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Opinión

11 de Septiembre de 2013

Orlando Letelier: Al servicio de la vida misma

Por Luis Ulibarri(Revista Paloma, 3 septiembre 1970) -Lo entrevistamos cuando recién debutaba como ministro del Interior. Pero la realidad política chilena –cambiante todos los días- hizo variar nuestros más periodísticos intentos de “sujetarlo” como jefe del gabinete hasta el día que apareciera esta revista. Hoy día está en otra cartera. Desde el momento en que […]

Archivo The Clinic
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Por Luis Ulibarri
(Revista Paloma, 3 septiembre 1970)

-Lo entrevistamos cuando recién debutaba como ministro del Interior. Pero la realidad política chilena –cambiante todos los días- hizo variar nuestros más periodísticos intentos de “sujetarlo” como jefe del gabinete hasta el día que apareciera esta revista.

Hoy día está en otra cartera.

Desde el momento en que asumió el cargo de ministro del Interior y, más que eso, el timón del Gabinete de Seguridad Nacional, ORLANDO LETELIER DEL SOLAR ha permanecido en silencio. Presa difícil para los periodistas y poco aficionado a las entrevistas, su presencia en el cargo de mayor confianza del Presidente de la República –en un momento clave de la política chilena- ha despertado todo tipo de interrogantes.

Especialmente, ante la gran masa del público, que de la noche a la mañana lo vio transformarse de embajador chileno en Washington, en político activo. Ese público, lejos de identificarlo con el político combatiente, ve en Letelier al típico funcionario internacional, con la sonrisa amplia, la respuesta a cualquier interrogante, viajando de embajada en embajada.

La entrevista pudo no haber sido. Un llamado telefónico del Presidente Allende, el anuncio de un nuevo atentado, o una crisis de Gabinete, todo eso habría complotado en contra de nuestras mejores intenciones de robarle unos minutos de descanso.

Y esto sucedió al mediodía de un domingo, recién solucionado el conflicto de la locomoción colectiva; recién reorganizado el nuevo gabinete, y minutos antes que Orlando Letelier se reuniera con las autoridades de la Universidad de Chile para ver el caso del Canal 9. Un momento de descanso bastante sui géneris: nada más que la hora de almuerzo.

Llegamos al hogar de los Letelier-Morel (que en buenas cuentas no es su hogar, porque el departamento pertenece al escritor Fernando Alegría, radicado en Washington), un departamento en el octavo piso de un edificio muy céntrico. Allí viven hace cuatro meses el ministro, Isabel Morel –su compañera-, y los cuatro hijos lolos del matrimonio: Cristián, José, Francisco y Juan Pablo. Frente a un enorme ventanal que mira al Parque Forestal, el ministro Letelier leía toda la prensa nacional e internacional distribuida en mesas, sillones y hasta en el suelo.

-Soy un lector fanático de la actualidad, y más me gusta recibir la noticia de los cables. El télex es un invento fantástico– dice sonriendo. Esa sonrisa amplia, amable y muy diplomática es la que nos recibe. Orlando Letelier inspira confianza desde el momento mismo en que una se instala frente a él. Su cancha, su savoir faire acumulado en más de doce años de vida diplomática, no son puro cuentos. Están ahí presentes, en el momento de intercambiar el primer saludo.

BUENA SALUD Y… VESICULA

-Después de unos días al timón del Gabinete, ¿qué significa ser ministro del Interior?
-Significa una responsabilidad enorme, demasiado grande. Significa sueño, cansancio y un poco de frustración al no poder estar más tiempo con la familia y los hijos. Pero es responsabilidad grande, dado los momentos que vivimos. El panorama ha sido complejo desde que asumí. Piense usted en las últimas semanas: sabotajes, problemas vinculados con el terrorismo, huelgas. Uno absorbe tal cantidad de información durante el día, y es necesario poder sistematizarlo todo, cada cosa en su lugar. Y, para ello se requiere buena salud y… buena vesícula…

-¿Y eso usted, lo tiene?
-Afortunadamente sí. Soy un animal sano, de excelente salud, y eso me ayuda mucho.

De temperamento tranquilo, aunque impulsivo y muy vital a veces, Orlando Letelier ha aprendido a tomar las cosas con sangre fría, después de una trayectoria desafiante en organismos económicos internacionales, todos vinculados con una economía de altas esferas, y con política de país a país. Su carrera ascendente por el mundo diplomático fue más bien meteórica y comenzó poco después de la campaña presidencial de 1958, cuando era un joven que aún no se acercaba a los treinta años.

LOS PRIMEROS AÑOS

Temucano de nacimiento (“soy completamente de Temuco”, dice parodiando a Pablo de Rokha), Letelier tuvo poco contacto con el campo, porque era muy niño cuando se trasladó a Santiago. Su padre era un hombre vinculado a las letras. Tenía una imprenta y estuvo a cargo de una editorial en Concepción.

