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LA CALLE

27 de Octubre de 2013

Carta abierta a un facho pobre

Del archivo de Noesnalaferia Por Arolas Uribe Usted cree que somos enemigos, pero no. Somos hermanos que han pasado por las mismas cosas: con su hijo fuimos compañeros de curso en el colegio con nombre de buque militar; mi mamá se encuentra con usted en la mañana cuando esperan la micro; nuestras casas pareadas son […]

Por

Del archivo de Noesnalaferia

Por Arolas Uribe

Usted cree que somos enemigos, pero no. Somos hermanos que han pasado por las mismas cosas: con su hijo fuimos compañeros de curso en el colegio con nombre de buque militar; mi mamá se encuentra con usted en la mañana cuando esperan la micro; nuestras casas pareadas son iguales, pero pintadas de diferente color. Somos hermanos de barrio, de clase si me permite un término que sé que usted odia. Por eso, nunca voy a verle como enemigo, aunque sé que usted a mí sí.

Nuestra diferencia es moral, nunca material. Tenemos las mismas expectativas de vida. Y pese a eso, usted rema del lado equivocado. Nunca voy a entender a los pobres como usted, que se alimentan y promueven los argumentos y silogismos más extraños e incomprensibles: “Si Pinochet gobernara, todos seríamos ricos”, “los comunistas no creen en dios, dios es amor, por eso, los comunistas sólo tienen odio en su corazón” o “hay que votar por la derecha, son los que tienen la plata, los que saben gobernar porque dirigen empresas”. No sé si reír o llorar.

Yo pienso tan opuesto. Primero, nunca podría avalar a Pinochet. La humanidad es un gran continente y cada vez que un trocito de tierra se desprende, me siento incompleta. El genocidio es una locura indefendible. Tampoco creo en la meritocracia, sé que la movilidad social es una ilusión y sólo es una realidad la capacidad de endeudamiento. Sé que la derecha y lo que usted conoce como izquierda, la Concertación, son la misma ideología neoliberal, que construyen un mundo opuesto al que me gustaría vivir. Además, la derecha chilena es una bestia hipócrita que comió de un festín de muertos y hoy lo niega, con la barriga llena. Y usted, usted piensa que está bien que hayan matado a sus hermanos de clase, porque andaban metidos en cuestiones.

Usted también es de los que comparte que maten a todos los flaites. A usted se le olvida que a los ojos de un rico, usted también cabe en esa categoría. Cuando un rico mira hacia abajo, desde la burbuja altar en que vive, mira a todos como una masa gris de flojos que quieren todo gratis. Nos ven como usted ve a los chinos. ¿Se ha fijado en la cara de asco que ponen las pelo lais cuando ven a un moreno vestido con ropa deportiva o a una chiquilla de cejas muy depiladas, teñida rubia? ¿Se ha fijado cómo se ríen de la manera en que hablamos? Ellos no diferencian entre los subversivos y los acatadores.

Por una cuestión de piel, de tripas, nunca podría defender a quien se ríe de mí, de los míos. Es una actitud anormal hasta con nombre científico: mal de Estocolmo. Usted padece de eso, usted defiende al matón del curso que le hace “bullying”. Usted defiende al patrón que le pega latigazos y goza de ellos. Usted es un masoquista que piensa que resistiendo sumiso, algún día va a ser enaltecido por su opresor. Pero se equivoca. Su amor por la clase alta nunca tendrá condecoración. No sea ingenuo, vecino.

La verdadera elite chilena se jura de sangre azul y que merecen por gracia divina gobernar este país. En esa loca teoría no cabe la meritocracia ni la democracia, tampoco cabe usted. Usted cree que ser de derecha lo eleva en la jerarquía social. Si estudiara un poco de teoría económica y social, se daría cuenta de lo contradictorio de su pensamiento y entendería por fin que dándole su voto a la derecha, perpetúa aún más la desigualdad social que lo separa de su paraíso rubio y millonario.

A mí me gustaría verlo apoyar al movimiento estudiantil, me gustaría que no se quejara cuando aparecen los de ANDHA Chile en el cauce del Mapocho. Me gustaría que entendiera que por más que trabajemos toda una vida, 50 horas a la semana, el paraíso económico con el que usted sueña es imperfecto. Porque no todo en la vida es tener un plasma en el living, vecino.

Los inútiles y subversivos peleamos por dignidad, por una igualdad espiritual superior a la igualdad de posibilidades de consumo. Yo peleo porque lo quiero y peleo el doble para compensar que usted no salga a la calle, y me da pena y me da rabia e impotencia que no me entienda. Yo peleo para que la niñita que le vende calendarios en el patio de comidas del mall vaya a un colegio que le despierte el espíritu crítico, que le enseñe del mundo y sus cosas horrendas y hermosas.

Lee el artículo completo en Noesnalaferia

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