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Cultura

2 de Febrero de 2014

Los 6.000 días de Julio Cortázar en Buenos Aires, reconstruidos en su centenario

Los cerca de 6.000 días que el autor de “Rayuela” vivió en la capital argentina son reconstruidos en el libro “Cortázar por Buenos Aires, Buenos Aires por Cortázar”, donde también se relata la relación contradictoria que mantuvo el escritor con esta ciudad a cien años de su nacimiento y treinta de su muerte. “Aún cuando […]

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Los cerca de 6.000 días que el autor de “Rayuela” vivió en la capital argentina son reconstruidos en el libro “Cortázar por Buenos Aires, Buenos Aires por Cortázar”, donde también se relata la relación contradictoria que mantuvo el escritor con esta ciudad a cien años de su nacimiento y treinta de su muerte.

“Aún cuando (Julio Cortázar) extrañaba la ciudad, al mismo tiempo sentía una necesidad de distancia. Era una relación compleja, casi como la que se establece con las personas”, afirmó el argentino Diego Tomasi en una entrevista con Efe, en la que detalló que detrás del libro hay tres años de investigación.

La lectura atenta de las cartas, novelas y cuentos legados por el genial escritor argentino, junto a entrevistas a personas que le frecuentaron o coincidieron con él durante los períodos intermitentes que pasó en Buenos Aires, permitieron a Tomasi concluir que la capital argentina fue “central en su mirada sobre el mundo y en su forma de entender la literatura y el lenguaje”.

Aunque Cortázar, nacido en Bruselas el 26 de agosto de 1914, emigró a Francia en 1951 y sólo regresó siete veces a Argentina hasta su muerte en París, el 12 de febrero de 1984, Tomasi sostiene que su decisión de “seguir escribiendo en español, en argentino y más exactamente en porteño aún viviendo en París hizo que estableciese ese vinculo con la ciudad que no se va a romper nunca”.

Según Tomasi, uno de los períodos más felices de Cortázar en Buenos Aires fue la segunda mitad de la década de los 40, cuando “disfruta de la vida en cafés, librerías, con amigos, conoce a Aurora Bernárdez, que será su mujer después, y también conoce a gente que lo influye mucho y le hace ser feliz”.

Aunque sólo fueron ocho días, su última visita a la capital argentina, en diciembre de 1983, también reportó a Cortázar grandes alegrías.

“Venía a despedirse de la ciudad, de su familia y traía la tristeza de la muerte de su última esposa, pero el afecto que recibió aquí de parte de los lectores, de la gente que cruzó, creo que puede contar como parte de algunos días felices de Cortázar”, asegura Tomasi.

En el libro, editado por Seix Barral, el periodista Carlos Gabetta rememora la emoción de sus compatriotas al reconocer al barbudo escritor de casi dos metros a la salida de un cine porteño.

“Muchos empezaron a acercarse para saludarlo a Julio. Gritaban ¡Está Cortázar!, y se le tiraban encima. Empezaron a abrazarlo, a besarlo. ¡Julio, volviste!, le decían. Cantaban ¡Bienvenido, carajo!”, recordó Gabetta.

“Entraban a las librerías a buscar libros de él, y se los traían para que él los firmara. Hasta hubo una persona que le trajo uno de Carlos Fuentes, porque no quedaban más de él”, continuó.

El cariño del pueblo argentino contrasta con la distancia que a menudo mostraron hacia él las instituciones, pero Tomasi señala que a Cortázar no le importó demasiado.

Frente a los momentos felices de Cortázar en la capital argentina, el autor antepone los últimos meses que vivió en ella, en los que finalmente decidió cruzar el Atlántico rumbo a París.

“Cuando escribe los cuentos que después forman el libro “Bestiario”, que se edita cuando se está yendo a vivir a París, ahí está clara que la sensación que él tiene es de ahogo, de invasión, como si se sintiera atacado por la ciudad y por las personas que lo habitan”, señaló Tomasi.

“Una vez que se va de la ciudad eso tiende a cambiar. Es como si estando acá se sintiera invadido y estando allá sintiera necesidad de acercarse”, agregó.

Buenos Aires está presente en muchas de sus novelas, en algunas de forma muy explícita, como la confitería London en la que empieza y acaba “Los premios”, y en otras de forma más borrosa, como en “Rayuela”, donde, para Tomasi, la capital argentina aparece “convertida en ciudad fantasma, sin concretar, a diferencia de París, donde hay una cantidad innumerable de referencia a plazas, puentes, canales, esquinas y cafés”.

En el centenario de su nacimiento, el entrevistado cree que el mejor homenaje que puede hacérsele a Cortázar es “es leerlo con atención, con una mirada desprejuiciosa, por ejemplo, sobre su distancia física”.

En su opinión, las huellas del brillante escritor argentino “son a esta altura imborrables” y “no hay manera de pensar a Cortázar sin pensar en Buenos Aires y tampoco de pensar en la cultura de Buenos Aires sin pensar en algún momento y entre otras personas a Cortázar. EFE

mcg/mcm

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