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Cultura

8 de Noviembre de 2013

Concierto en Santiago: El viaje en la montaña rusa de Blur deja extasiado a sus fanáticos

Intenso, divertido y breve. Como un viaje en montaña rusa. Así fue el concierto de Blur esta noche en Santiago, un país en el que muchos jóvenes veneran el pop británico pero donde incomprensiblemente la banda de Damon Albarn jamás había tocado. Aunque una vez, hace quince años, estuvieron a punto de hacerlo. Todo estaba […]

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Intenso, divertido y breve. Como un viaje en montaña rusa. Así fue el concierto de Blur esta noche en Santiago, un país en el que muchos jóvenes veneran el pop británico pero donde incomprensiblemente la banda de Damon Albarn jamás había tocado.

Aunque una vez, hace quince años, estuvieron a punto de hacerlo. Todo estaba preparado a finales de 1998 para recibirles, pero un acontecimiento torció los planes de los reyes del “brit pop”.

La detención en Londres del exdictador Augusto Pinochet caldeó el ambiente político hasta tal punto que el concierto tuvo que ser cancelado. Argentina y Brasil fueron los países de una gira por Sudamérica que ahora se ha repetido, pero esta vez incluyendo también a Perú, Chile y Uruguay.

Política y música se toparon entonces en el camino de una banda que no le hace el quite a la crítica social, sobre todo cuando los problemas le tocan de cerca, dentro incluso de la propia familia.

Esta noche Damon respiraba por la tarde. Después de irrumpir en el escenario con el entusiasta “Girls & Boys”, el cantante sacó una foto de Frank Albarn, activista de Greenpeace detenido en el norte de Rusia, con la leyenda “Libertad para los defensores del Ártico”.

Y mientras interpretaba “Theres No Other Way”, no dejó de agitar el retrato de su hermano, convirtiendo así en proclama de lucha el gran éxito de su álbum debut, “Leisure”.

De no ser por la ansiedad que causa la espera, la demora en la presentación de Blur ante el público chileno habría carecido de trascendencia, porque la banda de Damon Albarn (vocalista), Graham Coxon (guitarrista), Alex James (bajista) y Dave Rowntree (baterista) suena con la misma frescura que cuando surgió veinticinco años atrás en Colchester (Inglaterra).

Como buen agitador, Albarn adora hacer gamberradas. Sus compañeros se lo consienten todo, incluso que se suba encima del bombo para zapatear “Beetlebum”, el sencillo de “Blur”, el álbum que marcó el cambio de tendencia hacia el rock indie estadounidense.

El viaje en la montaña rusa continuó a lo largo de toda la noche en la pista atlética del Estadio Nacional. Unas veces ascendía lentamente de la mano de “Out of Time”, del último álbum grabado hasta ahora por la banda (“Think Tank”, 2003) y otras se deslizaba sinuosamente por el psicodélico trazado de “Caramel”.

La soberbia interpretación de “Tender”, del experimental y oscuro álbum “13”, quedó flotando en el aire de la noche, retenida por el eco del publico, que la seguía tarareando por su cuenta.

Es cierto que Blur no se ha prodigado mucho en la producción discográfica (siete álbumes en 25 años), pero lo que nadie le podrá reprochar es que no se han esforzado por reinventarse para sonar de manera distinta en cada trabajo.

Y lo mismo sucede en vivo, donde demuestran que son capaces de acelerar de 0 a 100 en apenas tres segundos, los mismos que el público tardó en identificar la contagiosa melodía de “Country House”.

¡Qué gran diferencia entre el directo de Blur y el de Oasis! Mientras que los hermanos Gallagher, sus históricos archirrivales, nunca se preocuparon demasiado por los que sintiera el público, Albarn y los suyos se alimentan de la emoción y la energía de los fans.

Y estos los admiran tanto, que les perdonan la cicatería de un concierto al que por la brevedad le faltaron joyas como “No Distance Left to Run” o “Charmless Man”.

Pero tanto contacto con los espectadores también tiene sus inconvenientes. Hacia la mitad del recital, un espontáneo le robó el micrófono alámbrico (¡sí, alámbrico!) al cantante e intentó usurparle por cuenta de la garganta propia y para riesgo de los oídos ajenos.

Y acto seguido, otro espontáneo se subió al escenario, aunque esta vez estaba previsto.

Fue el histriónico actor Phil Daniels, protagonista de la película de The Who “Quadrophenia”, quien interpretó “Parklife”, un auténtico himno del movimiento “mod”, mientras Damon Albarn corría de un lado para otro del escenario como si estuviera poseído.

Y a pocos minutos del final, el público ya reclamaba “Song 2”, el electrizante tema con el que la banda cerraría la actuación. Convertida en icono del rock de los noventa, esta composición surgió como la burlona respuesta del “brit pop” al “grunge” estadounidense.

La apócrifa canción constituye un cúmulo de coincidencias: es el corte número dos del disco “Blur”, fue el segundo sencillo del álbum, alcanzó el número dos en las listas británicas y australianas y además dura exactamente dos minutos y dos segundos. Tan intensa, divertida y breve como el propio concierto.

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#Blur#música#pop británico

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