“Era radical… y en esos tiempos eso era ser sumamente izquierdista. Por sus tendencias a veces le clausuraron periódicos en Temuco, de modo que mis ideas de izquierda tienen algo de familiar. La verdad es que siendo joven a mí me importaba bien poco la política, y menos la idea de la socialización. Usted sabe, uno cuando muchacho, cuando adolescente, pasa por una etapa de un espantoso individualismo. Sólo cuando estaba en segundo año de la Universidad pude madurar en mi relación con la sociedad. Antes, el individuo era lo más importante. Todo ese mundo de Herman Hesse. A los 21 años empecé a despertar.

-¿A qué? ¿Por qué?
-A lo social. Debido a nuevas lecturas y largas conversaciones con dos hombres para mí muy importantes: Salvador Allende y Salomón Corbalán. Trabajé después mucho tiempo cerca de ellos y de las ideas socialistas. En 1958 formé parte del equipo de técnicos e independientes que trabajó por candidatura de Salvador Allende, cuando por el Catapilcazo, perdimos por 30 mil votos. Después de eso ingresé al partido.

-¿Y por qué al Partido Socialista?
-Porque era la agrupación a la que estaba más vinculado. Mis amigos, mis colegas, mis compañeros estaban en los últimos años de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. Claro que nunca fui el clásico político combatiente, de asambleas. Me vinculé mucho a la economía, y eso me hizo ser más bien un socialista abocado a tareas bien específicas. Primero fui Jefe de Estudios de Mercado del Departamento del Cobre, pero con Alessandri perdí mi trabajo.

Ya entonces Orlando Letelier era un personaje clave en el Departamento del Cobre. Estuvo a cargo de un importante informe chileno ante las Naciones Unidas, donde se deducía que el cobre debía ser retirado de la lista de materiales estratégicos sometidos a restricciones en su comercio internacional. Además, le tocó iniciar la venta de cobre chileno a la Unión Soviética. Pero después que terminó la campaña del 58, Letelier se vio violentamente en la calle, sin trabajo, con un niño de tres años, otro de dos y una guagua de meses.

ISABEL Y LAS MARIONETAS

Isabel Margarita Morel se llama la esposa del ministro. Es morena, atractiva y, a primera vista, tímida y sonriente. Se conocieron comiendo en casa de una amiga común, y por largo tiempo fueron amigos antes de enamorarse. Isabel era una seria estudiante de pedagogía en castellano y filosofía, y si hubo algo que los unió desde el comienzo del pololeo, fue la afición común que ambos sienten por el teatro.

Entusiasta por el arte, Isabel montó un teatro de marionetas, las Marionetas de “Maese Pedro”, con muñecos enormes, de muchos colores y fantasía, que servían para entretener las matinés infantiles. Orlando, un novio comprensivo y amante del teatro, abandonaba sus códigos y asuntos de economía, y se convertía en la voz gruesa del apuesto príncipe en las marionetas.

Se casaron hace diecisiete años. Desde entonces tienen un proyecto común respecto a su participación en la vida política y social del país, y respecto de la educación de los hijos. Estos mismos hijos, que hoy día son cuatro lolos maceteados, muy serios, muy compañeros (“salvo uno que me salió medio trotsko”), y seguramente muy desconcertados, ahora que debieron regresar a Chile después de una larga estadía (más de diez años) en los Estados Unidos.

-¿Y qué quedó del actor potencial, el amante del teatro?
-La verdad es que, siendo universitario, ingresé al Teatro Experimental, y tuve clases con Pedro Orthous, con Domingo Tessier y Roberto Parada, pero jamás me subí a un escenario entonces. Mi único papel lo representé en actuaciones universitarias, haciendo “Nuestro Pueblo”, de Thorton Wilde. Ahora que regresé a Chile, me apena no haber visto teatro, y a grande amigos como Pedro Orthous… Sí, creo que podría decir que soy un actor frustrado.

EMBAJADOR

Cuando resultó elegido el Presidente Allende, la responsabilidad de la embajada de Chile en Estados Unidos cayó como la cosa más lógica sobre la persona de Orlando Letelier. La atención del mundo se volvía hacia este pequeño país que había decidido recuperar su independencia económica, a costa de lesionar los intereses del imperialismo norteamericano.

Orlando Letelier vivió en Washington, en la embajada ubicada en Massachussets Avenue, la nacionalización del cobre; la deducción de rentabilidad excesiva, el caso de la ITT y todas las embestidas del gobierno norteamericano por derrocar el gobierno chileno elegido constitucionalmente.

