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Nacional

11 de Septiembre de 2013

El sueño cibernético de Allende

En un monitor de diseño futurista aparecía Salvador Allende dando la bienvenida a quienes visitaban la sala. -"Lo que ustedes ven a su alrededor es el resultado de 18 meses de intenso trabajo a cargo de un grupo de ingenieros chilenos" - decía el Presidente. Y remachaba: "Lo que ustedes van a ver hoy es revolucionario, no sólo porque es la primera vez que esto se ha hecho en el mundo, sino, principalmente, porque estamos haciendo un esfuerzo consciente para entregarle al pueblo la ciencia en forma tal que todo el pueblo aprenda a usarla".

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Cuando la imagen de Allende desaparecía, quedaba ante los ojos de los visitantes el futuro tal como se lo imaginaban en 1972. Un centro de comando circular, con siete sillones que parecían sacados de la serie “Los Supersónicos”. Diversos monitores entregaban información sobre los problemas de producción en distintas fábricas. A través de botones, los técnicos activaban una compleja red que les permitía dar órdenes a trabajadores ubicados a cientos de kilómetros de distancia.

La sala era la culminación de un proyecto elaborado en secreto durante dos años y conocido como Synco (Sistema de información y control). Fue visitada por numerosas delegaciones extranjeras desde que Allende la inauguró en diciembre de 1972. Japoneses, americanos e ingleses quedaban sorprendidos de que fuera posible hacer algo así. Y de que esto se hubiera logrado en un país tan remoto y técnicamente retrasado como Chile.

Pero la verdad es que la sala nunca alcanzó a operar. Y es posible que nunca llegara a hacerlo.
Eden Miller, investigadora norteamericana del Instituto Tecnológico de Massachussets, MIT, ha pasado tres años reuniendo detalles del proyecto Synco y de sus insólitos alcances. Hoy piensa que esta sala – que era la culminación del proyecto- se construyó “como una forma de soñar”. De decirle al mundo lo que el socialismo chileno podía hacer.

En medio de su investigación, con la que busca doctorarse, Miller recibió a The Clinic para dar antecedentes inéditos sobre una historia hasta ahora no contada. Una historia que le agrega al repertorio de imágenes que se tienen de la Unidad Popular (empanadas y vino tinto, marchas, enfrentamientos callejeros en blanco y negro, colas para obtener los alimentos) un set inesperado: tecnológico y futurista.

Otra vez conejillos

La historia de Synco parte en noviembre de 1971, cuando un pujante empresario inglés aterriza en Santiago. Mientras los millona-rios chilenos sacan sus fondos del país, este hombre, que ha hecho fortuna en el emergente negocio de las asesorías, viene a trabajar en una aventura increíble. Se trata de Stafford Beer, sicólogo, filósofo y hoy considerado uno de los padres de la cibernética. Su misión: encabezar un ambicioso proyecto tecnológico que le permita a Allende controlar la producción de las industrias estatizadas a través de un sistema de información en tiempo real.

Se trata de una idea delirante para los niveles tecnológicos de entonces: Estados Unidos llevaba poco tiempo experimentando con Internet y los computadores que se producían entonces tenían menos velocidad y memoria que el equipo más básico que se vende hoy.

A partir de ese momento, Beer volverá al país cerca de 11 veces quedándose al menos dos semanas en cada ocasión. Con su persistencia y la de decenas de ingenieros del Instituto Tecnológico de Chile (INTEC) un buen pedazo de ese sueño delirante se hizo realidad.

Lo que Stafford Beer viene a aplicar a Chile es el “Modelo de los Sistemas Viables”. Se trata de una teoría que introduce en la administración los mismos principios con que funciona el cuerpo humano. El concepto básico es éste: el cerebro toma la mayor parte de las decisiones importantes, pero no controla todo. Un organismo viable tiene que estar compuesto por partes con alto nivel de autonomía en sus funciones básicas.

Fernando Flores, actual senador del PPD y por entonces gerente de empresas de la Corfo, había leído con mucha atención a Beer y en julio de 1971 le envió al inglés una carta llena del exitismo que se vivía durante el primer año de Allende:

-Ahora estamos en una posición desde la cual es posible implementar a escala nacional sus visiones científicas sobre dirección y organización-, escribió Flores.

