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Opinión

7 de Enero de 2014

Catrileo

El 13 de enero del 2001 la historia de la familia Luchsinger cambió. Esa mañana, una treintena de Mapuche ingresaron al fundo Santa Margarita, cortaron cinco kilómetros de cerco y apostaron un cartel que decía: “desde hoy parte la recuperación contra el fundo Luchsinger”. Siete años después, luego de que los mapuche quemaran varios galpones, […]

Fernando Pairican
Fernando Pairican
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El 13 de enero del 2001 la historia de la familia Luchsinger cambió. Esa mañana, una treintena de Mapuche ingresaron al fundo Santa Margarita, cortaron cinco kilómetros de cerco y apostaron un cartel que decía: “desde hoy parte la recuperación contra el fundo Luchsinger”.

Siete años después, luego de que los mapuche quemaran varios galpones, de que Luchsinger cavara una zanja de cinco metros de profundidad rodeando su fundo, de que inquilinos rodaran armados y de la presencia permanente de carabineros como guardias, una nueva recuperación simbólica afectó al fundo.

Había una profunda niebla aquella madrugada del 3 de enero del 2008, cuando un grupo de Mapuche cortaron los cercos y colgaron un cartel con la leyenda “Fuera Luchsinger”. Los carabineros –apostados a pocos metros del lugar- llegaron rápidamente. A bordo de su patrulla, el cabo Walter Ramírez bajó el vidrio del vehículo y disparó su subametralladora UZI contra los Mapuche, que abandonaban el predio. Ese disparo dio en la espalda del joven Matías Catrileo, quien murió a los pocos minutos, cayendo mortalmente en la zanja construida por Jorge Luchsinger un par de años antes.

Matías Catrileo es parte de la reemergencia indígena que ascendió en oposición a las celebraciones triunfalistas del Quinto Centenario del mundo hispano al continente, en 1992. No fue un observador, sino un actor que decidió escribir las nuevas páginas de la historia de los pueblos indígenas. Como muchos de su generación, vio a las ñañas Quintreman luchar y defender su río Biobío ante la poderosa transnacional Endesa-España; observó cabalgar a Aucan Huilcaman y sus huestes sobre su caballo con la wenufoye (la bandera mapuche) en sus manos; y vio a los kona de la Coordinadora resistir apunta de wexuwes los predios usurpados desde la Ocupación de La Araucanía.

Nacido en la diáspora, Catrileo hizo suyas las discusiones políticas del movimiento autodeterminista, entre ellas, el retorno y repoblamiento del territorio propio, “el país Mapuche histórico”. Tal vez por eso, Catrileo decidió estudiar en la Universidad de La Frontera y al poco tiempo militar en una de las expresiones representativas del movimiento autodeterminista, la Coordinadora Arauco-Malleco, CAM.

La CAM sintetizó varios de los postulados ideológicos en discusión de los tiempos de la reemergencia indígena. Visualizó en las comunidades las sostenedoras de la reconstrucción del Wallmapu, en sus Autoridades Tradicionales los que encabezarían este proyecto, y en sus kona, los defensores ante la desposesión territorial, ahora a causa del neoliberalismo. Para la CAM, la autodeterminación se iniciaba con el Control Territorial, ambos pilares de la autonomía Mapuche. Múltiples controles territoriales recompondrían el territorio ocupado y serían los embriones para avanzar en la autodeterminación.

“Miro hacia el sur por mi ventana”, escribió Matías Catrileo un día cualquiera, “y pienso en mis hermanos/ mientras me pierdo lentamente/ en el horizonte infinito de mis sueños”. La convicción de Catrileo -como lo dejó escrito en sus poemas que hoy salen a luz en el libro El Abrazo del Viento-, son que los deseos de libertad mueven al pueblo Mapuche, demostrando, una vez más, que esta lucha, como dice Elicura Chihuailaf, es una “lucha por ternura”.

Han pasado seis años del asesinato de Catrileo. Si estuviera vivo, tendría la misma edad que Edmundo Alex Lemun (2002) y Jaime Mendoza Collio (2009); el primero, muerto por un balín metálico a los 17 años y el segundo por un disparo en su espalda a los 24. Finalmente ha sido una generación Mapuche que ha caído por la fuerza desproporcionada de la coerción del Estado que busca silenciar los deseos de autodeterminación del pueblo Mapuche.

Catrileo, como él mismo lo dijo en una entrevista, nos recuerda que los Mapuche “no somos los indígenas de Chile, somos Mapuche, somos aparte”. Y bajo esa utopía sus ojos fueron cegados abruptamente, mientras sus peñi lo sacaban de la zanja y lo cargaban entre medio de balazos y un helicóptero que los perseguía a poca altura. Las palabras de “Rodrigo”, comunero que habló por celular aquella mañana en vivo con Radio Biobío, fueron una denuncia y ya son parte de la historia del pueblo Mapuche: “queremos que la comunidad sepa que el hermano fue asesinado por la espalda por Carabineros de Chile”.

*Historiador

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