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Humor

22 de Noviembre de 2013

Imperdible: 10 cosas típicas que sólo un provinciano en Santiago entenderá

Vía Dypia Ser provinciano es una forma de vida. Desde el momento en que abandonas la comodidad de tu vida en región y debes por obligación emigrar hacia la capital, tu vida cambia completamente. No sólo porque te enfrentas a la ciudad más importante del país, sino que también porque adoptas la filosofía del provinciano […]

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Vía Dypia

Ser provinciano es una forma de vida. Desde el momento en que abandonas la comodidad de tu vida en región y debes por obligación emigrar hacia la capital, tu vida cambia completamente. No sólo porque te enfrentas a la ciudad más importante del país, sino que también porque adoptas la filosofía del provinciano en la capital: tienes una extraña relación de amor-odio hacia esta ciudad, te propones burlarte constantemente de la gente que la habita y te haces fanático de la ciudad de la que provienes. Acá presentamos diez cosas típicas que sólo le pueden pasar a los provincianos en Santiago.

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Tú, saliendo del terminal.

 1.- ¿Qué micro tengo que tomar?

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Si los propios santiaguinos sufrieron para adaptarse a su sistema de transporte era obvio que lo tuyo sería peor. Cuando recién llegaste a la capital no podías salir a ningún lado si no consultabas todos los caminos que ibas a realizar y te memorizabas las rutas. Tuviste que incluir en tu vocabulario palabras como: intermodal, troncal, alimentador,  vías exclusivas y vías reversibles, entre otras; incluso imprimiste el papelito donde aparecen las combinaciones que hay que hacer por miedo a perderte. Estamos en el 2013 y aún identificas a las líneas del metro por su color.

"Es imposible perderse", dijeron.

“Es imposible perderse”, dijeron.

 2.- Te emocionaste cuando te topaste con alguien de tu ciudad

"Tú también eres de Pichidangui, no quiero soltarte"

“Tú también eres de Pichidangui, no quiero soltarte”

Es caleta la gente que vive en Santiago, sobre los cinco millones de personas según el Censo de 2002, el último Censo decente que se hizo. Por eso cada vez que salías a la calle y te topabas con alguien que también venía de tu ciudad se producía una situación casi mágica. Ambos se abrazaban y se emocionaban juntos, y no se cansaban de decir lo chico que es el mundo. Quizás, en tu pueblo de origen apenas pescabas a esa persona, pero acá la cosa cambia. Esa misma emoción la puedes sentir cuando en las noticias de la tele aparece el nombre de tu ciudad, uf!, increíble.

¡Dijeron Tocopillaaa!

¡Dijeron Tocopillaaa!

 3.- ¿Dónde se mete esta cuestión?

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Subirse al metro por primera vez es toda una experiencia. ¿Recuerdas ese momento incómodo cuando tenías que meter el boleto y nunca supiste dónde iba? Podías probar varias formas y lugares donde intentar, pero la cuestión no entraba. Atrás tenías la media fila de personas que te miraban con cara de odio y no faltó el pesaíto que te gritó: “Con razón no tenís hijos”.

4.- Se te perdió la cordillera

La Cordillera de Los Andes es un tremendo cordón montañoso que ocupa parte importante de Sudamérica. Además de protegernos de los tornados, esta imponente muralla natural nos sirve como punto de referencia. Bueno, esto funciona en todas las ciudades de Chile, menos en Santiago. ¿Nunca te pasó que saliste de una estación de metro y no encontraste la cordillera? La culpa fue del smog, que te dejó perdido en medio de la ciudad sin cachar para dónde estaba el norte o el sur.

¡Se ve desde el espacio!

¡Se ve desde el espacio!

  5.- La talla más fome del mundo

Probablemente tus primeros días en Santiago fueron los más difíciles; por lo mismo intentar llevarte bien con tus compañeros de la ‘U’ o del trabajo resultaba tan importante. Te apuesto a que quisiste hacerte el chistosito y sorprender a tus recién conocidos haciendo parar con la mano un metro que entraba al andén (de la misma forma como haces parar una micro). La talla no estaba completa si, mirando el número que aparece en el parabrisas de la máquina, no le preguntabas a tu amigo: “¿esta nos sirve?”. Lo que no sabías es que ésa es, oficialmente, la talla más fome del mundo.

6.- Qué pena tu lluvia

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Burlarte de los santiaguinos por cómo reaccionan ante la lluvia se ha transformado en uno de tus pasatiempos favoritos. Es que, claro, en la capital no llueve cómo llueve en tu pueblo, ahí sí que llueve y nadie se queja, mientras que en Santiago caen unas gotitas y queda la cagá y bla bla bla. Pero seamos justos: ¿Alguna vez has visto un paso bajo nivel en Chimbarongo o en Hornopirén?

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 7.- Increíble, las tiendas no cierran

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En tu pueblo natal podías salir de compras sólo los días de semana y en algunos momentos del día. Es muy común que los locales cierren a la hora de almuerzo y ni hablar los feriados o fines de semana. Pero quedaste con la boca abierta cuando descubriste que en Santiago el comercio prácticamente no cierra, es más parece que la gente se pone de acuerdo para comprar los domingos. ¿Nadie almuerza en esta ciudad?, ¿no hay descanso?

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