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Opinión

7 de Agosto de 2013

La amenaza de las cara de catre y el proyecto Pallets

No soy el único, porque lo vi en una Vivienda y Desolación y en internet. Me refiero al uso de los pallets en el mobiliario y decoración de una casa. Puede que sea discutible a nivel de diseño, pero es barato y efectivo. Me conseguí unos cuantos en el Mercado Cardonal con un amigo frutero. […]

Marcelo Mellado
Marcelo Mellado
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No soy el único, porque lo vi en una Vivienda y Desolación y en internet. Me refiero al uso de los pallets en el mobiliario y decoración de una casa. Puede que sea discutible a nivel de diseño, pero es barato y efectivo. Me conseguí unos cuantos en el Mercado Cardonal con un amigo frutero. Mi cama la hice con un par de ellos, por lo que tuve que comprarme un colchón de espuma. Cuando estaba en las tratativas para el flete, los compadres con los que estaba negociando, buenos pa’l hueveo, me preguntaron si había probado el colchón, porque las minas que atendían el local tenían pura cara de catre. Me quedé pegado con la palabra catre y pensé en escribir un cuento que se llamara “la care’catre”; me acordé de la expresión romper el catre a propósito de sexo apasionado, pero me interesaba más el uso del pallet como sistema alternativo para diseñar mobiliario, sobre todo pensando en casas de una ciudad puerto en donde no es difícil conseguirlos.

Imaginé, en mi ingenuidad arquitectónica, llegar hasta las últimas consecuencias, y pensé en una serie narrativa en que junto a una care’catre (o cara de catre) implementaba mi casa habitación basándome en el dispositivo pallets; partiendo por la cama o catre, pasando por la mesita de noche, la mesa de comedor, el living y un escritorio de trabajo. Todo un homenaje al pallet o a la arquitectura económica y naif. Todo esto en un contexto de esquiva constante de la mierda canina que inunda las veredas de Valpo. Paralelamente me dirijo al encuentro regional ampliado del colectivo Todos a La Moneda, que apoyan a Claude. Más que nada se trata de una estrategia política de varios colectivos de izquierda entre los que están Los Hijos de Mafalda, Los Libres del Sur, Los Verde y Oliva, La Izquierda Comunista y otros, incluida la acidez del PH, que aunque esta vez no estaban, hacen el rol de partido patriarcal taponeador del deseo, como la UDI leninista y el PC stalinista neoliberal.

En mi obsesión ficcional, por otra parte, trataba de reprimir la tentación de clasificar como cara de catre a las mujeres con las que me topaba que, en ese contexto, no eran pocas. En todas partes, además, veía pallets arrumbados en grandes patios o bodegas, el gran recurso constructivo tirado en la calle, a la mano, para el uso de la voluntad de diseño pop que inflamaba mi corazón. La subjetividad y lo personal, como su resorte fundamental, primaba en mi ánimo, la objetividad política no es aún muy atractiva. En ese momento sólo aspiraba a juntarme con mis amigos, Fernando y Pablo, los que lamentaban haber sido sacados del comando de la candidatura, aunque estaban muy conformes con las conclusiones del encuentro, que en lo fundamental optaban por la continuidad de la estrategia política, más allá del candidato y de la campaña presidencial. También me di cuenta que el movimiento Tod@s a la Moneda es de los pocos que quiere hacer relevante el tema de las semillas y el de la recuperación del agua, como patrimonios sin visibilidad mediática. Me lo dijo un dirigente de Petorca, Rodrigo Mundaca, que está en esa lucha. Me gustan esas batallas laterales que afectan a chilenos concretos contra los grandes poderes, de esos que están ramificados hasta en el parlamento.

En todo caso mi idea era ir a tomarnos unas chelitas con mis dos amigos, ese era mi gran objetivo, porque mi amigo Fernando debe ser uno de los mejores contadores de historias de la zona centro norte. Ingeniero, nortino furibundo y experto en reingenería post revolucionaria. Una de mis tareas de este año es juntarlo con mi contador en terreno neutral, pero para eso hay que planificar con tiempo. Yo propuse el Victoria, que queda en Salvador Donoso; nos acompañaba una amiga operadora de la danza, experta en afro, que no tenía cara de catre, aunque sí compartía el espíritu pallets por su gran capacidad de soporte de carga.

Fernando se contó la historia del ciego de Huasco que tenía dividida a la ciudad entre los que dudaban de su ceguera y los que la asumían como una identidad local. Argumentos para uno y otro lado había muchos y con harto sustento en acontecimientos y anécdotas fascinantes que tenían al ciego como protagonista. Una de las extensiones del relato daba cuenta del uso indiscriminado que hacía la población de la dinamita, que era como el insumo cultural clave del pueblo, tanto era así que con dinamita se construía, se pescaba y se vivía la vida cotidiana, los niños aprendían a usarla y jugaban con ella como parte de su formación. Uno de esos juegos involucra a unos niños, quizás el propio Fernando, que rellenaban un pescado con trozos de dinamita y se la daban a un lobo marino, el que al explotar provocaba la presencia de un cardumen que posibilitaba una buena pesca. En esa ocasión un pelícano se adelantó al lobo y el ciego fue el primero en esconderse, lo que sirvió para dudar de su condición de no vidente. ¡Qué manera de reírnos!

A esa altura se habían ubicado en nuestra mesa los gemelos Díaz, un par de abogados moral y mortalmente parecidos que gozaban como chinos de los relatos del ingeniero. Después de eso la bailarina nos condujo a un salón de baile en donde tuvimos que mover el esqueleto. De ahí en adelante todas las chicas que ocupaban la escena comenzaron a aparecérseme con facciones y semblantes acolchonados o espumosos, y el suelo que soportaba todo eso podía ser perfectamente de pallets.

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