A Beer le encantó la oferta y una semana más tarde preguntó si había alguna forma en que él pudiera ser parte del proyecto. “Créeme, cancelaría todos los compromisos que me retienen por la oportunidad de trabajar en esto. Creo que tu país realmente lo va a lograr”.

Ese fue el inició de un proyecto que se mantuvo en máxima reserva durante casi dos años. Un sueño tecnológico que pretendía aplicar en la estructura estatal un sistema que hasta entonces era sólo teoría.

Como ocurrió más tarde, cuando los Chicago Boys usaron al país de conejillo de india para aplicar los modelos neoliberales que hasta entonces sólo aparecían en los textos de Milton Friedman, Allende y Flores le abrieron las puertas a Beer para aplicar su sueño. Un dato llamativo al respecto: la teoría de los Sistemas Viables de Beer aún estaba en elaboración cuando él desembarcó en Chile. Sólo la consolidó con la publicación de su libro Brain of The Firm en 1972, cuando ya llevaba un año experimentando en Chile.

Democratizar

La investigadora Eden Miller cuenta que una semana después de aterrizar en Chile, Beer se entrevistó con Allende y le explicó la esencia del proyecto.
-Al Presidente le interesó mucho- dice Miller. -Y le pidió que se pusiera énfasis en un punto: el sistema debía aumentar la participación de los trabajadores. Debía permitir el flujo de información desde la base y permitir la participación de los obreros en las soluciones- explica.

El gobierno invirtió fuerte en esta idea, pero la crisis económica y la dificultad para hacer importaciones tecnológicas hicieron que Beer se involucrara financieramente, trayendo de contrabando recursos y equipo técnico imprescindible. Para Beer no era difícil hacer eso. No sólo era filósofo y sicólogo sino intrínsecamente un aventurero. De hecho, durante su juventud fue capitán de un comando de los temidos gurkas, mercenarios que peleaban para los ingleses.

De acuerdo a lo investigado por Miller, la idea era que en cada fábrica los trabajadores aportaran información sobre la producción y los problemas de funcionamiento. Luego estos datos eran enviados vía telex y microondas hacia una central donde eran ingresados en una computadora. El plan era crear un centro de comando por área económica, donde se tomaran decisiones en tiempo real para mejorar la producción y resolver los problemas más relevantes. Si esos centros no eran capaces de dar solución al problema, la información era remitida a la sala de comando: el cerebro de decisiones. La gran sala de control.

Esta idea de participación llama mucho la atención a la investigadora. Según Miller, los cubanos trabajaron en un proyecto para controlar, vía computadoras, la economía. Y, desde los años 50, la URSS venía haciendo lo mismo. Pero esos mo-delos buscaban reemplazar a la capa de gerentes, de modo que la producción fuera controlada directamente desde las dirigencias políticas. El proyecto chileno era distinto: la sala de operaciones era una última instancia para problemas que los otros niveles no pudieran resolver en forma autónoma.

Controlar

En marzo de 1972 el computador central del sistema Synco procesó los primeros datos y un exultante Beer escribió a sus amigos en Inglaterra: “Todo este asunto era imposible, y lo hicimos”.
Para octubre buena parte del sistema estaba funcionando. Según recuerda Beer en la reedición de su libro The Brain of the firm, de 1981, dos tercios de todas las empresas controladas por el estado se integraron a la red. Sólo faltaba la sala de operaciones. Pero ya la información fluía cotidianamente desde las empresas y era presentada en documentos que llegaban al despacho presidencial bajo el título de “Análisis de la situación del país”.

Fue justamente entonces cuando el proyecto mostró una utilidad política insospechada. En octubre los camioneros iniciaron una para-lización nacional a la que se fueron sumando más y más gremios. El país quedó virtualmente detenido en lo que hoy se conoce como “el paro de octubre”.

