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Opinión

13 de Febrero de 2014

Diego el Cigala: “Para cantar bien flamenco hay que ser gitano”

Diego El Cigala, el cantaor gitano de flamenco más alabado internacionalmente desde Camarón de la Isla, con cuatro Grammy’s a cuestas, pisó tierras chilenas después de dos años para actuar en un concierto gratuito organizado por la Municipalidad de Santiago. Compartió escenario con la Banda Conmoción, Denisse Malebrán e Inti Illimani, frente a cerca de […]

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Diego El Cigala, el cantaor gitano de flamenco más alabado internacionalmente desde Camarón de la Isla, con cuatro Grammy’s a cuestas, pisó tierras chilenas después de dos años para actuar en un concierto gratuito organizado por la Municipalidad de Santiago. Compartió escenario con la Banda Conmoción, Denisse Malebrán e Inti Illimani, frente a cerca de 5.000 personas que abarrotaron la explanada de la Estación Mapocho el domingo 9 de febrero.

Un día después de su show, el Cigala conversó con The Clinic Online. Vestido de pies a cabeza con un buzo Adidas azul, y tapado en pulseras y anillos de oro –como buen gitano-, el cantaor nos recibió en el hall del Hotel Plaza San Francisco. Amable y dicharachero, nos confesó su profundo amor por Latinoamérica, su historia con el flamenco y Camarón de la Isla, y aprovechó de contar que su próximo disco será un tributo a la salsa y contará con la inigualable voz de Rúben Blades. Aquí, el Cigala, más latino que nunca.

-¿Qué tal el concierto en la Estación Mapocho? Llegaron miles de personas.
La verdad es que fue una experiencia súper bonita. Tocar en una plaza para gente que tampoco se pueden permitir el ver un espectáculo así. Tocar para el pueblo fue maravilloso.

-¿Qué repertorio tocaste?
Toqué de mis discos Romance de la Luna Tucumana, Cigala&Tango, Lágrimas Negras, alguna pieza que otra de flamenco.

-Ya habías venido a Chile ¿no?
Hacía ya dos años que no venía. Tenía muchas ganas de volver. Ahora, además, me di cuenta que tenía tantos seguidores. Yo no sabía. Sabía que tenía, sobre todo después del boom de Lágrimas Negras, pero no a este nivel.

-Compartiste escenario con Inti Illimani (Histórico) ¿Conocías su trabajo?
Claro que sí. Y de hecho, grabé con ellos La Tarara –poema- de Federico García Lorca, que aparece en el disco Travesura de Inti. Ellos son músicos bárbaros, qué locura cómo tocan estos señores, me encantan. Además muy del pueblo, muy de verdad, sin trampa ni cartón. A mí eso es lo que me gusta de la música, cuando sale con naturalidad.

-¿Pudiste conversar con ellos?
Claro, nos fuimos a cenar y estuvimos charlando un buen rato de música. Son músicos de verdad, todo se puede hacer con ellos.

-¿Conoces algo de música chilena?
Bueno, de hecho, ayer estuvimos hablando del hermano de Violeta Parra, Roberto Parra, y me lo pusieron para escucharlo y me pareció increíble. Sobre todo las letras ¿no?. Un loco divino. Escuchamos sobre todo de su jazz –el jazz guachaca- y me pareció increíble.

-¿Y habías escuchado algo de Violeta Parra o Víctor Jara?
No soy un gran entendido pero sí he escuchado su música. Es música muy humana. Jara escribía muy humano, era muy de verdad ese hombre. Mira si habría sido verdad que se lo tuvieron que cargar, ¿no?. Los mensajes de él, cómo escribía este señor era una verdad como un templo. Me encanta la poesía de él. Me habría encantado conocerlo, se veía que era una persona excepcional.

-¿Y Violeta Parra?
Sí, claro. “Gracias a la vida”. Hay una película de ella –Violeta se fue a los cielos de Andrés Wood- y hay que ver lo humilde de dónde nació, de donde venía. De lo más, más pobre, pero con su guitarra siempre en lo alto. Maravillosa.


La Tarara, poema de García Lorca, por Inti Illimani y Diego el Cigala.

Un gitano puro

Diego Ramón Jiménez Salazar –el Cigala- nació en Madrid dentro de una familia gitana de pies a cabeza. Forjando su canto en el barrio de Lavapiés, en Madrid, el Cigala se topó, cuando tenía recién 9 0 10 años, con gigantes del género como Camarón de la Isla o Paco de Lucía, que iban a tocar a su casa. Su padre, trabajaba en unos tablados, y se lo llevaba para que el niño conociera el arte del flamenco. Hoy por hoy, cuenta que la tradición popular del flamenco se ha ido esfumando y, ante la aparición de cantaores de academia, dice que “para cantar bien flamenco hay que ser gitano”. Este es El Cigala.

