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Nacional

22 de Noviembre de 2013

Tomás Jocelyn Holt: El candidato número nueve

No sólo era el nueve en la papeleta, sino que también ocupó el noveno lugar en el recuento de votos. Seguimos a Jocelyn Holt durante todo el día de las elecciones: desde que dijo que iba a pasar a segunda vuelta, hasta que los 12.830 sufragios que sacó lo convirtieron en el candidato presidencial menos votado desde 1990. Acá, la crónica de una derrota histórica.

Jorge Rojas
Jorge Rojas
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FOTOS: Alejandro Olivares

“Las matemáticas dan”, dice Tomás Jocelyn Holt, mientras se engulle un trozo de pan. “32% para Bachelet, 15% para Matthei, 8% para Marco Enrríquez, 9% para Parisi, y queda un 36% disponible. Las matemáticas dan”, agrega con fe.

Las estadísticas de Jocelyn Holt, sin embargo, son números imaginarios. Estamos en el día de la elección presidencial y en 20 meses de campaña nunca hizo una encuesta. Todos los análisis de los expertos, además, lo sitúan como el candidato que menos votos sacará hoy. Para él, sin embargo, las matemáticas dan: Tomás tiene la esperanza -a esta altura para nada secreta- de que este 36% del que habla, esté pensando en este momento en votar por él. A eso se aferra: “La disputa de Parisi y Marco por la medalla de bronce es tonta. La pelea es siempre con Bachelet. Yo no creo que cualquier persona le gane a ella”, reflexiona, mientras le da otra mascada al sándwich.

Son las 9:00 de la mañana, y hace una hora y media que estamos en la casa de Inés Letelier, la mamá de Jocelyn Holt. Éste es el desayuno con la prensa que el candidato ha programado para comenzar el día antes de votar. No hay mucha concurrencia: un periodista de ADN, uno de Bío Bío, uno de Canal 13 y una alumna en práctica de La Tercera. Están, también, su esposa Morín Eidelstein, a quien conoció en el Congreso en su época de diputado, y sus mellizas de nueve años: Alexa y Ashley, que se hicieron conocidas en el programa de Don Francisco por su extrema ternura.

En la mesa hay galletas, pan con queso, queques, jugo de naranja, y torta. Tomás bebe leche con café, mientras el periodista de Canal 13 lo entrevista. Le pregunta cuál es su desayuno preferido y cómo durmió antes de la elección, una conversación “amena”, como hace algunos minutos le explicó. De pronto, una bomba destruye el castillo de números que hace un rato Tomás construyó:

-¿Cómo te sentirías si sales último? –le pregunta el periodista.
-No creo que vamos a salir último. Me he quedado piola en ese bullying porque ahora yo quiero ver a algunos que se van
a tragar saliva por saliva lo que dijeron –responde el candidato.

Jocelyn Holt sospecha que el ninguneo a su candidatura ha estado orquestado desde la Nueva Mayoría. No soportan –cuenta- que dejara la DC y decidiera criticarlos. Decir que saldrá último, en su lógica, sería una forma de pasarle la cuenta, un escarmiento público que sirva de ejemplo para aquel que decida independizarse: “Yo debería obtener 0% de votos hoy, esa es la verdad, es lo que han dicho todos, pero no voy a ser el último”, afirma con entusiasmo.

En la mesa queda menos torta y tres periodistas abandonaron la actividad. Tomás ya ha hablado con la radio Bío Bío, con la ADN, con Canal 13, y con un par de medios regionales. Sólo las radios fueron con sus declaraciones en vivo. Cuando no está respondiendo preguntas, Tomás conversa con sus hijas. Cuenta que una sacó su carácter y a ella le habla: “Éste es un conejo transexual”, le dice, mientras ella sostiene entre sus manos a su peluche favorito. “Se llama ‘Señor conejo’, pero se viste de mujer: entonces es un conejo transexual”, agrega con burla. Luego de eso, se toma fotografías y ve los dibujos que sus hijas hicieron para la edición de reportajes de El Mercurio: “Papi, siempre serás el número uno”, dice la intervención que pintó Ashley. A Morín Eidelstein, que siempre ha apoyado a su esposo, le preocupa la exposición de las niñas. Ahora que están más grandes –dice- hay que explicarles todo para que sepan responder cuando alguien las ataque.

