Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

28 de Diciembre de 2013

Con tal de tener una buena historia

Vía El Puercoespín El sociólogo Jorge Nazim Artel anuncia que me contará una historia insólita de la cual fue protagonista. En seguida se queda callado, acaso para generar suspenso. Jorge Nazim, hijo del poeta Jorge Artel, creció entre libros. Por eso siente un gusto especial por las historias. La que me va a contar, dice, […]

The Clinic Online
The Clinic Online
Por

Vía El Puercoespín

El sociólogo Jorge Nazim Artel anuncia que me contará una historia insólita de la cual fue protagonista. En seguida se queda callado, acaso para generar suspenso.

Jorge Nazim, hijo del poeta Jorge Artel, creció entre libros. Por eso siente un gusto especial por las historias. La que me va a contar, dice, es tan asombrosa que no parece real sino ficticia.

Le respondo que, según la filóloga española Teresa Imízcoz, las historias reales suelen ser más exóticas que las inventadas. Añado que muchos de los sucesos insólitos publicados en la prensa resultarían chillones en un relato de ficción.

¿Qué tal, por ejemplo, una novela cuya protagonista fuera una muchacha que para fingir un embarazo de nueve hijos rellene sus vestidos con trapos? ¿Qué tal un cuento sobre dos amantes que se internen en un motel llamado “El paraíso” y, una vez en la cama, sean mordidos por una serpiente?

Cualquier novelista al que se le ocurran tales episodios sería menospreciado. En cambio a los periodistas se les perdona su uso, pues se entiende que la extravagancia de la cual se ocupan no pertenece a su imaginación sino a la realidad.

Artel asiente con la cabeza. Luego advierte que la región Caribe es tierra fértil para los sucesos más disparatados: novios que hacen el amor dentro de los cajeros electrónicos, crecientes que después de arrasar las viviendas se convierten en canchas de polo acuático para los niños.

Entonces comienza su relato. En 2010 él fue jefe de salón del Icfes en Barranquilla. Su trabajo consistió en acompañar a los alumnos que presentaron sus Pruebas Saber en una de las aulas de la Universidad Simón Bolívar. Allí estuvo pendiente de resolverles a los chicos las dudas que les generó el cuestionario, y evitar que cometieran posibles fraudes.

A las ocho de la noche, cuando terminó la jornada, Artel recibió sus honorarios. Contó el dinero – cien mil pesos en efectivo – y se lo guardó en el bolsillo de la camisa. A continuación tomó un autobús para dirigirse a su casa, ubicada en la urbanización El Concorde. Como el vehículo iba lleno, se quedó de pie junto al chofer.

No habían pasado ni cinco minutos cuando dos asaltantes armados con revólveres ingresaron en el autobús. El que entró por la puerta trasera le gritó al de adelante:

–¡Matemos a todo el que no lleve plata!

Asustado, Artel le entregó los cien mil pesos al delincuente. Éste se los guardó velozmente en el bolsillo, y en seguida, bajando la voz, soltó aquella amenaza inesperada:

– ¡Si dices que llevabas plata, te jodo!

Artel estaba entre dos alternativas perversas: si decía que tenía plata lo mataba un asaltante, y si decía que no, lo mataba el otro.

Finalmente, después de varios minutos, los delincuentes se marcharon sin usar sus armas. Artel quedó afligido por la pérdida de su dinero, pero entendió que, al menos, podría echar un buen cuento.

Y en el Caribe eso vale más que todo el oro del mundo.

Siga leyendo aquí

Notas relacionadas

Deja tu comentario