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Humor

2 de Enero de 2014

5 razones por las que el colegio es mejor que la universidad y que te harán pensar dos veces si te vas a matricular

Vía Noesnalaferia Por Paloma Grunert y Richard Sandoval Siempre nos dijeron que la panacea de la libertad era la Universidad. Que allí andaríamos con “ropa de calle”, que no habría timbre ni campana para volver a clases, y que no era obligación entrar a la sala. La opresión de un uniforme que nos hacía a […]

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Vía Noesnalaferia

Por Paloma Grunert y Richard Sandoval

Siempre nos dijeron que la panacea de la libertad era la Universidad. Que allí andaríamos con “ropa de calle”, que no habría timbre ni campana para volver a clases, y que no era obligación entrar a la sala.

La opresión de un uniforme que nos hacía a todos iguales y la presión de una PSU que nos haría a todos diferentes, divinizaba el paso a la educación superior.

Por eso el primer año era tan bacán. Llegábamos a la Universidad que habíamos elegido y a estudiar la carrera que habíamos escogido, a puro tirar pinta. Felices de que se acabara esa primera semana en que no pudimos exhibir nuestro look identitario por andar con buzo a la espera del mechoneo.

Eramos los protagonistas del asunto. Había una semana a nuestro honor, entrábamos gratis a la fiesta de la FECH, los de segundo se sabían nuestros nombres y postulaciones, y el resto de los cursos nos tasaba de pies a cabeza, buscando reciprocidad de carne fresca, cuando caminábamos por nuestra facultad.
Pero al pasar a segundo año, nuestra maleta cargada de sueños, se abrió.


Bellos conceptos como “foto de curso” ya no se estilan en el ambiente universitario.

A continuación el equipo de Noesnalaferia presenta 5 razones por las cuales planteamos la trascendental tesis de por qué a la larga el colegio es mil veces mejor que la universidad:

1- Inspector / Inspectoría: El trato intelectual de tú a tú que se establece con los docentes en la Universidad echan por tierra una de las tradiciones más importantes del colegio: portarse muy mal equivale a IRSE a inspectoría, folclórica actividad que servía incuantificablemente para capear clases y hacer migas con los demás guatones desordenados que llegaban a la temida oficina. Pero como en la U uno tiene los mismos derechos que los adultos, y sería descabellado pensar en que si alguien hace un comentario desubicado sería mandado a la esquina de LA SALA a mirar el vértice del techo, la inspectoría no existe, y si hay un BOCHE exagerado en la sala, el profesor se limita a invitar al PUPILO a salir.

Cuán bonito sería ver por el pasillo de la universidad a un señor engalanado con un delantal azul marino paseándose, mientras echa la talla a los “desordenados” que se lanzan cáscaras de naranja o las galletas que junto a la leche reparte la Junaeb. O, más simple aún, invitando a entrar a clases luego del toque de campana.

2- Cursos por abecedario: Es una falta de respeto para el espíritu colegial que en la Universidad los cursos se dividan por secciones, generalmente identificadas por números, que para colmo vienen en números romanos. Con cuánta nostalgia se recuerdan entonces el enorme poder de indentificación que nos entregaba ser del “A”, del “B” o del “C”, o hasta del “Y” en liceos FISCALES. Siempre un curso humilde se aliaba con otro piola y le declaraban la guerra al de los bacanes pasa’os a caca. Según nuestra investigación, el “A” y el “C” se aliaban contra el “B”. Por extrañas razones los más patanes del colegio se congregaban en el “B” de Burro (?), mientras los alumnos orgullo de la sostenedora se ubicaban en el “A” de Aplicados.

3- Presidente de curso: La idea de una directiva por curso no sólo servía para enseñarnos labores administrativas y respeto al orden público, sino también generaba el albergue social y colectivo de cada integrante del GRUPO CURSO. Era bacán ver cada año como los más hiperventilados postulaban para Presidente, o como habían veces en que nadie quería serlo. También se ostentaban cargos como “Secretaria” (siempre era la compañera más ordenada y con la mejor letra) y el/la “Tesorero” (aquel compañero/a en el que todos confiaban, y que solía tener buenas notas, como si esto fuera indicio de honestidad y austeridad). La directiva se ocupaba de cosas muy banales, pero que para el curso eran de suma importancia, como por ejemplo, cobrar la cuota de curso para el paseo de fin de año, organizar convivencias, mantener el aseo y ornato de la sala o actualizar el DIARIO MURAL.


Ellos están ejerciendo cambio de mando.

Los presidentes de curso más bacanes eran los elegidos por aclamación popular, que generalmente nacían de las tallas elaboradas por los pajeros del fondo que coreaban cómicamente el nombre del metalero más despreocupado ( ¡harry! ¡harry! ) sin ningún ánimo de progreso político. Hoy en cambio los líderes se llaman “delegados” y cumplen funciones serias y fomes, además de transversales y vinculantes.

4- Profesor Jefe: Podíamos toparnoslo en Castellano (hoy Lenguaje y comunicación) o Ciencias Naturales (hoy Comprensión de la naturaleza), pero sólo era en el CONSEJO DE CURSO cuando adquiría esa categoría especial de raro enternecimiento, al asomarse a la sala con el libro de clases y dictar cátedra de respeto y disciplina como un padre estricto pero cariñoso. A este tipo de docentes se les podía tratar de “tú” (si ibas en colegio privado) y se generaba, la mayoría de las veces, una cercanía fraternal para con él. El profe jefe los quería a todos: hablaba con los porros y les pedía superación, hablaba con los matones y les pedía empatía, hablaba con los mateos sobraos y les pedía moderación. Era bacán, aunque a veces sapeara en reunión de apoderados.

Había profes jefes a los que su rol se les iba en collera y se ponían a llorar frente al curso, o hacían abandono del mismo, superado por la falta de química entre nosotros y él/ella. Cuando pasaba esto, siempre la culpa era nuestra, y nos sindicaban como el peor curso del colegio por ser los “más desordenados”. Era posible revertir esta situación con el esfuerzo de la directiva por hacerle una CONVIVENCIA SORPRESA al profe para fechas tales como su cumpleaños o el día del profesor. Hoy, por el contrario, se llaman “docentes” y la mayoría te aprecia en medida de tus notas o tu capacidad para meterles conversa de futuro colega. Los profes universitarios no ven tu lado humano, por eso los derechamente porros y los flojos-talentosos quedan obsoletos.

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