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LA CALLE

11 de Julio de 2013

Carlos Walter Porto-Gonçalves: “En el horizonte no hay ninguna alternativa sistémica al capitalismo”

Fue ganador del premio Casa de las Américas en el año 2008, es geógrafo social y acaba de visitar Chile en el marco del “III Seminario Internacional sobre Integración Latinoamericana desde Abajo”. Porto-Gonçalves habla sobre la corrupción, la crisis del sistema, las protestas de Brasil y el movimiento estudiantil chileno.

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En Brasil las manifestaciones partieron por una subida de 20 centavos en el precio del transporte. ¿Existía un descontento antes de que subieran el pasaje?
La tarifa de los pasajes fue un aumento pequeño de un pasaje que era muy caro. Al mismo tiempo hay implicaciones políticas porque existen empresarios de ómnibus que financian las campañas de los alcaldes. Estos son los mediadores de las cámaras municipales y estas no legislan en favor a la sociedad, sino en favor de los intereses de quienes los financian. Hay un sistema político que ya no piensa en la gente, piensa en sí mismo. La lucha contra las tarifas de transporte tocó una espina dorsal del sistema político.

¿Detrás de la subida del transporte, entonces, había un problema más profundo?
Hay insatisfacción y enojo de la gente. En los últimos 10 años, Brasil tiene el récord de conflictos de tierras. Ocupan tierras de campesinos, de indígenas, porque son cómodas para el nuevo mercado mundial. El Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social es muy importante en Brasil. En 2003 Lula Da Silva permite prestar plata para las empresas que no son de Brasil. Para hacer una carretera para Bolivia o Colombia, por ejemplo. Fomenta la infraestructura necesaria para su crecimiento. Esto también genera un escenario de conflictos, porque no respetan a la gente, a los pueblos, haciendo grandes negocios por una integración que pasa encima de espacios que no están vacíos.

¿Una integración que también es parte del sistema político de Brasil?
Existe un sistema que responde a los grupos empresariales con alianzas con políticos que son ganaderos, terratenientes, latifundistas. Son modernistas desde el punto de vista técnico, pero conservadores desde el punto de vista político y social. Defienden la propiedad privada, pero les quitan los terrenos no por la democratización de la propiedad, sino para concentrar poder. Cuando el Partido Trabajador llega al gobierno, termina por ser parte un poco de ese juego de negociaciones políticas con sectores conservadores para ganar y asegurar la gobernabilidad. Eso está generando insatisfacción popular.

En Brasil, al igual que en Chile, la violencia y la represión policial ha estado presente en las calles…
El gobernador de Sao Paulo, Geraldo Alckmin, hizo una represión al Movimiento Pase Libre donde se agrede a una periodista. Esto trajo un problema gravísimo en Brasil que es la violencia policial y por eso se transformó en una noticia de alto impacto. Dos días antes un periodista brasileño decía que las manifestaciones aumentaban la congestión de tránsito. Pero las pancartas de las calles decían: “Disculpe el trastorno, estamos haciendo obras para cambiar Brasil”.

Caos sistémico

La presidenta Dilma Rousseff tenía el 75% de aprobación y aún así ocurrieron protestas ¿Han perdido credibilidad los partidos políticos?
Hay una crisis de representación política que no comprende las múltiples necesidades de la sociedad. Ya no es una política que venga de los ‘60, hay un nuevo movimiento social. Esa subjetividad explota en una serie de movimientos sociales: mujeres, lesbianas, indígenas, negros y movimientos variados que se autoconvocan. Las diferentes plataformas quiebran esta centralidad del partido político. Y cuando el sistema político empieza a tomar una serie de decisiones que no corresponde a las realidades de la gente, produce que el dinero para la educación vaya a los estadios. Ya no se depende de los partidos políticos ni de los sindicatos, la convocatoria sobrepasa el espacio de los políticos y es independiente a ellos.

Rousseff convocó un plebiscito para definir una Asamblea Constituyente y luego se retractó. ¿Qué piensas de eso?
Los movimientos se mantienen en las calles y estar ahí significa cambiar el lugar del debate político. No hay Congreso Nacional, Parlamento, se está en una crisis de legitimidad. Esto permite una nueva agenda política. Las calles quedaron como un lugar para hacer política, porque la gente se está apropiando de la política de manera directa. Por otro lado, Dilma ha propuesto la idea de Asamblea Constituyente lo que me parece que revela una cierta incomprensión. Le quiere dar a todas las personas igualdad ante el Congreso siendo que el Congreso no apoya nada de lo que pasa en las calles. La agenda de los políticos no es la agenda de la calle.

Algo que ha estado presente en las calles ha sido el tema de la corrupción…
Me parece que el sistema político está fallando y la corrupción es parte de eso. Se habla de un modelo público-privado pero, ¿qué pasó en Turquía? Se estaba privatizando un parque. Para tener a quien financie las campañas, entonces, aparece la corrupción. El Estado se divorcia cada vez más de las demandas de la gente y están primero los intereses privados de la educación en Chile, por ejemplo, o para hacer un mall en Turquía o las obras de Maracaná en Brasil. La política está corporativizada y por eso es corrupta. Ese es el problema, tenemos una crisis de los sistemas democráticos.

¿De qué manera se soluciona esta crisis?
No se sabe. Desde la crisis del socialismo, desde la caída del muro, no se presenta en el horizonte ninguna alternativa sistémica al capitalismo. Sin embargo, este satisface la necesidad de la gente. Es una sensación confusa. Hay un vacío político porque no se tiene una alternativa y tenemos un sistema que no lo hace por la gente. El capitalismo es un sistema que no reconoce los múltiples territorios que existen al interior de los estados.

Brasil y Chile son países estables económicamente. ¿Tiene algo que ver esta característica con que se despierten los movimientos sociales?
El tema en común con Chile es la educación. Hoy la sociedad chilena está atrapada con el sistema educacional que es de pésima calidad. Y, al mismo tiempo, en Brasil se está pidiendo educación con padrón FIFA. En los dos países los gobiernos fueron capturados, corporativizados y perdieron su compromiso con la nación.

Esta generación de movimientos sociales nace de la Primavera Árabe, pasa por los estudiantes en Chile y ahora en Turquía. ¿Crees que estos ejemplos sigan en otros lados?
Sí, la Primavera Árabe se desencadenó en un movimiento singular: un vendedor ambulante se prendió fuego en el cuerpo y murió. Si una persona se quema en la calle, se quiebra el sistema. Una persona lucha en las calles por la educación, se quiebra el sistema. El sistema está en crisis. Los que están en el poder no fueron capaces de formular una alternativa. La política tiene que estar más cerca de la gente, preservar los territorios, la vida, el autogobierno, la autonomía.

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