Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

3 de Julio de 2013

América en la narco realidad: entre la OEA y el patrón del mal

¿Quién lo diría? En veinte años los narcos se han tomado la agenda continental. Desde las páginas policiales, el tema pasó a ser el contenido imperdible de las teleseries que nutren las pantallas. Toda una industria (novelas, películas, música) ha surgido entre los que denuncian, glorifican o simplemente explotan la criminalidad. Un nuevo periodismo de […]

Ricardo Solari
Ricardo Solari
Por

¿Quién lo diría? En veinte años los narcos se han tomado la agenda continental. Desde las páginas policiales, el tema pasó a ser el contenido imperdible de las teleseries que nutren las pantallas. Toda una industria (novelas, películas, música) ha surgido entre los que denuncian, glorifican o simplemente explotan la criminalidad. Un nuevo periodismo de gran audiencia emerge para relatar lo que la prensa oficial, por miedo o por recato, no informa. En dos países, El Salvador y Honduras, las maras, pandillas de gran tamaño, se aprestan a negociar con sus respectivos gobiernos. Las Farc (soporte de la exportación de drogas desde Colombia) han iniciado un proceso de paz con el gobierno del Presidente Santos. El paradigma está cambiado.

En la última cumbre de las Américas, en Cartagena de Indias (2012), esa que se hizo famosa por el enredo entre una prostituta y los guardias de seguridad del Presidente Obama, los máximos líderes del continente pidieron a la OEA un informe sobre la situación de las drogas y el crimen en la región. La OEA respondió el encargo entregando dos documentos: El Reporte Analítico, de diagnóstico y otro denominado Reporte de Escenarios, en cuatro versiones, que sugiere estrategias de futuro y consecuencias, dependiendo de qué acciones se tomen en el tiempo próximo. Más que un debate entre prohibicionistas y legalizadores, la discusión acogió todos los puntos de vista y nos refiere a distintos caminos para enfrentar el problema. La novedad de la situación actual es que nadie esconde la cabeza, ni minimiza la difícil encrucijada. Y que por primera vez, todas las opciones están abiertas.

Ha sido sorprendente el impacto del informe. La OEA, institución cuestionada a diestra y a siniestra (o por complacer al chavismo o por mantener en una odiosa exclusión a Cuba), ha motivado debate, tanto por las soluciones que propone, como por lo dramático de la realidad que describe. Son millones de personas, atrapadas en las áreas de conflicto, donde se confunden para desesperación de los responsables de las políticas criminales y sanitarias, a pequeños consumidores, con organizaciones globalizadas que integran horizontalmente delitos, como el soborno masivo, el secuestro y tráfico de personas. 9 de las diez ciudades con más homicidios en el mundo están en el continente. San Pedro Sula en Honduras encabeza el ranking. 1200 homicidios al año, para una población de 700.000 habitantes. Un vecino de la ciudad me comentaba “y son tan jóvenes los muertos”.

El duro diagnóstico

La paradoja es que ese proceso de expansión de la criminalidad asociada a las drogas, ocurre cuando el continente vive su ciclo democrático más largo y donde el progreso económico ha sido fuerte. La influencia norteamericana se ha reducido y proliferan gobiernos progresistas. Pero en este tema Estados Unidos sigue siendo el actor influyente: aporta cotidianamente armas de combate (el 90% de las utilizadas son de esa procedencia), tecnología, insumos y el principal mercado que explica el funcionamiento de esta industria. Su aporte al problema es invaluable, su contribución al arreglo, cercana a cero. La perpetua desigualdad social y la debilidad de las instituciones nacionales, diseñadas para servir a unas decenas de familias influyentes, son el trasfondo de esta tragedia.

