40, cuando los músicos de jazz usaban la palabra “hip” para describir a cualquiera que conociera sobre la emergente subcultura afroamericana, lo cual incluía saber y entender dejazz, a los miembros de esta subcultura se los acabó nombrando Hipsters. Eric Hobsbawm en su libro Jazz Scene, publicado en 1959, describe a los Hipsters como dueños de un lenguaje propio, “es un argot o canturreo diseñado para apartarse de terceros”. La palabra Hipster la usó también Jack Kerouac, para describir a la Generación Beat: “levantándose y vagando por América… holgazaneando y haciendo autostop en todas partes… personas de una especial espiritualidad”. Muy alejado de la actual realidad, a los nuevos Hipsters les gusta vagar por América con una caravana super bonita de estética vintage, montar un tipi con bordados “moníssimos” en una fiesta o ir a la montaña en sus cabañas de diseño.

El término Hipster reaparece en los años 90 para referirse a una subcultura de jóvenes y adultos pertenecientes a la clase media y alta, que persiste hasta el presente. Asociada con la música independiente de una alta sensibilidad y una manera de vestir alejada de corrientes estéticas predominantes, con un estilo de vida alternativo, haciendo actividades tan alternativas como tomar el . Sus medios de comunicación preferidos son las películas de cine independiente, revistas como Vice y Clash y sitios oficiales como Pitchfork Media.

Los Hipsters son como los vampiros, se caracterizan por absorber un poco de cada subcultura, apropiárselo y hacérselo suyo, un crisol mutante de estilos, gustos y comportamientos, que convierte en fetiches elementos auténticos de todos los movimientos marginados de la post guerra, Beathippiepunk, mezclándolo con otros estilos estéticos de distintas etnias, el resultado es una mezcla muy vistosa formalmente y muy vacía de contenidos, despojando de contenido todas las referencias estéticas de auténticas subculturas. De este mestizaje aparece el hombre con barba y corte de pelo perfectos, pantalón estrecho, gráficos tatuajes, que se desplazan con sus bicicletas y looks absolutamente estudiados.

La cultura Hipster actual se identifica con todo lo alternativo, provinentes de barrios o suburbios de clases acomodadas en las urbes se escapan a barrios de menor nivel pero más urbanos, el centro de la ciudad. Asociados a la cultura alternativa, concretamente música alternativa, cine independiente o cualquier otra forma de música, indumentaria sacada de ventas de saldos y ropa usada, comida orgánica, cosméticosrespetuosos con el medio ambiente, beber cerveza local, escuchar radio pública, u otras elecciones de consumo no habituales, todo lo que se aleje del consumo masivo. Suele frecuentar cafés culturales, barespequeños o restaurantes acogedores y sus áreas de trabajo son las creativas, humanas o tecnológicas. Con una capacidad de análisis mermada, atrofiada por no usarla, les atrae lo alternativo, por serlo en si mismo, no por sus contenidos, muchos nos sabrían dar respuesta al porque de sus elecciones y analizar sus libros de cabecera o sus músicos preferidos.

Los hipsters contemporáneos van asociados con un gusto general por la búsqueda intelectual, con un aprecio irónico de las clases inferiores y las subculturas. Según Christian Lorentzen de Time Out New York afirma que este grupo de «personas de 18 a 34 años», yo diría hasta los 40 años, que son principalmente blancos, «han debilitado, despellejado y consumido» todo las influencias culturales de postguerra. Suscribo a Lorentzen cuando comenta que los Hipster son «esencialmente personas que piensan que son más geniales que América», también refiriéndolo a ellos como «los asesinos de lo estupendo», los identifica como una amenaza cultural, con su agresiva forma de comunicarse a través de una inexacta pasividad, llamado sarcasmo. Todo lo absorben, todo lo critican, todo lo destruyen, y nada comunican ni construyen.

Julia Plevin argumenta de los Hipsters que forman parte de un círculo altamente selectivo y auto proclamado, que evitan las etiquetas y ser etiquetas. Sin embargo, todos ellos visten igual y actúan igual, y se conforman en su no conformidad, con su aspecto vintage, sensiblero, cuidadosamente cuidado e icónico. Aunque en la actualidad su forma de vestir ha traspasado fronteras y llegado a la cultura popular. Supone la decadencia de los Hipster que tendrán que encontrar nuevos referentes que vampirizar, para continuar siendo exclusivos, y andar sin etiquetas.

Lo “genial” es percibido como sello de identidad personal, el Hipster carece de autenticidad, una subcultura engreída, llena de contradicciones. Elise Thompson comenta que «las personas que han venido desde los movimientos punkrock de los setenta y ochenta parecen odiar universalmente a los Hipsters», ya que son personas vistiendo «modas “alternativas” y caras» para ir a los «bares más modernos, geniales y actuales y nuevos,… escuchar a la banda más moderna, actual, genial y nueva». Estoy de acuerdo con Thompson con que los Hipsters «no parecen suscribirse a ninguna filosofía en particular… ni género particular de música». Todas las contraculturas les sirven como fuente de absorción, despojándoles antes su contenido.

En una editorial de New York Times, Mark Greif, declaró que el Hipster, es un recurso, una estrategia usada por la juventud para lograr una posición social. Al no creer en las etiquetas, nunca piensan de ellos mismos como un Hipster, pero paradójicamente, ellos crean etiquetas mirando por encima del hombro a todas aquellas tribus urbanas con estilos definidos de vestir, los mismos que todo lo critican, los que visten pantalones ajustados y grandes lentes, reunidos en pequeños grupos en grandes ciudades, sintiéndose superiores a cualquiera que no forme parte de su propio grupo.

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