El episodio más ingrato –cuenta- fue ver a su marido dándose un beso en la boca con otro hombre en la Gay Parade. Tomás cree que eso también fue un complot orquestado desde algún lado, para incomodarlo. El ninguneo –plantea- es intencionado, y eso lo pone molesto: “¡¿Qué les importa en qué lugar salgo yo?!”, se pregunta con vehemencia. Luego, su cabeza comienza a ficcionar: “Invierte la pregunta. Ponte tú que ocurra un milagro, y yo paso a la segunda vuelta. Esta gente tendrá que dar explicaciones por tres semanas sobre lo que pasó. ¿Qué pasa que un hueón que está en 0% pasa a la segunda vuelta? Imagínate que ocurriera una cosa así. Te das cuenta que el New York Times llega acá, y que el Economist escribe… esto se convierte en un tema.

-Se convierte en un milagro. Eso dijiste recién.
-Hay tres escenarios: uno malo, uno bueno y el milagro. Si esto último ocurre, esta señora no es presidenta de Chile.
***

Tomás vota en el Campus Oriente de la Universidad Católica, y antes de ir lustra sus zapatos. Dice que se los compró en 1990 y que en cosas de vestuario, a él lo mueve el ahorro. Hace algunos meses, de hecho, en estas mismas páginas confesó que hace 15 años que no se compraba calzoncillos, y hoy -el día de la votación- la camisa es lo único nuevo que lleva encima. En una maleta con ruedas carga con dos trajes más: “uno para hoy en la noche y otro para mañana. Como a lo mejor duermo en el Café del Observatorio, donde esperaré los resultados, tengo que tener mudas por si el proceso se extiende”, dice.

Tomás se sienta en un piso a esperar que den las 10:30 para partir y casi se cae al suelo por cuarta vez desde que está en campaña: “toda esta cosa media ridícula de las caídas es anormal en mí”, cuenta con sorpresa. Para salir del paso, Jocelyn Holt se ha puesto filosófico. Ha dicho que lo importante no es caerse, sino que levantarse. El problema, sin embargo, es cuando uno se cae demasiado, y en estas últimas semanas a él le ha ocurrido seguido. El primer porrazo se lo dio el 24 de octubre, mientras iba en su bicicleta eléctrica camino a una entrevista en Radio Infinita, y el segundo, al día siguiente, cuando en la misma bicicleta se cayó afuera del GAM, durante el debate de las radios. Su último desplome ocurrió la semana pasada, cuando quedó tendido en la alfombra luego que su mamá le sacara la silla mientras hacían una sesión de fotos.

A las 11:00 de la mañana Tomás llega al Campus Oriente. Allí no hay adherentes que griten por él. Los únicos que lo siguen son los periodistas y fotógrafos. A ellos les repite sus convicciones para hoy: “tengo amplias expectativas de pasar a segunda vuelta”, les dice. La frase suena exagerada, como una tomadura de pelo: ¿por qué el candidato que va último en las encuestas pronostica salir segundo? En las redes sociales el festín es inmediato: “el Compadre Moncho va a sacar más votos que Jocelyn Holt”, escribe @Claudio; “Chilevisión es el único que está con la cobertura de Jocelyn Holt. Tiernos”, teclea @Luis_cl_lfc.

Después de 40 minutos de espera, Tomás entra a la cámara secreta acompañado de sus hijas. Marca el voto sin poner AC y luego de depositarlo vuelve a repetir lo de la segunda vuelta delante de la prensa. Se tiene fe y ya no hay espacio para morigerar el discurso. Debe darle, también, alguna señal a ese 36% para que voten por él. Al salir de la universidad encuentra su oportunidad: posa para una foto, sonríe, y hace el nueve con los dedos de sus dos manos.

El dígito es el que ocupa en la papeleta, la postal –sin embargo- también parece un triste vaticinio.

***
Tomás ya está instalado en el Café del Observatorio, el restaurante donde esperará los resultados. Arrendó el ala Oriente del primer piso y el segundo entero. Allí se las arreglaron para habilitar cinco espacios distintos, separados por cortinas: una sala de espera para la prensa, un salón de conferencias, una habitación para los invitados, una sala de reuniones donde están los computadores, y otra sala privada reservada sólo para él y su familia. En ese lugar se comió hace un rato un sándwich de almuerzo y ahora descansa con su esposa Morín en un sofá. Sus pies descalzos están sobre un futón redondo: “No es todo lo cómodo que te había dicho”, advierte mientras se amolda a uno de los brazos del sillón.

