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Opinión

5 de Octubre de 2013

Una Batalla, pero No la Guerra

Escribo a las tres de la mañana de hoy jueves. El plebiscito ya es un hecho del pasado. No conozco los resultado finales, pero sé que ganó el “No”. Así lo indican todas las tendencias. El veredicto de las urnas ha sido categórico. Creo que no es la hora de las recriminaciones. Algunos van a […]

Joaquín Lavín Infante
Joaquín Lavín Infante
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Escribo a las tres de la mañana de hoy jueves. El plebiscito ya es un hecho del pasado. No conozco los resultado finales, pero sé que ganó el “No”. Así lo indican todas las tendencias. El veredicto de las urnas ha sido categórico.

Creo que no es la hora de las recriminaciones. Algunos van a decir mañana que se debió haber hecho tal cosa o tal otra. Es probable. Tengo también mi propia opinión, pero no vale la pena discutirlo. Es en tiempos como esté cuando, manteniendo la calma y la cabeza fría, se prueba el valor y la fortaleza de los que defienden sus ideas.

Querría decir tantas cosas en este momento, pero es mejor que los sentimientos den paso a las realidades. La primera gran realidad es que, pese al resultado del plebiscito, el Gobierno de las Fuerzas Armadas ha culminado con éxito su gestión. Podrán decir lo que quieran, pero es innegable que el Chile de hoy es absolutamente diferente del que ellas recibieron el 11 de septiembre de 1973. El país ha cambiado, en lo económico y en lo político. Se ha modernizado. Sus empresas son más eficientes y competitivas. Estamos integrados al mundo y generando polos de desarrollo que han creado empleo y mejores expectativas de vida. Sé que en muchos de esos polos de desarrollo ayer ganó el “No”. Es el caso de Curicó, de Concepción o de Copiapó, entre otros. Sería absurdo pensar que sus habitantes votaron contra los frigoríficos, contra los bosques o contra los parronales. Los que eligieron esa opción tendrán sus razones, pero todos nos beneficiaremos si las modernizaciones de estos años continúan. No las pongamos en riesgo.

Las Fuerzas Armadas han demostrado también su capacidad para hacer cumplir estrictamente el itinerario constitucional trazado en 1980, dando un ejemplo al mundo que los corresponsales extranjeros que hoy nos visitan no podrán dejar de reconocer. Paso a paso todo se fue dando: las leyes orgánicas constitucionales, la inscripción en los registros electorales, la formación de los partidos políticos, y finalmente el plebiscito. Fue, como siempre se dijo, libre, secreto e informado. Hasta con quince minutos por cadena nacional de televisión por cada noche, que no debe ocurrir en casi ningún país del mundo. Y la oposición, que no creía en ese calendario, terminó participando plenamente, e incluso ganando dentro de las propias reglas del juego constitucionales. Es sin duda un ejemplo. Y también un ejemplo de honestidad por parte de los hombres de armas que los del “Sí” y los del “No” debemos reconocer.

El Partido Comunista y otros sectores seguirán atentando contra la institucionalidad y el terrorismo puede seguir cobrando víctimas inocentes.

Lo que queda ahora para terminar esa obra es hacer cumplir estrictamente la Constitución. El triunfo del “No” representa un camino que también está trazado. El Presidente Pinochet debe seguir un año más, para ir a elecciones presidenciales directas, simultáneas a las de Congreso, en diciembre de 1989. No va ser un camino fácil. Hay que calmar los ánimos. Se dijeron muchas cosas en esta campaña, por lado y lado, algunas de ellas muy duras. Ataques personales que ni ellos ni nosotros debimos hacer. Se sembraron expectativas que todos sabemos que no se pueden cumplir. El Partido Comunista y otros sectores seguirán atentando contra la institucionalidad y el terrorismo puede seguir cobrando víctimas inocentes. Tendremos que convivir personas de múltiples tendencias, pero por sobre todo respetamos la institucionalidad y rechazamos el violentismo. Necesitamos a las Fuerzas Armadas para que sigan conduciendo al país durante este año, hasta entregar el bastón de mando, ordenadamente, en la forma que lo prescribe la Constitución.

Quiero dirigirme ahora a los que ayer votamos por el “Sí”. Una primera gran reflexión: ¡Somos alrededor de un cuarenta y cinco por ciento de los chilenos! ¡Varios millones, en Santiago y en regiones, apoyamos esta opción! Lo digo porque no tenemos derecho a sentirnos tristes. Quizás perdimos una batalla, pero ningún caso hemos perdido la guerra. El 4 de septiembre de 1970, luego de la derrota de Alessandri, la generación de dirigentes demoró años en reaccionar. Muchos de ellos incluso se fueron del país. Nosotros no vamos a caer en eso. Tampoco vamos a perder tiempo. Partiremos hoy mismo. ¡Alrededor de una cuarenta y cinco por ciento de los chilenos cree y apoya nuestros postulados! Lo digo porque los que fuimos partidarios del “Sí” constituimos la mayor fuerza política de Chile. Somos mucha gente.

Los del “No” son más, es cierto, pero forman un grupo muy heterogéneo. ¿Qué une a los marxistas y a los democratacristianos sino una alianza táctica y circunstancial? Despejada la incógnita del plebiscito se iniciarán las peleas entre ellos mismos. Nosotros tenemos que mantenernos unidos. Más que nunca. No es el momento de revanchismos ni de ajustes de cuentas ni de ambiciones personales. El país requiere que estemos a la altura de las circunstancias.

Hay que mirar para adelante. Se abre para Chile una nueva etapa, y nosotros tenemos mucho que decir en ella. Tenemos los equipos, la gente, la fuerza y la organización para seguir entregando al país lo mejor de nosotros mismos. El proyecto de sociedad que soñamos está intacto. Hay que seguir dando la cara y mirando de frente. Y lo haremos en democracia. Aprovechando todas las instancias. En los partidos políticos, y en el Congreso nacional.

No puedo terminar sin referirme a Augusto Pinochet Ugarte. Me imagino que muchos pensamientos deben estar pasando por su mente. Pero los grandes líderes se conocen en los momentos difíciles.

No puedo terminar sin referirme a Augusto Pinochet Ugarte. Me imagino que muchos pensamientos deben estar pasando por su mente. Pero los grandes líderes se conocen en los momentos difíciles. Obtener un apoyo popular de una cuarenta y cinco por ciento de los votos después de quince años en el gobierno, representa una proeza que nadie más ha conseguido en Chile. Y que ese gobierno haya reconocido lealmente el triunfo de sus adversarios políticos constituye un gesto que lo enaltece aún más.

Chile ha dado al mundo un ejemplo de honestidad y convivencia pacifica. Paradójicamente, el triunfo del “No” terminó por desmoronar completamente la muralla de desinformación que la prensa extranjera levantó por muchos años contra nuestro país. La “dictadura” de Pinochet reconoció el resultado electoral luego de un plebiscito que cumplió con todos los requisitos de legitimidad. El mundo recién vendrá ahora a comprender que efectivamente las Fuerzas Armadas chilenas reconstruyeron el país y restauraron la democracia. Más vale tarde que nunca. Una etapa termina y otra comienza. Chile se merece lo mejor.

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