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Mundo

24 de Febrero de 2014

La tragedia argentina que colmó el vaso

El pasado 22 de febrero se cumplieron dos años de la “Tragedia del 11”, como se le llamó en Argentina al accidente ferroviario que le costó la vida a 52 personas tras el choque de un tren de la línea Sarmiento en la estación de Once, en Buenos Aires. La tragedia, que ha indignado a […]

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El pasado 22 de febrero se cumplieron dos años de la “Tragedia del 11”, como se le llamó en Argentina al accidente ferroviario que le costó la vida a 52 personas tras el choque de un tren de la línea Sarmiento en la estación de Once, en Buenos Aires.

La tragedia, que ha indignado a los argentinos como ninguna otra en tiempos recientes, ha sido capaz de convocar a miles de personas que han acompañado a los familiares en su causa. De hecho, el pasado sábado cuando se cumplieron dos años exactos, fueron ellos quienes llamaron a la sociedad a un gran duelo, en el que el grito de “Justicia” fue el que más resonó. No sólo honraron a sus seres queridos, sino que impugnaron a un Estado que sienten que los abandonó, porque permitió que los trenes llegasen a la situación deplorable que generó la tragedia, y porque desde entonces no los ha ayudado, ni les ha dado la certeza de que semejante accidente no volverá  a pasar. La causa contra los empresarios responsables y los ex funcionarios está por ir a juicio oral, el próximo 18 de marzo, en donde se juzgará a los 29 acusados, entre los que también está el maquinista.


El caso de Lucas Menghini Rey, quien murió a los 20 años en el choque, es el más emblemático por el doble abandono del Estado: no sólo fue víctima de la desidia frente a la situación de los trenes, sino que la búsqueda de su cuerpo fue cerrada hasta que su padre dos días después encontró la filmación donde se lo veía subir al tren. Recién ahí lo encontraron. Su padre, Paolo Menghini, cuenta la historia.

-¿Cómo fue el caso de tu hijo?
Lucas llega a la estación de Once en una cabina de motorman [maquinistas]. Viendo después los videos de la estación veo que él llega corriendo para subirse al tren y por la cantidad de gente que viaja todos los días no puede subir por la puerta y ve la ventana de la cabina vacía, que tendría que haber estado cerrado porque es de alta peligrosidad. Él era músico y padre de una nena que en ese momento tenía 4 años, se había acostado muy tarde, se sienta, se pone sus auriculares y se queda dormido. Lucas queda en la cabina del vagón cuatro, en la punta, uno de los lugares de impacto. Durante dos días y medio las fuerzas de rescate nos aseguraron que el tren se había inspeccionado, que no había un solo muerto más, con la madre de Lucas fuimos dos veces a la morgue a reconocer los cadáveres y Lucas no estaba. Si no estaba entre los fallecidos tenía que estar perdido con shock postraumático, o mal registrado en algún hospital. A las 5 de las tarde de ese 24 yo veo la filmación de la estación en la que subió.

¿Dudaban de que se hubiese subido a ese tren?
A nosotros se nos preguntaba si no tenía una doble vida, si no había aprovechado las circunstancias para escaparse, las hipótesis de los organismos de seguridad eran de las más disparatadas. Cuando yo veo esas imágenes lo van a buscar y lo encuentran dos días y medio después. Estaba en un lugar en el que solo con subir y mirar para adentro lo hubiesen encontrado.

¿En qué trabajaba Lucas?
Estaba trabajando hace unos cuatro meses, después de una crisis personal muy grande. Lucas fue papa muy jovencito, antes de los 17 años. Tenía un carácter muy especial y se había transformado en el mejor recuperador de clientes perdidos de su call center. Estaba muy contento planeando a futuro.

¿Cuál fue la reacción que tuvo el gobierno con ustedes y con todos los familiares de víctimas?
La primera reacción del gobierno fue intentar un acercamiento a la que los familiares de Lucas obviamente no accedimos después de la culpabilización de la víctima que había ensayado la ministra de Seguridad, que había dicho que es ilegal viajar en ese lugar del tren. Varios grupos de familiares fueron a la Casa Rosada a reunirse con la Presidenta, pero no salieron con las respuestas que buscaban, que eran que el gobierno asumiese su responsabilidad en lo que había pasado, llevarse la seguridad que le iban a sacar la concesión a los hermanos Cirigliano, los empresarios que habían vaciado el Sarmiento. Y tampoco encontraron la atención integral que merecíamos. Jamás le importó al gobierno argentino cómo estábamos, lo que nos pasaba.

¿Y qué pasó con los familiares que fueron a la reunión?
El distanciamiento con el gobierno fue cada vez mayor. Empezamos a informarnos sobre lo que había pasado, y salieron los datos que revelaron un entramado de corrupción enorme entre ex funcionarios de este gobierno y los empresarios de la concesión. A los Cirigliano les condonaron multas que le hubiesen permitido al gobierno sacarle la concesión dos veces, no una. En los contratos está establecido que después de determinado monto se les puede quitar la concesión, ellos acumularon dos veces ese valor. Mientras tanto el ex secretario de transporte Ricardo Jaime recibía dádivas de los empresarios y viajes al exterior pagados.

¿Y esas multas por qué eran, fallas de seguridad, falta de infraestructura?
Absolutamente. Las denuncias de que el tren se estaba desmoronando llegaron desde los usuarios, desde los trabajadores. Las multas se cajoneaban, nunca se cobraban. No se pedía una rendición de cuentas porque había un ida y vuelta entre los empresarios y los ex funcionarios que hizo que todos mirasen para otro lado mientras el tren iba cayendo en su seguridad. Había denuncias de la Auditoria General de la Nación desde 2008. La obsolescencia del material era evidente.

El gobierno dijo que esto era responsabilidad del maquinista, que se quedó dormido. ¿Crees que tiene alguna base esa hipótesis?
No, ninguna. Supongamos que hubo un error humano, que no está probado bajo ningún concepto, pero supongamos que existió. El tren entra a 27km por hora a la estación, impacta contra un parachoques del año 1961, impactan coches del año 1958, carcomidos por el oxido y sin ningún sistema de seguridad. Nada de eso hubiese ocurrido si los parachoques hubiesen sido los que tenían que ser, si los vagones tuviesen los sistemas de seguridad que tenían que tener. El motorman estaba manejando una unidad que no estaba en condiciones de circular, no es un tren que este en condiciones de trasladar entre 6 y 9 personas por metro cuadrado, como mostraron las pericias.

Desde entonces ustedes han seguido con atención los cambios que hubo en el Sarmiento, ¿ven cambios?
No. De hecho en junio de 2013 en la estación de Castelar se produjo una tragedia que responde a la misma lógica del 22 de febrero. Un supuesto error humano que también se está investigando, hace que se viole una luz roja. En los sistemas ferroviarios seguros, cuando un tren viola una luz roja o pasa una señal de alarma, la energía se corta. Si eso hubiese existido en vez de vagones pintados encima de oxido, en Castelar no hubiesen impactado dos trenes. Hoy hay tres unidades que están sobre las vías que están en las mismas condiciones que el tren del choque, con vagones exactamente iguales al tren de la tragedia y están trasladando gente.

El Estado no los acompañó, ¿sintieron apoyo de la gente?
Tremendo, es conmovedor. Creo que llegamos al juicio oral en gran parte por ese trabajo que hemos hecho nosotros respaldado por toda la sociedad.

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