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Mundo

23 de Noviembre de 2013

Crónica: El pasado pone a prueba el proceso de paz en Irlanda del Norte

Tras 15 años de proceso de paz, Irlanda del Norte no está lista aún para olvidar los crímenes cometidos por los paramilitares y las fuerzas de seguridad durante un conflicto que los disidentes del IRA quieren reavivar. Todavía hay demasiados interrogantes sobre muchos de los episodios ocurridos durante tres décadas en un enfrentamiento que causó […]

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Tras 15 años de proceso de paz, Irlanda del Norte no está lista aún para olvidar los crímenes cometidos por los paramilitares y las fuerzas de seguridad durante un conflicto que los disidentes del IRA quieren reavivar.

Todavía hay demasiados interrogantes sobre muchos de los episodios ocurridos durante tres décadas en un enfrentamiento que causó más del 3.500 muertos, un legado que no se sabe cómo abordar y que está abriendo grietas en la reconciliación.

Lo único que ha unido a los partidos y las víctimas de la provincia británica es su rechazo a una polémica propuesta planteada esta semana por el fiscal general norirlandés, John Larkin.

Su iniciativa ha causado un enorme revuelo, pues propuso archivar todos los delitos cometidos por los grupos paramilitares católicos y protestantes, la Policía y el Ejército británico antes de la firma, el 10 de abril de 1998, del Acuerdo de paz del Viernes Santo.

Esta amnistía, como la denominan algunos, “sería un error, sería como seguir el modelo español tras la muerte de Franco, olvidar y evitar consensuar una visión sobre lo ocurrido en el pasado”, asegura a Efe la escritora y periodista Anne Cadwallader.

“Ha provocado mucho dolor a las familias de las víctimas pero también a una sociedad que, como la norirlandesa, necesita cerrar sus heridas”, señala Cadwallader, quien acaba de publicar el libro “Aliados Letales”.

En esa obra cuenta la historia de una banda armada protestante que entre 1972 y 1978 asesinó a más 120 personas en el sur de la región, la mayoría civiles sin vínculos paramilitares, con la ayuda de la antigua Policía norirlandesa y el Regimiento de Defensa del Ulster (UDR), una unidad del Ejército británico.

Esta periodista inglesa, afincada en Irlanda del Norte desde que llegó en los años 80 para cubrir el conflicto, ha tenido acceso a los trabajos del llamado Equipo de Investigaciones Históricas (HET), creado en 2005 para investigar más de 1.800 asesinatos no resueltos.

“Por primera vez -dice- la confabulación de las fuerzas de seguridad y del Estado británico con los paramilitares está documentada a partir de archivos oficiales que estaban cerrados al público, a los tribunales, a las familias”.

En su opinión, es importante para que las víctimas de la violencia de cualquier signo sepan la verdad, pero sobre todo “para que avance el proceso de paz en el Norte”, donde, 15 años después, “no hay reconciliación” entre las dos comunidades históricamente enfrentadas, divididas por lo que “creen que pasó durante el conflicto”.

En caso de que la propuesta de Larkin prosperase, el HET dejaría de existir y las autoridades correrían un velo sobre atrocidades como el atentado perpetrado por el ya inactivo Ejército Republicano Irlandés (IRA) en la localidad de Enniskillen, que acabó con la vida de once personas en 1987 y que hasta la fecha sigue sin castigo.

También interrumpiría la investigación iniciada por el Servicio de Policía de Irlanda del Norte (PSNI) sobre la muerte de 14 manifestantes a manos del Ejército británico en 1972 en la ciudad de Derry, en el llamado “Domingo Sangriento”, un proceso que podría llevar ante la Justicia a soldados y mandos militares.

“Desde la firma del Acuerdo del Viernes Santo se ha debatido sobre cómo gestionar la herencia del pasado. Ha sido un cáliz envenenado porque nadie sabe cómo ponerse de acuerdo”, se lamenta Cadwallader.

La ausencia de liderazgo político y de reconciliación real es el caldo de cultivo para que los sectores de la sociedad norirlandesa más descontentos expresen sus frustraciones a través de la violencia.

Violencia como la desatada el pasado verano durante la temporada de desfiles de la orden protestante de Orange o a principios de este año, cuando cientos de policías resultaron heridos en enfrentamientos con jóvenes protestantes y católicos provocados por la retirada de la bandera británica del ayuntamiento de Belfast, que solo ondea ya en días señalados.

En este contexto, Belfast, Londres y Dublín han recurrido al mediador estadounidense Richard Haas, quien mantiene desde el pasado septiembre conversaciones con todos los partidos norirlandeses.

Haas espera tener para diciembre propuestas concretas respecto a asuntos como el de las banderas, los desfiles y el legado del pasado conflicto.

Más peligroso es que la radicalización sirva para dar vuelo a los disidentes del IRA, capaces de intensificar en los últimos meses su campaña armada y que, según el PSNI, representan una amenaza seria para la paz.

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