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Opinión

5 de Diciembre de 2013

La incertidumbre

Hasta aquí vivimos la pasión por la energía individual. Todo aquello que se le cruzara por delante era visto como un estorbo para su desarrollo, se decía. El Estado ojalá fuera lo más pequeño posible para que nunca consiguiera hacerle sombra al individuo. Y el sol comenzó a quemarnos las pestañas. Actualmente, desde lugares muy […]

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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Hasta aquí vivimos la pasión por la energía individual. Todo aquello que se le cruzara por delante era visto como un estorbo para su desarrollo, se decía. El Estado ojalá fuera lo más pequeño posible para que nunca consiguiera hacerle sombra al individuo. Y el sol comenzó a quemarnos las pestañas.

Actualmente, desde lugares muy diversos, se escuchan gritos que claman por regulación, por claridades comunes, por una buena sombra del Estado. No es solo una demanda de los consumidores por normas que impidan el abuso, ni de los ciudadanos para que le protejan a todos sus mismos derechos. Eso está, y es evidente. En tiempos de inopia, las migajas sabían bien, pero ya no. Todos perciben que hace falta un ajuste de cuentas, y nada detiene tanto a un inversionista como la incertidumbre. Los empresarios mineros, por ejemplo, también quieren regulación. Quieren saber en qué escenario jugarán antes de apostar las fichas. Saben que en Chile la cosa fue tirar y agarrar, sin organizaciones sindicales que jodieran la pita, sin comunidades activas en la defensa de sus bienes naturales y buen vivir, con impuestos para la risa, chipe libre, al fin y al cabo.

Ellos saben, también, que nunca aceptarían que alguien les cayera encima como ellos le caían a otros, que a un costado de sus casas jamás permitirían una enorme chimenea, y que una sociedad así no puede mantener la calma mucho tiempo, ni desarrollar su capital humano a cabalidad, ni disminuir en serio la delincuencia, etc., etc. Son muy pocos los que sueñan con la revolución hoy día. Nadie pretende “que los pobres coman pan, y los ricos coman mierda”… o casi nadie. La pesadilla de Lucía Santa Cruz quizás se deba a un guiso con mucha grasa antes de acostarse.

No hay quién dude que se trata de una exageración. El hecho de que en diversos ámbitos la existencia de una empresa dependa de los Tribunales de Justicia, es sencillamente el resultado de una institucionalidad débil, no acorde a los problemas de sus habitantes. Lo que más le reclaman los empresarios a Piñera, es que ha dejado gravemente herida la “certeza jurídica”. Antes, dicen, creíamos saber qué tierra pisábamos. Ahora no entendemos lo que se puede y lo que no, agregan, y hasta ignoramos cuántos somos. Es cierto, el principal error de Piñera, a quien le quedan menos de cien días de gobierno, fue haber sembrado la duda sobre los datos oficiales. De pronto lo que se decía ya no era exactamente lo que ocurría. Como los contratos insufribles, la información oficial se vio relativizada por la “letra chica”. Si le sumamos el Censo y el desorden del Registro Civil, debiéramos concluir que estamos ante una verdad en crisis. Lo que creíamos que éramos está en cuestión. Pero yo no sería tan duro con Piñera. A su manera, aportó con un grano de arena a evidenciar un estado de incertidumbre generado por el desajuste entre nuestro ordenamiento político y la comunidad. No es raro que en un momento así se hable de nueva Constitución. Más allá del hecho concreto de su realización, su sola demanda saca a la luz la urgencia de un nuevo pacto.

Las mayorías exigen que esta vez los acuerdos se firmen mirándolos a los ojos, y no desde un camión que chorrea los granos que ellos recogen boca abajo. Los inversionistas, ya sabemos, reclaman reglas claras. El gobierno de Bachelet tendrá la tarea de comenzar a redibujar los acuerdos para el futuro. No se trata de comenzar de nuevo. Es ridículo pensarlo. Si reina la obstinación y el fanatismo, no cambiará nada. Los discursos maximalistas de lado y lado disfrutarán interpretando la música de sus argumentos, hasta que sepa el diablo cómo la realidad se encargue de imponerse, con esa rudeza que la caracteriza, no siempre racional.

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