Se precisaba haber vivido mucho tiempo en terreno y conocer la sicología yanqui para ser un embajador, político, y un constante charlista que debía explicar una mil veces el sentido del proceso chileno. La imagen del plácido embajador que vive en cócteles y bailes de gala, se esfumó para dar paso a la de un político muy cauteloso, actuando en un país tan especial, y en una circunstancia tan especial.

Chile siempre ha estado por la política de mantener un diálogo y con las puertas de la diplomacia abiertas a su embajada en USA, a pesar de muchas otras dificultades. Hasta El Mercurio alabó la gestión del embajador, diciendo: “Ningún chileno tiene una noción más clara del punto de vista norteamericano que el amable pelirrojo Letelier”.

-¿Qué significó ser embajador de Chile en momentos tan decisivos?
-Esa fue una experiencia clarificadora y enriquecedora. No obstante conocer a fondo Estados Unidos, pude vivir de cerca y estar en contacto con las corporaciones transnacionales. Ahí uno se da cuenta que la escala de valores nuestra es tan distinta a la de ellos. Para un ciudadano norteamericano, la deducción de rentabilidad excesiva, esto de que Chile descontara aún más de 700 millones de dólares les parecía cosa increíble. Inmediatamente se contaron fuentes de financiamiento y líneas de crédito para nuestro país. Luego la ITT, de la que todavía los diarios hablan hasta hoy; el asalto a nuestra embajada. En verdad fueron momentos duros. Uno se da cuenta que son dos cuadros culturales diferentes; para nosotros es legítimo que nuestra riqueza, nuestro cobre, sea nuestro; para ellos, los valores de propiedad son sustantivos, ellos no conocen los conceptos de solidaridad humana, que aquí hemos entendido bien en los últimos años. Pero lo cortés no quita lo valiente. Usted, se imaginará que las conversaciones entre Nixon y Chou En Lai no son a garabato limpio. Ni yo andaba con una escopeta frente a cada norteamericano…

LA PAZ DE LOS CHILENOS

Isabel y los hijos también jugaron un papel importante, en la permanente tarea de difundir la imagen chilena. Charlas, conversaciones, con estudiantes “en vez de dos éramos cuatro o más”, dice ella. En el camino granjearon muchos amigos. El llamado de Chile para que Orlando Letelier se hiciera cargo de una cartera de gobierno, en los tensos momentos podría haber sido un sacrificio para otro, que como Orlando Letelier gozaba de una excelente posición internacional.

-Una de las cosas que me hacen sentirme realizado (aunque parezca burgués), son mis cuatro hijos, y lo otro, es estar dispuesto a enfrentar las tareas que mi partido y el Gobierno Popular creen que debo cumplir. No hago cuestión de ello, y, al contrario, me siento feliz de cumplir con mi responsabilidad revolucionaria.

-Aunque ser ministro del Interior no sea la tarea más grata hoy…
-Es cierto que se dan condiciones más difíciles. Hoy me habrán llamado diez veces en la mañana. Las informaciones son múltiples. Si me pregunta cuál es un día normal, no sabría decirle a qué hora empieza, ni cuando termina. Vivimos en un momento de tensión, y el ministro del Interior debe estar en todas partes; es el más ligado al presidente, de él depende el gobierno Interior, la seguridad, Investigaciones, Carabineros y muchas dependencias más. Imagínese en momentos de conflicto, en que todas ellas se ven involucradas. Como embajador yo planificaba un poco mi vida. Ahora, ser ministro del Interior significa ducharse, salir a la calle, llegar al despacho y actuar según “lo que la vida diga”.

-¿Su proyecto más importante?
-Desearía que en esta gestión mía pudiera establecerse la paz y la seguridad para los chilenos. Estos son dos condiciones indispensables para la construcción de una sociedad socialista.

-¿Si volviera a nacer, elegiría el mismo camino?
-Estoy muy satisfecho con mi vida. Tal vez soy un actor o un agricultor frustrado, pero a veces hay que sacrificar el individualismo. Este negocio de llegar a una sociedad más justa, requiere del trabajo colectivo. Por eso esta responsabilidad de ministro no me asusta.

Frases destacadas

“La verdad es que siendo joven a mí me importaba bien poco la política, y menos la idea de la socialización. Usted sabe, uno cuando muchacho, cuando adolescente, pasa por una etapa de un espantoso individualismo”.

“Si me pregunta cuál es un día normal de trabajo, no sabría decirle a qué hora empieza, ni cuando termina. Vivimos en un momento de tensión, y el ministro del Interior debe estar en todas partes”.

“Desearía que en esta gestión mía pudiera establecerse la paz y la seguridad para los chilenos. Estos son dos condiciones indispensables para la construcción de una sociedad socialista”.

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