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Opinión

6 de Enero de 2014

Navidad a rayas: la nochebuena de los militares presos en Punta Peuco

Luego del cierre del Penal Cordillera Manuel Contreras y compañía fueron regaloneados por sus camaradas. El Mamo recibió un libro de espiritualidad y una artesanía hecha en cuesco de durazno, entre otros regalos. El ex de “Maripepa” Nieto, en cambio, festejó con los de su módulo comiendo carne.

Macarena Gallo
Macarena Gallo
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Esta navidad fue distinta en Punta Peuco pues era primera vez que todos los condenados por delitos de lesa humanidad comparten el mismo espacio. Mientras que en el módulo de “Los Faraones”- donde están recluidos Álvaro Corbalán y Raúl Iturriaga Neumann entre otros- se respiraba ambiente de fin de año, en el sector donde están los nuevos vecinos que llegaron de Penal Cordillera, el panorama era desalentador: no había nada que festejar. No tenían árbol de pascua ni nada por el estilo. Nada en comparación a años anteriores donde los internos armaban en sus respectivas cabañas sus arbolitos que les llevaban familiares. Al parecer, el cierre del penal tiene desanimados y tristes a Manuel Contreras y compañía. Cercanos aseguraran que no se acostumbran a sus nuevas celdas y estarían echando de menos las comodidades que les brindaba su antigua morada. El mismo Manuel Contreras le dijo a su familia que este año no tenía nada que celebrar. Aunque su hijo Mamito afirma que desde que su padre está preso la navidad dejó de ser una fecha importante.

El módulo tres, que comparten entre otros Manuel Contreras, Marcelo Moren Brito y Miguel Krassnoff, no es muy distinto al que ocupan “Los Faraones” en la cárcel especial. Hasta antes del traslado, el módulo nunca fue ocupado. Pese a eso, los internos ya lo están acomodando a sus necesidades: tiene una sala de estar, con biblioteca, un sillón color granate donde los internos se sientan a ver televisión y mesas con sillas de plástico para recibir a familiares. Todos los módulos, separados por escasos metros, cuentan con cocina equipada con refrigerador, hervidor y microondas. Saliendo del módulo del Mamo, tienen un patio bien cuidado, donde cada interno tiene su propio toldo y algunos cuentan con parrillas para asados. Las celdas cuentan con una cama, un velador y una silla, además de baño y lavamanos. Ninguna tiene problemas de ventilación y están bien iluminadas.

El militar en retiro, Juan González, de la corporación 11 de Septiembre, visitó a los nuevos reclusos días previos a la Navidad. Y les llevó regalos. A cada uno les dio un paquetito con pan de pascua, galletitas, nueces, almendras y bebidas. Todo envuelto en papel de regalo con una tarjetita al interior deseándoles “Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo” y que incluía un mensaje de apoyo de militares en retiro.

El hijo del Mamo, Manuel Contreras Valdebenito, no quiso ir a ver a su padre el 25 de diciembre. No le gusta verlo desanimado. Dejó que sus sobrinos, hijos de sus hermanas, fueran a alegrar al abuelo. El domingo pasado, eso sí, celebró a su padre. En su visita, le obsequió el Libro de Urantia, una obra de dos mil páginas de corte espiritual, teológica y filosófica acerca de Dios, el hombre, la religión, la filosofía y el destino. “Es un tanto existencialista”, cuenta. El libraco fue revisado hoja por hoja por Gendarmería.

Otro de los que visitó Punta Peuco por esos días fue el controvertido René López, el ex abogado del Mamo Contreras y actual asesor del ex jefe de la Dina. También le llevó un presente: una exclusividad que mandó a hacer a un artesano. Se trata de un tallado de un paisaje hecho en un cuesco de durazno. “Muy lindo, muy de campo, muy de la onda de él”, dice.

Para más remate, el mismo 24 de diciembre Manuel Contreras y Miguel Krassnoff recibieron un “regalito” inesperado: la ratificación de una condena a 15 años y un día por el asesinato del mirista Luis Arias Pino en dictadura. La nueva condena, dicen, poco le importa. Un año más para su extenso prontuario que lo tiene confinado a más de 300 años. “Es una raya más para el tigre”, afirma Juan González.

Mi dolor con hidalguía

En el módulo de Álvaro Corbalán, en cambio, el panorama era muy distinto. El ambiente fiestero venía de hace días. El 14 de diciembre Corbalán cumplió 62 años y lo festejó con torta. Recibió muchos regalos, entre ellos su perfume favorito de toda la vida: Halston Z 14. Y para navidad pusieron un arbolito con chiches en el sector de la biblioteca y para la nochebuena compartieron un trozo de carne. Para el cierre de esta edición, ya estaban haciendo los preparativos para la cena de Año Nuevo que, según cuentan, consiste en un apetitoso pastel de choclo.

El día 25 recibieron amistades y familiares con los que compartieron durante dos horas pan de pascua, sándwich, quequitos y bebidas. El mismo Corbalán mandó el 24 en la tarde, a través de un correo electrónico, un saludo navideño dedicado a sus “amigos verdaderos” desde su encierro en el “Mausoleo Militar” de Punta Peuco, según aparece consignado en la misma tarjeta. Pero había otro detalle: el e-mail contenía como música de fondo un villancico, con más pinta de tonada, interpretado por él. La tarjeta- hecha en power point y que se puede descargar en The Clinic Online- incluye un extenso mensaje escrito desde “la fosa anónima del olvido, huesera de combatientes del ‘73” , donde le tira palos a los amigos que ya no los visitan y se lamenta de estar poniéndose viejo: “Pasan los años, se nos bajan los párpados, el espejo de mi botiquín en el baño, se está poniendo impertinente, me muestra flacidez en la papada y me confirma que llegamos a la vejez, la peor de las enfermedades”. Todo el texto va acompañado de una canción llorona, con arreglos en teclado y guitarra, que habla de su dolor de estar preso: “En la plenitud de mis heridas, sufro mi dolor con hidalguía… en la plenitud de mis heridas, busco la razón y una salida, hoy dignidad, no voy a ceder, porque hay que luchar en estos días… En la plenitud de mis heridas, en mi soledad y en mi porfía…”

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