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Opinión

12 de Noviembre de 2013

Realojo y resentimiento

Ahora que se nos viene la Nueva Pillería, como dice la Roxana Miranda, es necesario dar cuenta de cómo van a operar los culiados que lo vuelven a intentar y los nuevos que se incorporan. Nos referimos a los operadores y cara de funcionarios que están al acecho de puestos y lugares. Aquí las cosas […]

Marcelo Mellado
Marcelo Mellado
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Ahora que se nos viene la Nueva Pillería, como dice la Roxana Miranda, es necesario dar cuenta de cómo van a operar los culiados que lo vuelven a intentar y los nuevos que se incorporan. Nos referimos a los operadores y cara de funcionarios que están al acecho de puestos y lugares. Aquí las cosas se ven complicadas. Viendo el pulso de la mierda que aromatiza los pueblos abandonados por los que solemos transitar, podemos darnos cuenta que el cerderío socialista y ppd (y decé y radicales) está ahí, babeando al acecho, como impúdica jauría. Se los ve en los bares disputando cuotas, hemos visto a estos malditos reunidos en tugurios de cerveza a litro mostrando afiches y material publicitario; hemos visto también a algunos candidatos a CORE mostrándose indecorosos por la vía pública y teniendo reuniones en tugurios de bohemia insomne.

Están a la caza del tesoro de estar y sentirse en el gobierno. En el área de la cultura, por ejemplo, en la localidad de Toñito Santo los putos socialistas negocian con los que ya sabemos carguitos rancios y la hegemonía territorial. A los ciudadanos de a pie no les queda otra que fiscalizar a estos perros al hueso, a toda esta manga de oportunistas e impostores que van a querer entrar por la ventana o por las puertas estrechas del cuoteo partidario y la corrupción blanda. Los mismos amalditados que desalojaron esas oficinas hace unos años están intentando tomarse de nuevo las amplias oficinas sin ningún asco, más aún, con la soberbia del que vuelve al lugar del cual se sintió despojado con ganas de ajustar cuentas.

Imaginen a un radical que cuando fue desalojado de la dirección regional de educación tuvo que ir a dirigir una escuela perdida de la provincia, porque los municipios afines tenían la misión de absorber al perraje que quedó sin pega. Ahora, ese mismo operador ya está moviendo palillos con los dirigentes locales y nacionales para ser gobernador o para optar a un cargo en el consejo regional de cultura. Lo mismo ocurre con un perro socialista que fue echado en su momento de un servicio de salud, en donde trabajaba en el área de las comunicaciones, y que tuvo que volver a su comuna de origen a mendigar un cargo en la municipalidad y que, por si acaso, ya está postulando a algo en la próxima intendencia regional. Y esto está aconteciendo ahora, en este instante, en la quinta, segunda o décima región. En este mismo contexto, en cambio, suponemos que los compañeros del partido, el único partido posible, están al agüaite esperando las órdenes del comité central.

EL SEDIMENTO ODIOSO
En la feria de los sentimientos (para no decirle mercado), o en esas zonas de la subjetividad en que la emoción la lleva, el resentimiento es un elemento constitucional de nuestro orden social. Ese sedimento de negatividad que surge de una conciencia enfermita que no pudo reciclar un malestar original producto de las humillaciones que nos constituyen y que quedan incrustadas en nuestra memoria odiosa, y que se manifiesta como productividad social en nuestra comparecencia cotidiana. Ese capital maldito, para cualquiera de nosotros, suele elegir la política como una ruta directa para desplegarlo. El resentimiento supone actos de barbarie muy brutales, quizás porque el sujeto resentido busca volver a esa escena dañina primaria y buscar al culpable de la misma. Esta energía nutre la imaginación que teje la ficción, no es posible escribir sin resentimiento, todo lo otro es autoayuda y texto blando.

Como chilenitos estamos impedidos de no odiar, porque estamos todos dañados, el odio parido es un registro necesario de la producción textual y social. Y el cariño o el afecto, incluso el amor, se tiñe de lástima, porque en este contexto no hay sentimientos genuinos, más bien es un sistema de sobrevivencia. Casi todo el sistema de construcción de parejas en nuestra cultura se hace como estrategia sobrevivencial, como un mero negocio afectivo que neutraliza la humillación original. Casi todas nuestras madres alguna vez nos dijeron: “eres igual a tu padre”, en un sentido peyorativo. Sí, la familia disfuncional chilena es fundamental para el desarrollo de esa productividad llamada resentimiento.

Muchos gozamos con la performance de la Roxana Miranda porque se cagó a los ricos de uno y otro lado enrostrándoles su falta de verdad o su impostura política. Queremos ver a estos malditos pagar sus culpas, como estado previo del diseño de país. Ese parece ser el mensaje latente.

Y SE CUELA LA FICCIÓN
Creo que voy a escribir una novela sobre un viejo comunista que su mujer lo deja ir a tomarse unas copitas a un bar cercano a su casa, dos veces a la semana; es un macabeo como todos los compañeros. Esto ocurre en el puerto; y en la barra del mismo bar conoce y traba amistad a un profesor de historia frustrado y en vías de convertirse en alcohólico. El viejo lamenta algunas decisiones estratégicas de las últimas direcciones del partido y se las comenta a su compañero de barra. Esta situación le devuelve un cierto entusiasmo en la vida y pretende usar el relato del viejo militante como eje de una tesis que pretende escribir. La novela comenzaría con el amargo lamento del militante por el camino que ha tomado el partido a partir de la alianza con la Concertación. Lo que llama la atención del joven profesor es que el relato de su amigo no contiene algo que él tiene a destajos, resentimiento. En cambio, exhibe una especie de pragmatismo afirmativo en el que el profe ve una posibilidad de revertir el catastrofismo histórico de la izquierda.
Nota: La expresión culiado o culiao reemplaza al antiguo huevón, y no es un garabato, es una simple muletilla que adjetiva al interlocutor.

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