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Opinión

27 de Junio de 2013

Editorial 500

Imagen : Patricio Fernández He escrito varias veces acerca de la historia de The Clinic, aunque será mañana en un libro cuando cuente la travesía completa. Seguramente se tratará de una novela, llena de pasajes extraordinarios. Rafael Gumucio, en su crónica, recuerda varios de ellos, lo que éramos entonces, y a los que murieron. Es […]

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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Imagen : Patricio Fernández

He escrito varias veces acerca de la historia de The Clinic, aunque será mañana en un libro cuando cuente la travesía completa. Seguramente se tratará de una novela, llena de pasajes extraordinarios. Rafael Gumucio, en su crónica, recuerda varios de ellos, lo que éramos entonces, y a los que murieron. Es verdad, como dice el Rafa, que detrás de la fiesta existían heridas y fracturas. De no haber sido así, The Clinic ya sería un chiste muerto, y en cambio está vivo, vivísimo, diría.

Nunca fuimos una revista de humor. Nacimos siendo un puro pliego, cuatro páginas de una hoja doblada. Una especie de collage armado sobre la mesa de diseño de Tejeda, donde conseguíamos reírnos de lo irritante, torciendo el sentido común. The Clinic nació como un panfleto dedicado a humillar la figura y la herencia de Pinochet. Había que ridiculizar al monstruo para dejar de temerle. La repartíamos de mano en mano. Con Pato Pozo, el diseñador, llevábamos personalmente el disquete a la imprenta, al final de la noche de la jornada del cierre, muy cerca del aeropuerto Pudahuel. En la sección de preprensa revisábamos las plantillas que a continuación entrarían en las máquinas.

Quinientos números más tarde somos la revista más leída de Chile y Theclinic.cl se acerca a los tres millones de visitas únicas mensuales. Pablo Vergara está a la cabeza del impreso y Pablo Basadre del online. Tenemos un equipo periodístico de lujo y en el rincón de los diseñadores, dibujantes, fotógrafos y marihuaneros, le seguimos buscando, como el primer día, el cuesco a la breva.

De los comienzos, en la oficina, no queda nadie, salvo Alejandra Fierro, nuestra secretaria, o primera ministra, para ser más justos. Está lleno de jóvenes. Yo no sé en qué minuto ese pasquín llamado a durar un día se transformó en esto. Hasta hoy, cada vez que entro al bar The Clinic me lo pregunto. Entre medio, Chile cambió montones. Santiago es prácticamente otra ciudad. Los reclamos de esos primeros números tenían a un dictador como referencia; los actuales apuntan contra una nueva oficialidad. El cuento ha evolucionado de tal manera que no me atrevo a apostar qué será de nosotros en 500 números más.

Ha ido quedando atrás la “reproductividad técnica” de la que hablaba Walter Benjamin. El papel es una gran señora que hace magia para llenar de encanto sus arrugas. Quizás terminemos como un mensaje al interior de una botella. Nos interesan las noticias, los grandes reportajes, los versos, los documentales, las películas, los dibujos, las fotografías, la música, y todo lo que sucede alrededor, es decir, porque nos interesa todo lo que sucede alrededor es que nos gusta lo demás. Supongo que somos un ánimo, ni siquiera una manera de ser. Un ánimo desobediente y festivo. Alérgico a las melodías quejumbrosas. Como no somos realistas, pedimos lo posible. Y hasta aquí, lo que sucede no ha dejado de sorprendernos. ¡Salú!

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