Miller sostiene que la red de información construida para Synco le permitió al gobierno tomar decisiones políticas y estratégicas más acertadas.
-El gobierno podía saber qué sindicatos seguían siendo leales, qué caminos estaban despejados y diseñar soluciones en medio de la contingencia-, explica la investigadora. Agrega que el paro de octubre le mostró a Allende lo útil que podía ser Synco para enfrentar las constantes crisis políticas y económicas y que tras esta prueba de fuego se aceleraron los trabajos. En diciembre de ese año, Allende inauguró la sala de comandos. Y grabó un discurso que se emitía en una pantalla futurista a las delegaciones que comenzaron a visitar el lugar.

Salvo el texto que encontró Miller, no hay otro registro del paso de Allende por esa sala.
-La sala nunca entró en operaciones- dice Miller- Y dado el ni-vel tecnológico es probable que nunca hubiera funcionado como se esperaba. Pero fue construida de todas maneras porque era el corazón del proyecto y porque era una forma de soñar. Una forma de decirle al mundo lo que el socialismo chileno podía hacer.

Es probable que Allende se haya sentado en esos sillones ergonómicos y haya apretado la botonera que activaba las pantallas, soñando con el futuro.

Pero esa imagen insólita no fue registrada por nadie.

Viaje a las Estrellas

La sala se construyó en un edificio en Santa María, cerca de donde hoy está la empresa Phillips. Dice Miller que su diseño está inspirado en los centros de operaciones que los ingleses crearon durante la Segunda Guerra Mundial. El autor de la obra fue del alemán Gui Bonsiepe, quien trabajó en Chile entre 1968 y 1973 y dejó una marca en toda una generación de arquitectos con sus ideas sobre el diseño industrial. Las sillas no tienen teclado debido a que los técnicos que usarían el sistema no sabían escribir a máquina -oficio reservado para las secretarias-. Todo se controlaba con unos pocos botones, lo que implicaba un enorme esfuerzo de síntesis para manejar la producción con unas pocas variables. El diseño contemplaba también la idea del socialismo con empanada y vino tinto. En el brazo izquierdo, la silla tenía un cenicero y un posa vaso. En la estructura original, cuenta Miller, estaba contemplado un frigobar.

Uno de las pocas referencias chilenas a este increíble proyecto fue publicado en la página web de Intec cuando murió Beer. Intec fue la base de operaciones desde donde Beer trabajó con ingenieros chilenos. Allí Rodrigo Walker, actual director ejecutivo de Walker Diseño y uno de los colaboradores del proyecto, entregó algunos antecedentes sobre Synco.

-Era una nueva forma de ver las comunicaciones. Había una pantalla denominada Data Feed, donde aparecía una diapositiva de la fábrica, otra con el organigrama de la compañía y otra con datos cuantitativos de la producción. Además, había una pantalla llamada algedónica, que mostraba las interacciones de flujo que se estaban produciendo”, contó Walker.

Otra pantalla, que usaba teletipos, transmitía la información -en línea- de las empresas. “Era como usar Internet o el correo electrónico hoy”, agregó Walker.
Pedro Domancic, rector de la universidad Arcis, también participó en el proyecto. “Beer tenía la concepción de construir un cerebro pensante, donde los expertos instalados en los sillones funcionaban como las neuronas del sistema”, explicó.

El giro político

La utilidad política mostrada tras el paro de octubre, le dieron a Synco un giro que terminó desencantando a Beer. Él pensaba en un sistema que democratizara la organización productiva. Su utopía era el uso de la cibernética para que las personas pudieran influir en las decisiones importantes. Uno de sus proyectos más queridos, por ejemplo, era el “People Project”, que consistía en instalar en todas las casas un dispositivo que le permitiera a la gente opinar sobre las políticas gubernamentales. Buscaba un cambio radical de la estructura y pensaba que bajo el gobierno de Allende eso sería posible. Pero la inestabilidad política y las urgencias económicas transformaron a Synco en una herramienta de administración de lo urgente. Un arma que aceleraba la toma de decisiones, pero no lograba desencadenar el cambio social que era posible a través de esta tecnología.

