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Opinión

7 de Febrero de 2014

Nueva narrativa chilena: Por qué hay que leer narrativa actual en verano

Por algún motivo tedioso y maquinal como el funcionamiento de esta provincia (Teletón, Festival de Viña, homenaje a Nicanor Parra, resumen de los libros del año en La Tercera o El Mercurio y otra sarta de ritos previsibles hasta la náusea), se supone que hay que ponerse al día con las novedades narrativas en verano, […]

Germán Carrasco
Germán Carrasco
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Por algún motivo tedioso y maquinal como el funcionamiento de esta provincia (Teletón, Festival de Viña, homenaje a Nicanor Parra, resumen de los libros del año en La Tercera o El Mercurio y otra sarta de ritos previsibles hasta la náusea), se supone que hay que ponerse al día con las novedades narrativas en verano, rito al que me niego rotundamente releyendo algún clásico de la narrativa universal que no leí en su momento. ¿Quién cagó definitivamente cualquier posibilidad de una narrativa en Chile? ¿Fuguet? ¿Contreras? En cuanto a este último, he visto varias camoteras en las redes sociales, podría haber sido cualquier otro pero les dio con éste, siempre es uno al que le dan como caja, uno el que se ponen de acuerdo para crucificar en las redes sociales. El tipo tenía una prosa con matices y oraciones subordinadas que parece no está de moda.

¿Quién habrá cagado la posibilidad de una narrativa? ¿La plata y fama de aparecer en Granta o alguna cosa como esa? ¿Anagrama? ¿El minimalismo pedorro, que campea? ¿Las listas estúpidas de periodistas aún más estúpidos hechas en La Tercera? ¿Los que escriben novelas y series de televisión sobre cosas de las que no tienen idea (el FPMR, los ochenta reales, karate, drogas que jamás han tomado, bombas molotov que jamás han arrojado, etc) ¿la nerdura? ¿El eterno sampleo a Bolaño? No sé, cosas que se pregunta uno.

¿Quizás el ofertorio de un “Mapa de la narrativa” cada cierto tiempo? La cosa es que aparecen una tras otra las novelitas de menos de cien páginas, cuál de todas más mala. A algunos los ponen de jurados eternos, definen en la prensa, juegan a ser escritores habiendo escrito –redactado, más bien- unas cagaditas mínimas. Personalmente, no puedo leer otra sola novela sobre infancia en dictadura. Me da un tedio infinito. ¿Por qué hay que leer narrativa actual en verano? por qué no ver películas que no has visto o leer poesía, que es lo único en donde esta provincia ha dado algún que otro fruto que valga algo la pena? O clásicos de narrativa, en vez de las cosas que recomienda la prensa. Después de varias decepciones de las cuales lo único que rescato es el libro de cuentos de Pablo Toro, Hombres maravillosos y sensibles, y la narrativa de Óscar Barrientos Bradacic, que realmente me sitúa en un mundo de navegaciones y puertos, colecciono otra serie de decepciones. Me puse como obstrucción no leer cosas chilenas, sobre todo de guionistas de televisión o sobre ese tema al que le han dado como caja, infancia y dictadura, los años ochenta. Entonces, leo las cosas que me compré en Buenos Aires porque en Chile es casi imposible comprar libros por los precios inflados, y encima que la novela sea un engaño, niún brillo.

Veamos algunas novedades: Agua viva de Clarice Lispector es más introspectivo y más lírico que cualquier poeta engrupido. Mi perdición, una pequeña novelita negra de Hayes de la hispter y taquillera editorial Caja Negra es puro tono, sólo tono de novela negra y nada más. A unas paginitas (ah, esta es chilena), una novela, pongámosle menor llamada Space Invaders de una nueva narradora le adivinas la trama en la tercera página, y de nuevo el tema de infancia y dictadura. Yayoi Kusama con sus heroinómanos y sordidez para burgueses aburridos es más ondera y aburrida que una novela chilena sobre infancia y dictadura escrita con ojo de publicista o guionista de tele. Se rescata: hacia la extinción de Oliverio Coelho, unos cuentos borgeanos y divertidos, publicados en la también ondera editorial mexicana Almadía.

De manera entonces que mis recomendaciones son retornar a algunos clásicos y llenar todas esas lagunas; la de Dostoievsky que no leímos en su tiempo, el Retrato del artista adolescente de Joyce los que no lo leyeron, las de Javier Marías, no sé. Los cuentos de Henry James. Lo último más o menos actual que para mí valió la pena fue una novela de un escritor australiano, My life as a fake, de Peter Carey. Poesía, clásicos de narrativa es lo que recomiendo yo para leer panza al sol en vez de leer novelitas engañosas que parecieran tomarle el pelo, meterle el dedo en la boca al lector.

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