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Opinión

4 de Noviembre de 2013

Columna de Naschla Aburman: La educación que queremos

* por Naschla Aburman Mucho hemos hablado de educación, pero esquivamos a veces la pregunta fundamental sobre qué educación queremos. Responder esta pregunta abre el espacio para que el país que queremos se transforme en realidad, y eso implica no acotarlo a algunas políticas públicas o cambios cosméticos sino a tener la capacidad y valentía […]

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* por Naschla Aburman

Mucho hemos hablado de educación, pero esquivamos a veces la pregunta fundamental sobre qué educación queremos. Responder esta pregunta abre el espacio para que el país que queremos se transforme en realidad, y eso implica no acotarlo a algunas políticas públicas o cambios cosméticos sino a tener la capacidad y valentía de redefinir la educación. No tener miedo de cambiar lo que conocemos, porque es urgente, porque nos está segregando y perjudicando y porque estamos convencidos de que debe ser distinto.

Durante los últimos años, como sociedad chilena hemos perdido el miedo y alzado la voz para decir que queremos una educación distinta, en especial una educación más igualitaria, que responda a un derecho y no a un bien de consumo. El llamado movimiento estudiantil, que en realidad ha se ha convertido en un movimiento social, logró instalar la consigna de una educación gratuita, pública y de calidad. Sin embargo, las respuestas que hemos obtenido por parte del gobierno si bien han avanzado en equidad, no lo hacen, de ninguna medida en calidad, puesto que no hacen más que profundizar en las lógicas tecnócratas que imperan en la sociedad.

El sistema educativo que tenemos continúa siendo uno que se vuelca sobre profesores, estudiantes y familias, en vez de ser para ellos y con ellos. Nuestro Sistema Educativo deshumaniza,  no permite que la educación sea una herramienta de transformación social, de desarrollo humano, de crecimiento personal y colectivo; y de búsqueda de la felicidad, sino más bien un medio de coerción que conduce a la reproducción de las desigualdades y segregación.

Con la apertura de un nuevo ciclo político y, con el levantamiento de la ciudadanía chilena, hoy tenemos una oportunidad única de crear juntos estos cambios paradigmáticos, que alejen la educación de nuestro país del negocio, la segregación y la falsa libertad, de modo de volver a entender este proceso de formación progresiva durante toda la vida y no como etapas fragmentadas.

No queremos que nuestra educación siga siendo un espacio de diferenciación social, que siga siendo muestra de un sistema económico pensado solo para el bien de algunos y no para el bien común, siga siendo un sistema donde se entienda que lo público es para los que sobran: el transporte público para aquellos que no pueden costear un auto, la salud pública para aquellos que no tienen isapre y la educación pública para aquellos que no pueden elegir. Lo público hoy es lo que sobra, pero debiese ser lo que nos encuentra y, mientras eso no cambie, seguiremos viviendo en un sistema segregador.

Esa segregación es producto de la libertad de la que algunos tanto hablan, la libertad de elegir. A nuestro parecer, esa es una falsa libertad, pues de ella solo gozan algunos, quienes tienen los bolsillos que les permitan decidir qué educación quieren. Así, los ricos estudian con los ricos, y los pobre estudian con los pobres. Lo público es de los que sobran y la sociedad chilena se desencuentra y separa, reproduciendo las diferencias que tanto decimos que queremos cambiar. Para nosotros, la libertad debe ser garantizada a través del derecho a la educación, una educación que sea gratuita y pública, que favorezca el encuentro de los distintos y termine con la reproducción social.

Luego, la pregunta fundamental: ¿Para qué queremos ese encuentro? ¿qué educación queremos en él? Para responder debemos entender que la educación es un proceso continuo e inacabable que se da a lo largo de toda la vida de un ser humano. Así, abordando el sistema educativo formal, debemos considerar la educación inicial, la educación escolar, la educación superior y la educación continua. Y, si bien los primeros años de vida son cruciales para el desarrollo del cerebro humano, todas las etapas de la educación son fundamentales, por lo que al hablar de reformas en el sistema, se requiere fortalecer todas ellas como un conjunto y no una por sobre la otra. Mucho hemos avanzado en comprender que debemos educar desde el año cero, pero nos hemos quedado atrás en cuestionarnos cuál es el sentido de la educación que queremos, qué hombres y mujeres queremos formar y para qué sociedad chilena. Esta es una discusión que todos y todas debemos dar, pero a nuestro parecer es necesario avanzar hacia espacios educativos en que las personas puedan crear, en vez de reproducir, puedan criticar, en vez de recibir. Queremos una educación que en sí sea transformadora, liberadora y que incorpore en esta todo lo que uno es, pero buscando nuevos horizontes para un mundo en constante cambio.

Esta es una discusión y un proceso de cambio que lograremos juntos, todos tenemos que ser parte de este proceso: estudiantes, desde su vivencia  en el día a día en la educación; los profesores, desde su formación docente y sobretodo, desde su vocación y visión generada por su experiencia en el sistema educativo; las familias, que viven diariamente las consecuencias de este sistema aberrantemente injusto; los trabajadores de chile, que se ven forzados a sobrevivir para poder costear las deudas de la educación; los medios de comunicación, como comunicadores de una verdad que hoy se está silenciando y los políticos, porque ya no hay tiempo para promesas y marketing electoral, sino de responder a la demandas estudiantiles que ellos discursivamente han hecho propias. No somos iluminados, no tenemos fórmulas mágicas, no realizaremos los cambios solos, pero tenemos algo que decir y, sobre todo, tenemos algo que hacer con ustedes, para lograr juntos la educación que queremos.

Los grandes cambios, como cambiar la educación, no se consiguen de la noche a la mañana, pero transforman de manera muy profunda nuestra sociedad. Nuestros nombres no serán lo que quedarán en la historia, sino las grandes transformaciones. Probablemente en 40 años, sólo van a recordar que la educación cambió y eso es lo mueve nuestro actuar.

Hoy, tenemos que preguntarnos si queremos ser parte de estas transformaciones, qué país queremos vivir  y desde qué vereda vamos a contar la historia a nuestros hijos.

* Naschla Aburman es candidata a Presidenta FEUC 2014 por Nueva Acción Universitaria (NAU)

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