Miller entrevistó a Beer poco antes de que muriera y este le confirmó que el 8 de septiembre, tres días antes del golpe de estado, se dio la instrucción de que la sala de comandos fuera instalada en la Moneda. La investigadora confirmó con ingenieros de Synco que se dieron pasos para hacer eso.
-Miembros del proyecto visitaron La Moneda el 10 de septiembre de 1973 para ver si era posible reubicar la sala sin alterar mucho la arquitectura del palacio- cuenta.

Entonces vino el golpe. Los encargados del proyecto tenían la orden de destruir el software que daba vida a Synco para evitar que esta tecnología de punta cayera en poder del enemigo, pero a última hora decidieron no hacerlo. Los militares allanaron las dependencias e interrogaron a los investigadores.

-Les preguntaron cómo funcionaba el sistema y si era cierto que permitía controlar la sociedad- cuenta Miller. Agrega que los técnicos explicaron los conceptos teóricos que fundaban este tipo de control: más democrático y participativo.

Los militares no entendieron nada y destruyeron todo.

Allende en red

Párrafos de la presentación grabada por Allende y que daba la bienvenida a los visitantes a la sala de control de Synco.

•”Ahora que ustedes están en esta sala por primera vez, seguramente la encuentran bastante extraña, pero yo puedo asegurarles sobre la base de mi propia experiencia que lo que ustedes van a ver no es ciencia ficción sino ciencia real. Estos equipos funcionan y todos podemos entenderlos. Más aún, nosotros mismos vamos a usarlos. Sí, compañeros, seremos nosotros quienes usaremos estas máquinas y no van a ser las máquinas las que nos usarán a nosotros”.

•”El gobierno tiene por primera vez la oportunidad de manejar problemas complejísimos con la ayuda de la ciencia moderna y en particular del computador electrónico”.

Refiriéndose a su presentación grabada, Allende agregaba:
•”Ustedes pueden pensar que el hecho de dirigirme a ustedes en esta forma tiene algo de inhumano. Pero también deben reconocer que es evidente que no puedo estar presente para recibir en carne y hueso a todos los grupos. Tampoco podrían hacerlo los ministros. En cuanto a la explicación de la sala misma, nosotros queremos que todos y cada uno reciban la presentación más perfecta que nuestros ingenieros puedan entregarles. Por eso es que no hemos querido dejar sin atar lo que ustedes van a oír. Por eso, también, no debemos sentirnos incómodos si estamos usando este pequeño producto de la ciencia que es la grabación. Después de ella ustedes podrán discutir personalmente todo lo que quieran con los compañeros que trabajan en la sala”.

•”Esto es para que ustedes lo usen y por eso les pido que lo usen intensamente, que lo usen correctamente”.


la investigadora

El primer encuentro de Miller con el proyecto Synco fue en una nota a pie de página de un libro de Armand Mattelart (coautor, junto a Ariel Dorfman, del libro “Para leer al Pato Donald”). Allí se mencionaba al pasar un centro de control de la producción que funcionó bajo Allende. Desde ese momento, el proyecto Synco se transformó en su tesis para doctorarse en el Instituto Tecnológico de Massachusetts.

Miller ha entrevistado a ingenieros y dirigentes que participaron y conocieron del proyecto. También habló con Stafford Beer quien murió en 2002. Su investigación marcha hacia la etapa final. Sólo le falta conversar con obreros de las fábricas que participaron de la red. Quiere saber cómo sentían y participaban en este proyecto. The Clinic se ofrece para servir de contacto con la investigadora a todos los trabajadores que tengan algo que decir sobre Synco.

La sala central del sistema Synco fue inaugurada por Allende en diciembre de 1972. Su diseño está inspirado en las salas de guerra del ejército inglés. Las sillas no tienen teclado debido a que los técnicos que usarían el sistema no sabían escribir a máquina. Todo se controlaba con unos pocos botones. El diseño contemplaba rescataba la idea del socialismo con empanada y vino tinto. En el brazo izquierdo, la silla tenía un cenicero y un posa vaso. En la estructura original estaba contemplado un frigobar.

Diagrama de la estructura de la sala de comando. El concepto futurista de la obra fue del alemán Gui Bonsiepe, quien trabajó en Chile entre 1968 y 1973. Bonsiepe dejó una profunda marca en toda una ge-neración de arquitectos con sus ideas sobre el diseño industrial.

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