El continente tiene sus peculiaridades. Es el único en el mundo donde se desarrollan las cuatro fases asociadas a la droga como producto: cultivo, producción, distribución y venta final y consumo. Según el reporte OEA las drogas mueven 151.000 millones de dólares al año. En varios países los carteles han escalado rápidamente en su capacidad de corromper todos los poderes y desplegar gran influencia en la política y en los negocios. En el último “Foro de Biarritz en América Latina (2011)” en República Dominicana, los expertos nos relataban la flexibilidad total de las organizaciones criminales para trasladar en períodos muy breves de tiempo la localización de su industria, moviendo cultivos, plantas de procesamiento y estructuras de lavado de dinero de un país a otro en un par de años. El desarrollo de una inmensa infraestructura de transporte ha sido clave en la lógica del control territorial y por eso la compra, el arriendo o la ocupación de tierras para efectos de acopio, y de capacidad aeroportuaria, en alianza o conflicto con campesinos y agricultores ha sido otra de las aristas de esta gran trasformación latinoamericana.

De nuevo los militares a la calle

Las policías y las cárceles son parte del problema. Las policías se han transformado en piezas de la operación de carteles y pandillas. Lo mismo ocurre con el sistema penitenciario, en crisis de sobrepoblación en todo el continente, y desde donde se planifica la actividad criminal. De la mano de esa contundente justificación, las FFAA han pasado al frente. La reorganización del combate a las drogas se ha modificado, entregándoles tanto en México (donde la Marina es el corazón de la fuerza de combate) como en Colombia, Brasil y en prácticamente toda América a las FFAA la responsabilidad de la represión al narcotráfico. Pero el poder militar nunca ha sido la solución. Los mejicanos lo tienen demasiado claro, luego de la guerra contra el narco, declarada por el gobierno del presidente Felipe Calderón, que produjo 60.000 muertos y no destruyó a los carteles, ni consiguió detener a sus principales líderes. La tarea pendiente de depurar policías, sistemas penitenciarios y judiciales resulta inevitable más allá del efectismo del despliegue del poder de fuego militar, que lo único que ha logrado es escalar el nivel bélico del enfrentamiento, dejando en medio del combate una inmensa población civil inerme.

Negociación o plomo

Otros países han seguido el camino de la negociación. Las maras en el Salvador negocian con el gobierno, con idas y vueltas, una agenda que incluye su reinserción en la legalidad. En Honduras esperan lo propio. Las maras son pandillas con gran control territorial, estructuradas a partir de los lazos sólidos establecidos en las calles de las grandes ciudades de los Estados Unidos y cuyos líderes han sido deportados a sus países de origen. Trafican y distribuyen drogas, pero su giro principal es el soborno, particularmente a pequeños comerciantes y empresarios y los peajes que cobran a los vecinos. Sus redes derivadas de las migraciones, detonadas por la pobreza, las guerras continuas y la propia inseguridad, se extienden por todo Centro América, Estados Unidos, Canadá y España. La tregua con las maras ha tenido un impacto impresionante en la reducción de los homicidios en El Salvador. Sin embargo surgen muchas voces que sienten que esta negociación es espuria y demuestra la infinita fragilidad del estado de la nación centroamericana frente a un grupo delictual. En palabras del ex comandante de FLMN, Joaquín Villalobos, este es el triunfo de la rebelión del lumpen y la derrota de la gente honesta.

Libertad de expresión y criminalidad

La magia y el poder del PRI ha conseguido que a solo meses de instalado el nuevo gobierno de Peña Nieto, la imagen del conflicto estatal mejicano con el crimen organizado, se perciba significativamente atenuado. Existe en ese país, sin embargo, lo que los periodistas llaman “Zonas de Silencio”, un conjunto de lugares, o acontecimientos respecto de los cuales nadie habla o informa oficialmente. Sea por temor a brutales represalias de los criminales o para seguir la orientación gubernamental de bajarle el perfil al conflicto. Sin embargo una amplia red paralela, básicamente a través de páginas web y blogs aporta todos los días caudales de información sobre delitos públicamente no comunicados. Sin embargo, uno de los más relevantes, El Blog del Narco, detuvo sus actividades en abril por ataques a sus colaboradores. En la actualidad hay una verdadera crisis derivada de la sistemática desaparición de personas, incluyendo periodistas. Según Human Rights Watch, es la más grave en democracia en el continente, porque en 146 de los casos mencionados desde 2006 a la fecha, hay involucrados agentes del Estado.

