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2 de Febrero de 2014

¿Hay algo mejor que el sexo oral?

Aunque pueda sonar raro y difícil de creer, hay mujeres como yo a las que no les gusta que les bajen, a las que les producen más placer los besos en el cuello, las tetas y la espalda, que una lengua tratando de explorar el punto G. De hecho, los mejores orgasmos entre quienes no […]

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Aunque pueda sonar raro y difícil de creer, hay mujeres como yo a las que no les gusta que les bajen, a las que les producen más placer los besos en el cuello, las tetas y la espalda, que una lengua tratando de explorar el punto G.

De hecho, los mejores orgasmos entre quienes no nos sentimos atraídas por el sexo oral han sido posibles gracias a las destrezas de unos dedos, la sensación de seguridad y sensualidad que da la ropa interior sexy (pijamas o camisones transparentes, los corsés o ligueros), ver una película porno mientras se hace el amor, tener sexo usando un anillo vibrador o jugando con un consolador, arriesgarse a un ‘quickly’ en un lugar público o en el que se puede ser descubierto, y cumplir alguna fantasía.

Los motivos para no entusiasmarse con el sexo oral no están, en muchos casos, relacionados con el asco o el pudor extremo. Simplemente es algo que no nos genera placer, a pesar de que paradójicamente sí resulte excitante hacérselo a la pareja y sorprenderla con un ‘blow job’ en la ducha, mientras ve televisión o antes de que se despierte por la mañana.

Lo bueno de todo esto es que permite explorar otro tipo de juegos e innovar en cada encuentro. Además de los clásicos juguetes y la ropa interior comestible, hay formas de excitarse al máximo y disfrutar, creo, que al mismo nivel que con el sexo oral.

Por ejemplo, con la estimulación de los pezones, que si se sabe hacer puede llevar a un delicioso orgasmo, rozando con los dedos la zona cerca del ano, cubriendo los ojos de alguno de los dos o disfrutando de posiciones que generen mayor sensibilidad, como ponerse en cuatro o subir las piernas hasta que las rodillas estén cerca de la quijada.

Las posibilidades son infinitas y el éxito o fracaso están relacionados con qué tanto conocemos nuestro cuerpo y somos capaces de darle rienda suelta a la imaginación, sin castraciones, prejuicios ni temores.

Les confieso que me enloquece verme las tetas mientras lo hago, que jueguen con las tiras de los calzones antes de quitármelos con fuerza, hacerlo con una falda o un vestido puesto, tener un espejo al frente para mirar cómo se mueven y se estremecen los cuerpos e incluso el simple roce de la piel con alguien prohibido en cualquier escenario de la vida cotidiana.

*Brenda Cohen vía elespectador

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