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Poder

28 de Febrero de 2014

El matrimonio que dio origen a la derecha chilena

En la elección de 1841, el héroe de la batalla de Yungay, Manuel Bulnes es el candidato de los conservadores, pero la oposición de los liberales pipiolos y los ultraconservadores lo critican por bruto e ignorante, sin embargo Bulnes resulta más hábil de lo que se cree. Un matrimonio adportas de la elección no sólo lo deja sentado en La Moneda sino que es el inicio de histórica alianza liberal-conservadora.

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Santiago, tarde del 18 de diciembre de 1839. La ciudad recibe en carnaval al ejército vencedor de Yungay. Encabeza el desfile el jefe de esa tropa el general Manuel Bulnes. Lo acompaña el Presidente Prieto, quien ha salido a recibirlo. Cruzan sendos arcos triunfales entre la muchedumbre que los aplaude y les arroja una lluvia de flores. La jornada se alarga en fiestas palaciegas y orquestas callejeras. Es el primer triunfo bélico internacional de Chile -contra la Confederación Perú Boliviana-. Es también la primera vez que el pueblo siente suya una victoria militar. Aquí nace la figura del roto chileno, no como amenaza al orden ni como borracho pendenciero. Ya no es el gañan indiferente, arrastrado a una lucha que no le interesa ni comprende. Es el soldado valiente y sufrido que se sacrifica por la patria.

Este delirio patriótico tendrá dos consecuencias. Una, la erección del monumento al roto chileno, de curioso aspecto greco latino, levantado en la Plaza Yungay. La otra es la postulación de Manuel Bulnes como candidato presidencial del gobierno. Su estatus de celebridad popular lo convierten en triunfo seguro para las próximas elecciones de 1841. Ante la candidatura de Bulnes se levanta la oposición liberal con Francisco Antonio Pinto, Presidente de la República durante la década de 1820. Viejo militar de las guerras de Independencia y caudillo pipiolo, inteligente e ilustrado, es algo así como un actual intelectual de izquierda o red set.

La lucha electoral estalla en críticas bien poco caritativas hacia el héroe de Yungay. Se dice que Bulnes no tiene ni la cultura ni la inteligencia para tan alta magistratura. Es un mero soldado, criado y formado en los campos de batalla, un “hombre de a caballo”, tosco e ignorante, manipulado por oscuros poderes fácticos. Se le acusa además de nepotismo. Es sobrino del Presidente Prieto. Grande es la sorpresa del candidato y su apoderado al enterarse que el secreto instigador de estos ataques es nada menos que su ministro de Hacienda Joaquín Tocornal, representante de los ultraconservadores. Este sector, el más reaccionario, beato y aristocrático santiaguino, quiere un Presidente de sus filas. Ya habían tolerado a Diego Portales, un tipo raro, comerciante del puerto, pero útil a sus propósitos. Tampoco les había gustado mucho Prieto, hombre de Concepción, lejano a los latifundistas del valle central. Lo mismo les pasaba con Bulnes.

La movida de Tocornal y los reaccionarios es aliarse con Pinto y sus liberales y así derrotar a Bulnes. Sin embargo, el general no resulta tan lerdo como se decía. Existen dos versiones de esta historia, que pueden confluir, aunque con diverso énfasis. Una es de estricta práctica política. La otra es romántica y folletinesca.

Alarmados los partidarios de Bulnes, tienden puentes hacia los liberales para adelantarse a la oferta ultraconservadora. Se realizan discretas reuniones en la casa de campo de Manuel Rengifo, donde ambos partidos negocian un acuerdo.

El gobierno se compromete en una elección limpia, sin intervención electoral.
Las respectivas candidaturas seguirán hasta el final y cualquiera que gane la elección, será apoyado por su contendor en el futuro gobierno.

La versión romántica afirma que Pinto, a pesar de ser rival de Bulnes en las elecciones, decide visitarlo para felicitarlo por el triunfo en Yungay. A fin de cuentas, ambos son soldados y nobleza obliga. Bulnes lo recibe con toda gentileza y ambos comparten anécdotas militares y opiniones políticos, revelando que no son tan lejanas sus posiciones. A los pocos días Bulnes se siente obligado a devolver la cortesía de su contendor y, desoyendo la resistencia de sus asesores, lo visita en su casa. Resulta, destino feliz, que Pinto no está y lo recibe su hija, la bella Enriqueta. En el breve encuentro Bulnes, el campeón de tantas batallas, cae fulminado por la flecha de Cupido. Es que Enriqueta no es una mujer cualquiera. A su belleza suma prendas poco comunes en las féminas de la época. Inteligente, ilustrada, habla varios idiomas, se codea con sabios e intelectuales y sabe de política. Su profesor particular es nada menos que Andrés Bello, amigo de su padre.

De regreso al hogar, el general se revuelve de amor. Obsesionado por ver a la dueña de su corazón, extrema las reglas del decoro y para escándalo de sus consejeros, visita por segunda vez a su rival político. En esta ocasión Pinto lo recibe y comparten una velada político sentimental. Abiertos los corazones de los tórtolos y con la oportuna aprobación del padre, se declara el noviazgo. Manuel Bulnes Prieto y Enriqueta Pinto Garmendia se casan poco antes de las elecciones presidenciales.

Bulnes arrasa y es elegido Presidente de la República. Pinto cumple el pacto y declara su apoyo al vencedor. Bulnes responde y el flamante suegro es llamado al gobierno junto con los liberales. La presidencia y sus aposentos se mudan desde la Plaza de Armas al palacio de La Moneda. Ahí Enriqueta encabezará un salón político literario en el que se darán cita sus amistades intelectuales con el mundo político de su marido. Esta alianza matrimonial significará la unión, por primera vez, de los dos principales partidos políticos chilenos. El Partido Liberal y el Partido Conservador. El gobierno de Bulnes será pródigo en obras de la mayor importancia, sin embargo, llevará en su seno una criatura no deseada. Con los esponsales se ha concebido a la futura derecha chilena.

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