Narco cultura

«Narco cultura» se llama un documental de Shaul Schwarz, de exitoso debut en el festival Sundance este año, que registra el contraste entre las vidas de los integrantes de un grupo musical (Buknas de Culiacan) que hacen corridos violentos, a veces por encargo de sus “clientes” y los funcionarios del servicio forense de Ciudad Juárez, que trabajan en esa ciudad noche a noche, con extrema dedicación, pese a que solo el 3%,de los casos que investigan llega ser juzgado. Este documental representa bien la tensión existente entre dos aspectos de la situación: la “estética narco”, que legitima a los violentos por la vía de su exposición glorificada y favorece su masificación, y los frágiles intentos estatales de proteger a las comunidades pobres de las ciudades de nuestra continente que sufren los efectos de la violencia, el abuso sistemático y la pérdida de horizonte.

La narco cultura ha ido creando su propia identidad. De modo ejemplar, el Ejército mejicano ha organizado un museo donde se encuentran objetos de esa cultura, mobiliario, armamento y vestuario. Esta estética también remite a un tipo de arquitectura reflejada en las mansiones y santuarios que interpelan tanto a la opulencia del negocio narco, como a su singular religiosidad, que ha dado pie incluso a la veneración de su propio santo, Jesús Malverde.

Hay una impresionante producción de arte y crónica que ha registrado con singular talento esta realidad. Novela negra como la de Elmer Mendoza; escritos testimoniales como la “Vida Loca” (1993) de Luis J Rodríguez, pandillero de los 70 en Los Ángeles; películas como La virgen de los Sicarios,(2000) Miss Bala (2011) o el Infierno (2010); investigaciones periodísticas como las del joven Diego Enrique Osorno (El Cartel de Sinaloa, La Guerra de las Zetas); el extenso cancionero de Los Tigres del Norte,que difundieron la música norteña (del norte de México) y que pusieron la primera piedra de los narco corridos. Son todos ejemplos de esta vitalidad.

Ahora la televisión se apropió del tema. Desde el respetable HBO, hasta las grandes cadenas hispanas que dominan las redes abiertas, con producciones multimillonarias y exitosas como La Reina del Sur, El Patrón del Mal o el Capo; culebrones que se mueven entre la exaltación a la suave moralina. Todos los estudios ratifican un impacto importante de esa exhibición televisiva en la reproducción de la cultura criminal y en la afirmación de una idea de la masculinidad construida desde un estereotipo derivado de la naturaleza del negocio narco, que implica el ejercicio de la violencia y los abusos de poder (un imaginario ausente de mujeres), junto con una cultura celebratorio donde la mujer tiene un participación central aunque subordinada.

Lo que viene

Es evidente que una convocatoria a discutir ampliamente el problema de las drogas, sus efectos sanitarios, el impacto de la organización criminal derivada de las prohibiciones, implica hacerse cargo del carácter multidimensional del fenómeno. La despenalización de drogas blandas para ir quitándole espacio al delito es un camino, actualmente en práctica parcial en Uruguay. Pero aquello es enteramente insuficiente, porque no hay soluciones locales para un problema tan global como este y porque sin un monumental esfuerzo destinado a reinsertar a los millones de jóvenes marginados integrándolos a una sociabilidad dotada de oportunidades, la violencia y las drogas duras seguirán arrasando con las nuevas generaciones. Lo importante es que el asunto está muy arriba en la agenda, nadie puede ignorarlo y estamos en un nuevo comienzo.

Notas relacionadas