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Opinión

16 de Septiembre de 2013

Categorías de borrachos, por Joaquín Edwards Bello

Según el escritor chileno, nuestro país cuenta con al menos seis tipos de curados: el borracho magnético, el borracho sagrado, el borracho resentido, el borracho genealogista, el borracho plañidero y el borracho cantor. Pase y vea si cumple con alguno de los perfiles.

Archivo The Clinic
Archivo The Clinic
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Hablamos de borrachos. Juan Luna conocía diversas clases de borrachos, a saber:

el borracho magnético,
el borracho sagrado,
el borracho resentido,
el borracho genealogista,
el borracho plañidero,
el borracho cantor.

El magnético pretende que todo el mundo se le acerque y esté pendiente de él; llama a voces a las personas que pasan y las convida a su mesa; para el magnético no hay desconocidos y vive en un estado comunicativo, de terremoto. El borracho sagrado es el joven de buena familia, que se toma toda clase de libertades en la cantina, en el cine, en la calle y dondequiera se encuentre. Si algún imprudente protesta, sus conocidos se le acercan y le dicen al oído:
No sea bárbaro… ¿No sabe quién es?

El borracho sagrado tiene pase libre en cantinas, en calles y teatros. El borracho resentido se acerca, generalmente, cuando estamos solos y nos dice:
Usted no se acuerda de mí. Yo soy fulano de tal; aunque me ve así, yo tuve una gran posición. Hace poco lo vi a usted y pasó de largo; muchas veces quise hablarle, pero me pareció que usted me esquivaba.¿Se acuerda de mí? ¿Cómo me llamo?

El borracho genealogista nos dice:
Yo soy Moncada, pero no de los Moncada de aquí, sino de los verdaderos Moncada, de Chillán, descendientes del conquistador Moncada y Campofrío de Villarroel; soy pariente del duque de Alba y de la familia real española; pero no de los Borbones advenedizos, de rama francesa, ni de los Habsburgos, sino de los reyes de Castilla. Por eso me río de esta sociedad de siúticos advenedizos.

El borracho plañidero se acuerda de su niñez y de su mamita: en medio de las copas y botellas inclina la cabeza y suelta lágrimas avinadas.

El borracho cantor se pone en medio del restaurante y saca un vozarrón de ultratumba, uno de esos vozarrones de viejo mendigo, y se lanza con una ópera espantosa, como la pesadilla del arte lírico de 1900, en la época del gas y del foyer del Municipal. Uno cree ver pasar los espectros de Giraldoni, Bassi, de Inocenti…
-Te olvidas del borracho matón dijo Sabastián Dax una noche me salió al encuentro uno de ellos y me dijo:
-Hace tiempo que tengo ganas de pegarle.
-¿A quién?
-A usted.
-¿Y por qué?
-Porque me da la gana.
-Mire. Déjelo para otro día. Esta noche tengo mucho trabajo.
-No. Tengo que pegarle ahora mismo.
-Hombre, le suplico. Voy a escribir ahora mismo. ¿No le daría lo mismo pegarme mañana?
-No. Ahora mismo. Quiero aprovechar la ocasión para pegarle ahora.
Diciendo así, hizo un molinete con los brazos y cayó al suelo. Unos minutos después roncaba cuan largo era.
-Será bueno llevarlo a su casa dijo alguien.
-No -dijo Dax-. No. Déjenlo dormir. El pobre debe estar soñando que me pega.

La mañana siguiente, a las ocho, llegaba a mi oficina y el borracho seguía durmiendo en el mismo sitio.

-La mejor de las enseñanzas que recibí de mi padre –siguió diciendo Dax fue la de saber decir no. El hombre que no sabe decir no es un mamarracho. Mi padre creía que un no a tiempo nos libra de innumerables peligros, sobre todo entre borrachos. Es preciso saber cortar o poner límite a las cosas. Los mayores crímenes, las enemistades, los desastres personales, provienen de la impotencia para decir no. Si uno aceptara todo lo que proponen los amigos, ya estaría mucho tiempo ha con un palmo de tierra encima del esqueleto. El defecto primordial de los chilenos consiste en no saber medirse o limitarse. Uno llega al restaurante o cantina, y toma una copa; llega otro e invita, y otro más… después el camarero dice que alguien nos llama para que le hagamos compañía. Otro nos tira de la solapa y nos presenta a sus amistades. Pues bien: si no sabemos decir un no más grande que una catedral, estamos fritos. No, no y no. En el momento de negarnos haremos un papel bastante deslucido. Al día siguiente es cuando tendremos cara de victoria. El no libra de la horrible cirrosis.

*Incluido en la “Antología del humor literario chileno”, de Roberto Merino, Editorial Sudamericana, 2002.

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