La “pieza” es amplia y mira a la calle Lastarria. No es lo mismo que estar en un hotel, obviamente, pero se las arreglaron para darle tranquilidad: hay un televisor sintonizado en TVN, un espejo grande, y los dos trajes de recambio colgados de un pilar. El comando arrendó este lugar hasta la mañana del lunes, porque creen que la jornada será larga. Jocelyn Holt, de hecho, ya ha decidido que no hablará antes de las nueve de la noche.

La máquina que instalaron funciona con 20 personas: la gente de las redes digitales, el productor, los dos periodistas, el personal administrativo, y la familia. Todos quedaron citados a las 16:30 para comenzar a trabajar. Aunque no hay un discurso preparado, el candidato ya ha pensado algunas ideas. Aún mantiene el mismo entusiasmo: “si resulta bien probablemente nos quedemos acá, porque hay que tomar muchas decisiones rápidamente. Son tres semanas, muy poco tiempo, y la franja empieza en diez días más y son diez minutos”, fantasea durante algunos segundos. Luego agrega: “si gano mañana, voy a ir al Templo Votivo de Maipú”. Jocelyn Holt es un hombre religioso, de rosario diario según ha confesado, y lo del Templo Votivo suena más a una manda que a una pauta de prensa: “Esa fue una promesa de O’Higgins, motivo de la independencia”, aclara.

Tomás mira en la tele cómo la programación se queda con la toma del comando de Bachelet por parte de alumnos de la ACES. Aunque no tiene vela en este entierro, las redes sociales –que al parecer no son sus mejores amigas- no pierden tiempo en vincularlo con alguna burla: “Informamos que el comando de Tomás Jocelyn Holt ha sido tomado por el 0% del estudiantado”, escribió @Manuel_homter en su tuíter. A Tomás, sin embargo, esos comentarios no le quitan el sueño. Hubo un tiempo –dice- en que lo trataron peor, como cuando fue parte del grupo de diputados que en 1998 acusaron constitucionalmente a Pinochet, y hubo gente que incluso lo golpeó en plena calle. Esta mañana –dice- todos fueron buena onda en la fila de votación. Nadie le dijo que votaría por él, pero Tomás cree que quienes mostraron más efusividad en su “que le vaya bien”, son obviamente personas que sufragaron por él.

Jocelyn Holt confía más en ese feeling con la gente que en las encuestas. Quedó curado de espanto en 1993, cuando con 30 años y en su primera postulación a la cámara de diputados, los sondeos sólo le daban un 4% y terminó electo con el 31% de los votos: “El día de la elección yo pensaba que iba a perder, miraba las caras y decía: ‘aquí no va a votar nadie por mí’”, recuerda.

Tomás cree que las cosas hoy son un poco distintas. La votación –dice- es súper líquida, y es ese voto blando el que pretende capitalizar hoy, tapándole la boca a todos los analistas. “Se han sobregirado conmigo”, dice algo compungido al recordar todos los ninguneos políticos que le han hecho en estos 20 meses. Luego mira la TV y se queda observando cómo fue la votación de Marco Enríquez: “Este hueón no va a tener los 20 puntos que tuvo. ¿Cómo él justifica esa caída? Estoy convencido que el gallo va a entrar al gobierno”, aventura.

Luego de ver en la TV cómo ha transcurrido la jornada electoral, Jocelyn Holt ha llegado a tres convicciones que ya venía craneando desde la mañana: “Van a votar 8,5 millones de personas, no voy a ser el último, y va a haber segunda vuelta”.

A dos horas de que comience el conteo, Tomás ha levantado otro castillo de números.

***
A las 18:34 en punto el Servel actualiza en su página el primer cómputo: son apenas 959 votos. Los expertos advierten que con tan baja cantidad de escrutinios, el dato debería ser una anécdota más que una proyección real. En el caso de Tomás, sin embargo, esta primera cifra ya marca una clara tendencia: es último con tan sólo dos votos, un 0,21% del total de sufragios.

