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Opinión

24 de Marzo de 2014

Por qué la derecha escogió a Rodrigo Peñailillo como el rival más débil

En la táctica está la intención de generar una agenda paralela a la de las Reformas impulsadas por Bachelet en que la derecha es, en muchos casos prescindible. Peñailillo, destacan en la Alianza, representa un gancho ideal por una característica que hasta en el oficialismo reconocen: su mal manejo mediático y una muñeca política de dudosa efectividad. Sin embargo, hay quienes advierten que se podría terminar por victimizar y blindar al jefe de gabinete.

I.Toro
I.Toro
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No fue difícil, sostienen en RN y la UDI, elegir a Rodrigo Peñailillo como la figura a “derribar” de la administración bacheletista y, por lo mismo, la primera que podría ser interpelada si hoy, en la reunión entre los partidos y Amplitud y Evópoli, se confirma la determinación de seguir adelante con la medida que persigue, en términos formales, que dé explicaciones por los despidos de funcionarios y las nominaciones fallidas de subsecretarios y gobernadores, pero que en la práctica encierra una estrategia política de largo plazo.

La decisión -que tiene detractores en el sector-se origina no sólo en la tentación de golpear al secretario de Estado favorito de la Presidenta Michelle Bachelet para mostrar públicamente los “flancos” en el bloque gobernante. En la táctica está también la intención de generar una agenda paralela a la de las Reformas que impulsa Michelle Bachelet y que para la Alianza no es atractiva ni su contenido ni en su forma, porque en muchos casos la derecha será prescindible en el debate.

A modo de ejemplo, un dirigente de la UDI recalca que para la reforma educacional, que pondría fin al lucro y garantizaría gratuidad universal, se necesitan cuatro séptimos de aprobación, lo que equivale a 69 diputados y 22 senadores. En la Cámara Baja el trámite es simple pata el gobierno, y en el Senado la Nueva Mayoría, si la DC se cuadra con Bachelet, requeriría sólo un voto, probablemente de Antonio Horvath o Carlos Bianchi. El matrimonio igualitario y el alza de tributos sólo requieren mayoría simple, mientras que modificar la Constitución necesita dos tercios de aprobación y sólo aquí la oposición tiene poder de veto.

Así las cosas, agrega este dirigente “el único camino para que nuestros puntos sean escuchados es elaborar una estrategia donde podamos usar la única herramienta para la que nuestros votos tienen valor clave, la interpelación”.

EL RIVAL MÁS DÉBIL
Peñailillo, agrega, representa un gancho ideal por una característica que hasta en el oficialismo reconocen: su mal manejo mediático y una muñeca política de dudosa efectividad.

“Ha mostrado que hablar en público no es su fuerte, se pone nervioso, no logra argumentar. En el Congreso no tiene muchas redes y en privado los mismos parlamentarios de la Nueva Mayoría admiten que es débil en experiencia, entonces permite que el interpelador se luzca”, agrega esta fuente.

Desde RN, son más cautos. Un parlamentario recalca que al ser una figura nueva, sin historia política, el atacarlo puede convertirlo en “víctima” y aunque ello no contribuye a forjar una imagen poderosa, como la que se requiere de un jefe de gabinete, sí puede blindarlo al contribuir a darle una popularidad de la que hoy carece.

“Es joven y no arrastra ningún conflicto, entonces atacarlo desde tan temprano puede terminar ayudándolo, porque es obvio que además lo van a salir a respaldar los presidentes de los partidos que, de otro modo, podrían cuestionarlo por sus decisiones, entonces es complejo”, recalca este parlamentario.

Desde Amplitud, en tanto, aseguran que hay un “festín” de críticas en el oficialismo hacia Peñailillo y que la oposición debería “tomar palco y observar el show porque adentro muchos lo quieren afuera, entonces ese trabajo se está haciendo en la Nueva Mayoría. Si lo atacamos, podemos generar un efecto indeseado: que salgan en bloque a defenderlo y se afirme en el cargo cuando todos sabemos que los partidos de gobierno lo quieren fuera”.

Desde el gremialismo, en tanto, un diputado asevera que el único riesgo de sacarlo al estrado desde ya, es que la táctica de desgaste tenga éxito en el mediano plazo y eso, aunque supondría una derrota para Bachelet, implica también el peligro de que “se empiece a pensar en poner a un ministro de verdad, al estilo Insulza, y en ese escenario si que sería difícil para la Alianza marcar nuestros puntos”.

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