-Eres conocido en todo el mundo como el Cigala ¿De dónde nace ese apodo?
Me viene de tres hermanos guitarristas con los que yo empecé a tocar. Los Hermanos Losada. Ellos iban con la compañía de Paco Peña y yo iba con ellos y era muy inquieto, como una serpiente, pa’rriba y pa’bajo. ¡Este niño se parece una cigala –una langosta más chica-“ dijeron ellos. Y así me quedé como Diego El Cigala.

-¿Eres 100% gitano, no?
Hijo de padre, madre, abuelo, tatarabuelo gitanos, todos gitanos, jajaja. Mi padre era de Granada –Andalucía- y yo me crié en un barrio de Madrid muy castizo, el barrio de Lavapiés y la plaza de Agustín Lara.

-¿Y cómo llegaste al flamenco? Me imagino que se tocaba en las calles.
Claro. Yo siempre jugaba al balón, andaba en la bici, pero cada vez que se escuchaba una guitarra en esa plaza, ya estaba yo por allí. Salían las madres al cotilleo –la copucha-, a esas charlas por la noche en el patio, a ver qué es lo que ocurría ¿sabes?. Y siempre se intercambiaba, o bien música o charlas, y claro, es que era un pueblo unido, el pueblo gitano es muy unido.

-¿Y cómo aprendiste a cantar?
Desde chico. Mi padre cantaba junto con Camarón de la Isla en los tablados de Madrid. Yo tenía nueve años y mi padre llegaba con estos pesos pesados a mi casa, Camarón, Paco de Lucía, Mario Amaya –guitarrista-, Antonio Gades –bailaor-. Se ponían cuatro sillas ahí y se ponían a cantar y a bailar hasta el otro día. Imagínate, yo desde chico veía a esta gente y decía “Dios de mío de mi corazón ¿de dónde salen estos locos?”. Además, mi papá me llevaba verlo cantar a los tablados de Torres de Bermeja y Arcos de Cuchillo –Madrid-, y me tenían que esconder detrás de la barra porque yo era menor y entonces llegaba por la noche la policía y como era menor, pos me tenían que esconder, jajaja, para que no los multaran. Me crié viendo cantar flamenco.

-¿Y esos tablados que mencionaste siguen existiendo?
Siguen pal turismo, pal turista que llega y quiere saber de flamenco un poco. Pero en realidad ¡los tablados murieron hace mucho tiempo! Ha quedado como un mito, como parte de la historia de España. Los tablados han quedado para los buses de japoneses y alemanes que vienen a visitarlos, jajaja.

-Camarón de la Isla sigue siendo considerado el mayor cantaor de flamenco de la historia ¿qué recuerdos tienes de Camarón?
Camarón venía recién llegado a Madrid después de “La Leyenda del Tiempo” (1979), el disco con el que la rompió, a principios de los ochenta. Y bueno, lo venían a ver de todas partes. “Hay un gitano rubio que canta… ¿gitano rubio? ¿qué dices? Un gitano rubio que no se puede creer lo que canta”, decían antes de que fuera famoso. Y ese gitano rubio era Camarón. Después conocí a su familia… al día de hoy yo pienso que hubiéramos sido muy, muy buenos amigos. Porque yo me he fraguado con su música, con su arte.

-El flamenco se popularizó en el mundo. Hoy, hasta acá en Chile encuentras escuelas de baile y canto y en España está lleno de cantaores de flamenco no-gitanos. ¿Se puede cantar flamenco sin ser gitano?
No. Hay grandes cantaores pero no es el mismo sentir. Lo lleva el pueblo gitano y para cantar bien flamenco hay que ser gitano.

El Cigala latino

El Cigala dentro de su discografía cuenta con cuatro discos de repertorio latinoamericano. “Lágrimas Negras” con Bebo Valdés, álbum de boleros aflamenca’os que lo catapultó a la fama mundial, “Dos Lágrimas” con más música del caribe, Cigala y Tango, únicamente dedicado al tango, y su última producción “Romance de la Luna Tucumana” –título de una canción de Atahualpa Yupanqui- dedicado al tango, y más en general al folclor argentino, rescatando la herencia de Yupanqui y, sobre todo, de Mercedes Sosa. Ahora, prepara un tributo a la salsa que contará con la estelar participación de Rubén Blades en el canto.