La televisión comienza a mostrar el conteo. Aparecen vocales voceando las preferencias de las papeletas y rápidamente uno puede hacerse una idea del lugar que ocupa cada aspirante. El tuíter, que se ha ensañado con Jocelyn Holt durante todo el día, esta vez arremete con más burlas: “Los votos de Tomás Jocelyn Holt en un año más se van a transar mínimo a dos mil dólares en E-Bay”, escribió @Rodrigocosas. En la red se rumorea que esta elección puede romper un récord: el del candidato menos votado. Hasta ahora, el cetro lo tiene el también ex democratacristiano Arturo Frei Bolívar, que en la elección de 1999 logró reunir tan sólo 26.812 votos. Para que Tomás entre hoy en la historia, debería obtener menos de un voto por mesa. “Hay más menciones en Twitter por Jocelyn Holt que votos por él”, apunta con certera ironía @NicoGabriel1994.

El segundo cómputo del Servel agrupa la suma de 144 mesas. La cifra hunde más a Jocelyn Holt: obtiene sólo 28 votos. Con más rapidez de la pensaba, cada actualización es un preciso uppercut a sus pronósticos. No sólo se está quedando con el último lugar, sino que tristemente está apunto de pulverizar la marca de Frei Bolívar. El resultado de las 19:47 es concluyente: de un total de 2.824.611 votos, Tomás apenas obtiene 5.347, el 0,19%. Sus hijas en el comando le dan la noticia con inocente ternura: “Papá, te tenemos una buena y una mala noticia. La buena es que has aumentado tus votos, la mala es que sigues último”.

A medida que avanza el conteo, los resultados son más específicos. Jocelyn Holt, por ejemplo, sacó dos votos en la mesa en la que sufragó, dos en la que votó su mamá y uno en la que votó su señora Morín. Un voto, también, obtuvo en la Antártica. Con ese sufragio, allí le ganó a Marco, a Marcel y a Israel. La TV, sin embargo, se ha quedado con la disputa principal. Allí se comenta que habrá segunda vuelta entre Bachelet y Matthei, y que Marco Enríquez ha tomado una pequeña ventaja sobre Parisi, en la lucha por el tercer lugar. Comienzan los despachos desde los comandos ganadores. Hablan del ambiente que hay en el Hotel Intercontinental, donde están reunidos los partidarios de Matthei, y del que hay en el Hotel San Francisco, donde están los de Bachelet. En el Café del Observatorio, en cambio, nadie transmite. Todos los periodistas aguardan a que Tomás Jocelyn Holt reconozca lo que a esta altura es inevitable: que se ha convertido en el candidato menos votado desde 1990 al obtener 12.830 votos, menos de la mitad de lo que obtuvo Frei Bolívar y un tercio de la cantidad de firmas que reunió cuando inscribió su candidatura.

Tomás había dicho que no hablaría antes de las nueve de la noche y así lo hizo. En horario peak hizo subir a la prensa hasta la sala de conferencia. Esperó a que dejara de hablar Marcel Claude y salió a reconocer la derrota. Llevaba puesta la misma camisa y chaqueta con la que fue a votar, y cargaba un papel apretado en sus dedos con unas frases escritas por el mismo. ¿Cómo se comienza un discurso cuando se ha perdido tan estrepitosamente? Tomás le habló a sus doce mil electores: “Quiero agradecer a todos quienes confiaron en esta elección y al equipo que hizo posible este esfuerzo de 20 meses. Un equipo que hizo posible que estuviéramos en la papeleta”, les dice.

En la TV, sin embargo, no suenan sus palabras. Los canales se quedan con los agradecimientos de Bachelet y el discurso del candidato número nueve es oído por apenas 40 personas, entre periodistas, gente del comando y su familia. Tomás habla de la mitad del padrón electoral que no fue a votar y de lo complicado que es cambiar hoy el cuadro político: “Yo no me voy a ir a mi casa. Vamos a seguir insistiendo en la necesidad de otra mirada en el país. A mí no me vejan cuando me dicen que soy el menos votado. Si me hacen elegir entre tener pocos votos y un cargo menor en un diseño que aumente el malestar de Chile, no se preocupen, que me quedo con una derrota electoral, con toda la dignidad que eso representa”, dice, y se pierde detrás de una de las cortinas que separan los ambientes del comando. Al otro lado del biombo se escuchan las transmisiones de TVN y las voces de algunos políticos que esta noche desfilarán por las cámaras analizando los resultados. La televisión no tiene reservado un espacio para hablar de los votos de Tomás Jocelyn Holt. A esta hora, el candidato menos votado desde 1990 es simplemente una anécdota histórica.

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