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Opinión

18 de Enero de 2014

Josef Mengele, el “ángel de la muerte” nazi

Foto: Wikipedia Commons Vía Kienyke Josef Mengele, hijo de unos fervientes nazis y acomodados industriales, nació en Gunzburgo, al sur de Alemania, el 16 de marzo de 1911. Hizo un doctorado en antropología física en la Universidad de Múnich y luego se convirtió en asistente del doctor Otmar von Verschuer, un destacado científico del Instituto […]

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Foto: Wikipedia Commons

Vía Kienyke

Josef Mengele, hijo de unos fervientes nazis y acomodados industriales, nació en Gunzburgo, al sur de Alemania, el 16 de marzo de 1911. Hizo un doctorado en antropología física en la Universidad de Múnich y luego se convirtió en asistente del doctor Otmar von Verschuer, un destacado científico del Instituto de Biología Hereditaria e Higiene Racial de Frankfurt, muy interesado en las investigaciones sobre gemelos.

Fiel a sus raíces, en 1937 se unió al partido nazi y el siguiente año recibió el título de médico y se unió a las SS. En 1940 fue reclutado en el ejército, donde se ofreció como voluntario en el servicio médico de las fuerzas armadas de las SS y desempeñó como experto médico para la Oficina Principal de Raza y Asentamiento. Luego de haber participado en acciones de guerra en el frente oriental, Mengele fue herido, regresó a Alemania a principios de 1943 y comenzó a trabajar en el Instituto Káiser Guillermo de Antropolgía, Genética Humana y Eugenesia. Luego fue ascendido a capitán de las SS y a mediados de 1943 fue nombrado médico de la guarnición militar de las SS del campo de concentración Auschwitz-Birkenau, que fue un complejo formado por varios campos de concentración y exterminio que construyeron los nazis luego de la invasión de Polonia en 1939. Allí, bajo el mando del capitán de las SS, el doctor Eduard Wirths, su responsabilidad era diferenciar y seleccionar aquellas personas aptas para trabajar y aquellas personas destinadas a las cámaras de gas, lo que le ganó el apodo de “ángel de la muerte” o “ángel blanco”, pues realizaba esta selección de manera fría e implacable. También fue el médico oficial responsable del “campo de gitanos” de Auschwitz.

Amparado por las ideas de Hitler de imponer y desarrollar la raza aria, que era el modelo humano ideal para los nazis, Mengele se convenció de que si la ciencia lograba asegurar que las mujeres arias dieran a luz gemelos rubios de ojos azules y así poblaban la tierra con esta raza aria, el mundo se podría salvar. Auschwitz estaba lleno de parejas de gemelos, que era lo que Mengele necesitaba para llevar a cabo sus sórdidos y brutales experimentos. En su mayoría, estas parejas estaban conformadas por niños. Desde el principio de sus actividades en Auschwitz -en que se veía a Mengele, como un fantasma, parado cerca de donde llegaban los vagones cargados de judíos y gitanos, esperando encontrar parejas de gemelos- fue claro que los intereses médicos del doctor estaban más enfocados en los estudios genético-raciales, que en la medicina curativa.

Mucho de lo que se sabe sobre los experimentos realizados por el “ángel de la muerte” fue revelado por el doctor Miklos Nyiszli, un prisionero médico que fue forzado a asistir a Mengele y quien luego publicó sus experiencias en un libro que salió al mercado en Europa en 1946.

Una vez que Mengele seleccionaba a los gemelos, les era permitido conservar el pelo y la ropa que llevaban puesta, luego les tatuaban un número que los ordenaba en una secuencia especial y eran alojados en una barraca exclusiva para las parejas de hermanos y hermanas. Después eran llamados al laboratorio, donde comenzaba su calvario. Los desnudaban y acostaban a las parejas uno al lado del otro, donde les observaban y medían el cuerpo y sus extremidades durante horas, en un intento por determinar las similitudes y diferencias entre ellos. Les extraían sangre, a veces de ambos brazos al mismo tiempo. Quienes más sufrían con esto eran los niños más chiquitos, que por tener brazos cortos les extraían sangre del cuello.

La curiosidad científica de Mengele no tuvo límites y alcanzó niveles de crueldad pocas veces vistos. Continuó haciendo experimentos con la finalidad de utilizar su “investigación” para obtener una segunda tesis posdoctoral que era necesaria para ser admitido como docente universitario en Alemania. Amparado por esta meta, otra de las torturas que cometió dentro de los estudios para “fabricar” ojos azules fue inyectarle químicos en los ojos a sus pacientes, ocasionándoles terribles infecciones y ceguera. También inyectaba enfermedades como tifus y tuberculosis en un gemelo y en el otro no, para comparar. Cuando un hermano moría, el otro era asesinado con una inyección de cloroformo en el corazón que le provocaba un paro, para que así pudieran comparar los efectos de dichas enfermedades. Pero aún peor que esto eran las cirugías que realizaban sin anestesia para castrar pacientes, remover órganos y hacer amputaciones.

Debido al avance del ejército soviético por el oeste de Polonia a comienzos del año 1945, Mengele huyó de Auschwitz hasta quedar bajo la custodia del gobierno de EE.UU. que lo mantuvo poco tiempo porque hasta entonces su nombre no figuraba en las listas de los criminales de guerra más buscados. Entonces trabajó como peón de campo con documentos falsos cerca de Rosenheim, al sur-este de Alemania, desde 1945 hasta 1949, y entonces huyó a Suramérica con la ayuda de su familia, y se refugió en Argentina donde llegaron a esconderse tanto oficiales nazis como judíos.

No fue hasta 1959 que autoridades de Alemania Occidental emitieron una orden de arresto para el “ángel de la muerte” y la solicitud de extradición. Entonces Mengele huyó a Paraguay y luego a Brasil donde pasó los últimos años de vida en una población cercana a la ciudad de San Pablo.

Josep Mengele murió el 7 de febrero de 1979 debido a un accidente cerebrovascular y fue enterrado bajo el nombre ficticio Wolfgang Gerhard. En 1985 la policía alemana localizó su tumba y comparando los restos encontrados con pruebas de ADN realizadas a familiares de Mengele se concluyó que se trataba del temido y sádico doctor Mengele, que logró eludir a sus captores durante 34 años.

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#Josef Mengele#nazi#Torturas

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