-Ahora estás viviendo en República Dominicana ¿no?
Claro, estoy en Punta Cana. Y es lindo porque lo tengo todo a mano: México, Colombia, Argentina, Chile, Puerto Rico, Cuba. Máximo todo a 5, 6 horas.

-¿Por qué República Dominicana?
El pueblo dominicano es bello y hogareño, muy de verdad también, entonces me identificaba mucho con ellos desde la primera vez que fui. El dominicano es noble y bueno por excelencia y me han brindado mucho cariño.

-Te gusta mucho Latinoamérica. Tienes dos discos de tango y folclor argentino, dos de música caribeña… ¿Ves algo del pueblo gitano en América Latina?
Totalmente. Un pueblo sufrido, “Las venas abiertas de América Latina”, como ese libro maravilloso. Tiene ese sufrir como el que tuvo el pueblo gitano con la dictadura franquista y, de mucho más atrás, con los reyes católicos. Tuvimos una persecución masiva de sufrimiento y dolor. Y acá, no conozco ningún país de Latinoamérica que no haya pagado las consecuencias de un sufrir. Chile tuvo lo suyo, Argentina lo mismo, Cuba, imagínate, México. Por eso creo que amo a Latinoamérica, porque me siento muy identificado con ustedes.

-Decías en una entrevista que Cuba y Argentina eran tus debilidades… ¿por qué?
Hombre porque me siento como pez en el agua. Tienen música del alma y sin trampa ni cartón. Una, en lo rítmico, que es la música afrocubana, que tiene mucho que ver con la rítmica del flamenco también. Y de Argentina, el tango y sus letras. Hablan cosas muy parecidas a las del flamenco: amor, desamor, pena, desengaño, alegrías, temores. Es muy arrabalero, muy nocturno. Hombre, que tiene mucho que ver con el flamenco.

-¿Cómo llegaste a la música cubana?
Cuando conocí al maestro Bebo –Bebo Valdés, con el que grabó “Lágrimas Negras”-, que en paz descanse. Cuando nos presentó Fernando Trueba –cineasta y producto español-, me acogí a sus viajes y me iba a Cuba, solo. Y allí empezaba a conocer la historia de lo que eran Chano Pozo –percusionista-, Mario Bauzá –pionero del jazz latino-, Monguito –cantante-, Benny Moré –cantante y compositor-, Rolando Laserie –cantante-, todos estos locos cubanos maravillosos, que no podían tocar ni cantar mejor. Y cuando llegué a La Habana vieja, vi al pueblo gitano, igual, en sus maneras de vivir, lo familiares que son, cómo sobreviven al día a día, cómo lo pagan todo también con la música. Sus penas sus dolores, sus alegrías. No verás a ningún cubano, en ninguna casa, que no tengan para ofrecerte un chorrito de ron y un par de canciones. Son trovadores. Me identifico mucho con ellos.

-¿Y de Buena Vista Social Club has escuchado? ¿Los pudiste conocer?
Claro, conocí a Ibrahim Ferrer, que iba a grabar para el disco “Dos Lágrimas” pero murió un mes antes. Pero la película de Buena Vista Social Club –de Wim Wenders- me encanta. A Compay Segundo lo conocí también. Le gustaba mucho Madrid. Siempre que tocaba allí terminaba en unos bares de la calle Argumosa. Yo tendría 20 años, entré por ahí, a tomar una Coca Cola y vi una mesa con Compay Segundo y Reinaldo Crea, de la trova santiaguera. Los veía y decía ¿de dónde salieron estos? Y los veía con sus puros, jugando dominó y después con sus guitarras cantando… con el tiempo fui cayendo en la cuenta de cómo se presentaron estas señales para que yo llegara a la música cubana y latinoamericana, hasta la señal definitiva que fue con Bebo Valdés.

-El disco “Lágrimas Negras” con Bebo Valdés, te lanzó a la fama mundial. Ganaste dos Grammy y fuiste disco de oro en muchos países del planeta. ¿Qué significó para ti ese álbum?
Todo. Para mí significó, primero, el reconocimiento musical más grande que pude tener, que fue conocer a Bebo Valdés. Ese fue el premio más grande que he recibido, porque conociéndolo a él trascendí mucho más allá de ese cantaor de flamenco que viene con una guitarra y que está acostumbrado a eso. Cuando escuché por primera vez el piano de Bebo dije, tío, este señor ha tocado con Freddy Sinatra, con Louis Armstrong, con Dizzy Gillespie, con Benny Moré, jajaja. Para mí era impensable que un flamenco, en ese momento de 37 años, fuese a caer en tan buenas manos, con tanta genialidad. Fue una master class de tres años, un avance musical que a raíz de ahí yo ya parecía que venía criado de chico con el pueblo cubano, él fue el que me hizo sentir así.

