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LA CARNE

24 de Octubre de 2013

Las ocho erecciones que debes evitar a toda costa para no quedar en vergüenza y corromper el orden social

La erección en público es un asunto de Estado. Desde la tierna pubertad hasta la adultez plena, disimular el bulto inesperado es una cuestión de primera necesidad. Vergüenza, pudor y burlas se mezclan cuando el pene se llena de sangre en situaciones no previstas para el orden social. Estas son las más comunes y que debes procurar evitar. Usted, no lo haga.

Por

1- La piscina

El más clásico de los clásicos. El problema comienza en el segundo mismo en que uno se pone el short de turno, cuya malla mísera no aguanta ni la más mínima cuarteada. ¿Pensarán los fabricantes asiáticos que el tamaño oriental no es la norma mundial? No es que seamos el Negro Mafla, pero si ya es difícil controlar la erección fuera del agua, una vez sumergido se torna imposible. Consejo: ponerse igual calzoncillos y/o boxers debajo del traje de baño. De lo contrario, esperar en el agua hasta que el miembro quede convertido en una pasa de empanada pobre.

2- El camarín del colegio

Problema púber que nació cuando el Presidente Eduardo Frei dio rienda suelta a la Jornada Escolar Completa a mediados de los 90. Ningún ser que se precie de decente podía quedarse en el colegio sin ducharse luego de las clases de educación física, a no ser que tu apodo fuera Chancho Man. Por razones equis, el pene se puede parar en cualquier momento, convirtiendo a su portador en el centro de atención del pelusón curso. La vergüenza es total. Consejo: manejar el arte de la toalla.

3- Cuando te abraza una compañera de curso

La pubertad es una época difícil, pero rica. Uno no sabe muy bien cómo comportarse ante el sexo opuesto en situaciones de acercamiento erótico. En séptimo básico, los abrazos de las amigas son gratis y como dicen las señoras, no sacan pedazos. No sacan pedazos, pero la sensibilidad por vez primera de tetas y cinturas hacen mierda a los imberbes cuya pirula no responde. Los efectos de esta erección torpe y salvaje son de dulce y agraz. Por un lado, puede haber respuesta positiva y dar rienda suelta a las pasiones compartidas. Por otro, el rechazo puede generar un trágame tierra digno de revista “Tú”.

Ojo que lo de compañera de curso se puede extender a la enseñanza media e incluso a la universidad.

4- En el metro cuando va lleno

Cuando el Metro va lleno el desafío no sólo es entrar y llegar a la hora a la pega o a la U o donde sea que fuere. También es ubicarse en un lugar que respete mínimamente la proxémica. Casi nunca esa meta se cumple, derivando en un nuevo desafío: evitar movimientos y posiciones que induzcan al punteo tan penado por Chilevisión Noticias. Nunca se sabe cuando el cerebro enviará la orden de erección ante una anatomía atractiva ¿Y si se da vuelta y te saca la chucha? ¿Y si te acusan a Carabineros? La línea 1 en hora punta se puede convertir en banner de Xvideos si la ingenuidad te vence.

5- En vivo en la tele: Sin comentarios

6- En el doctor

En algunas ocasiones ir al médico implica desnudo total. Cuando se está en la sala de espera, el miedo/expectación a que la enfermera sea rica es grande. En ese mismo instante comienza la concentración para evitar que la tula se pare y no saber cómo justificarlo. Pensar en otra cosa y ampararse en la fiebre siempre funcionan.

7- Cuando andai a lo gringo y con buzo

Usar buzo hoy no es moda. El imperio del pitillo y el pantalón de tela no dan cabida al legendario buzo con puño en los tobillos. En un mundo desarrollado, andar con salida de cancha por la vida es marginarse. Hacerlo a lo gringo es caer en la indigencia. Cuando te arriesgas, evitar que se te pare es un proeza que merece Premio Nacional. Si no tienes talento, el consejo es aplicar el popular “ahorcado” (sellar la parte superior de la tula con el elástico de la prenda).

8- Cuando usai Boxer suelto

Hasta hace pocos años, el boxer apretado tipo Pato Laguna no era de uso masivo. Los chilenos preferían el poco fino slip o el destartalado boxer suelto, furor entre los hardcoritos y los pokemones que usaban los pantalones “a media raja”. Ese tipo de ropa interior es un arma de doble filo. Tan cómoda como parece te puede llevar a las situaciones más embarazosas debido a su incapacidad de contener una levantada de carpa.

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