Diego el Cigala y Bebo Valdés, del dvd “Blanco y Negro”, que registra en vivo el repertorio de “Lágrimas Negras”

-Después grabaste “Cigala y Tango” y “Romance de una Luna Tucumana, ambos basados en el tango y en el folclor argentino. ¿Cómo llegaste al tango?
Bebo fue uno de los primeros que me dijo que investigara el tango, junto con Chavela Vargas –astro del folclor mexicano-, mi gran chamán. Nos conocimos en Madrid con la bailaora Sara Varas en un concierto y a raíz de ahí ella fue mi chamán. En Corferia –exposición en Colombia – salimos juntos a cantar “Amar y Vivir”, un bolero de Consuelo Fernández. Ahí Chavela me decía qué tenía que cantar. Imagínate que dos cracks alrededor mío me decían “tira por aquí, tira por allí”, y así llegué al tango.

-Sabemos que eres un gran fan de Mercedes Sosa ¿Cómo conociste su música?
Parte de la inspiración de mi último disco fue Mercedes Sosa. Cinco temas del disco están inspirados en ella. Siempre le voy a estar agradecido a su hijo, Fabián Matus, por regalarme su voz para la canción “Canción para un niño en la calle”, que había grabado Mercedes con René Pérez de Calle 13. Yo grabé el tema, se lo mandé al hijo y él me dijo, “mira yo no escuchado una versión así en mi vida. Te voy a mandar la pista de mi mamá y tú la colocas ahí”, y así empieza el disco. Me llegó la pista entera, a las tres de la mañana. La emoción fue brutal. Sentí el abrazo de Mercedes Sosa sin estar con ella, parece que llegó desde los cielos y como si hubiera entrado por la ventana, se hubiera sentado un rato ahí, hubiera cantado y, chao, me voy otra vez. Sentí su espíritu.

“Una canción para un niño en la calle”, de su disco “Romance de la Luna Tucumana”

-El disco se titula como una canción de Atahualpa Yupanqui, otro ícono del folclor argentino. ¿Qué te parece su obra?
Me hubiera encantado conocer a este maravilloso indio. Me hubiera encantado. Yo siempre tengo una pregunta, ¿habrá leído a Lorca? Porque Romance de la Luna Tucumana es muy lorquiano. No he visto poesía más bella en mi vida, no he visto frases más bonitas en mi vida, digo, es un compendio de Atahualpa – Lorca, Lorca – Atahualpa. Es como lo mismo la fábula de Martín Fierro, esa poesía es como un tiro, son verdades como puños, y además, nadie más escribe así hoy en día. Latinoamérica es un continente muy enriquecedor.

-En tus discos, además de boleros, tangos y flamenco, se puede escuchar mucho de salsa. Es media hermana de la rumba flamenca ¿no?
Totalmente, es muy rítmica. Yo quiero hacerle un homenaje a la salsa. Acústico. Piano, bajo y percusiones. Afrocuba, por ahí. Con temas de Héctor Lavoe, Cheo Feliciano –cantante de salsa y boleros portorriqueño-, Benny Moré, homenaje a Tito Puente, a Celia Cruz, a Bebo Valdés, un homenaje amplio a todos estos genios.

-¿Y estás en eso?
Ahora estoy grabando ese disco, con José Alberto el Canario, salsero dominicano, con Johnny Pacheco de la Fania All Stars, con Rubén Blades, y con Óscar de León. Si dios quiere, contaré con Blades y de León para que canten en el álbum. Estoy con el repertorio de ellos, he grabado un par de temas y a inicios del 2015 ya estará en la calle.

-¿Serán temas tradicionales de la salsa?
Tradicionales, claro. Excepto algunos que se van a escribir sobre la memoria de Bebo Valdés, de Celia Cruz o de Tito Puente. Va a haber unos cuantos que se van a escribir como homenaje. Pero el resto sería repertorio de Rolando Laserie, Beny Moré, de Héctor Lavoe, Juan Pachanga, que me van perfecto a la manera que tengo de cantar.

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