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Cultura

14 de Mayo de 2014

Gonzalo Cienfuegos, pintor: “Con la marihuana me pongo más parlanchín”

Ex católico y desde hace unos años agnóstico, la semana pasada inauguró una muestra inspirada en los diez mandamientos en galería Artium. El académico de la Escuela de Artes de la PUC por estos días también se ha reencontrado con la marihuana-la que probó por primera vez hace 30 años- y que ahora encuentra exquisita. Cienfuegos, que ha sido tildado como “cortesano del poder”, explica por qué se siente un liberal cercano a la derecha y muestra su lado más jipi.

Macarena Gallo
Macarena Gallo
Por

Fotos: Cristóbal Olivares

¿Cómo se le ocurrió hacer esta exposición sobre los 10 mandamientos?
-No se me ocurrió a mí, sino que a Eduardo Lira, que me llegó con el cuento de los 10 mandamientos. A lo que yo le dije: ¿qué tengo que ver con los 10 mandamientos? Si no soy católico. Me dijo: bueno, es un pretexto para hacer diez obras que tengan un hilo conductor. Y, bueno, pensé y dije: en realidad, de los 10 mandamientos que me han acompañado durante toda la vida hay unos tres o cuatro que sigo, que me parecen importantes, como no matar, no robar y no me acuerdo cuál otro. Tuve que acudir a wikipedia para saber cuáles eran, porque se me habían olvidado.

¿Hay algún mandamiento más difícil de llevar para un pintor? ¿Los deseos impuros, por ejemplo?
Algunos no sé si son tan malos o no. Porque encuentro que la fornicación es súper buena, alivia el espíritu. Pero a mí me complican a veces los mandamientos como “adorar a Dios por sobre todas las cosas”. Y uno, dice, bueno, ¿quién es Dios? ¿A qué Dios tengo que adorar y cómo se tiene que adorar? Porque yo no sé cómo se hace eso.

¿Por qué ya no es católico?
-A medida que fui evolucionando me fui alejando cada vez más de la Iglesia como institución. Esta empresa internacional que administra la fe y tiene todo un cuento, no me satisfizo. Sin embargo, la figura de Jesucristo tiene contenidos humanos que me parecen muy respetables, todo lo que dice relación con el amor al prójimo, etcétera. Tengo muchas dudas de si soy ateo o agnóstico. Me identifico más como agnóstico.

Ateo es una palabra muy fuerte.
-Ateo es como que se está contra Dios y agnóstico está diciendo: mira, no sé si. Por mi capacidad intelectual llego hasta ahí nomás. Si existe sería fantástico, si no existe, no sé.
Yo tengo muchas más dudas que certezas. Pero, dentro de todo ese mundo, creo que hay fuerzas negativas que me parecen muy destructivas, como por ejemplo la envidia. Yo creo que el ser humano dentro de la existencia se divide entre el amor y la envidia. La envidia la encuentro muy siniestra porque se disfraza de maneras muy escurridizas, dice: no, pero esta cosa no es así, sino que yo tengo que ser de tal manera. La envidia genera malos resultados.

LA ENVIDIA

En el mundo del arte hay mucha envidia.
-Yo creo que en la sociedad completa. En el mundo del arte las descalificaciones que existen, las respuestas ante cualquiera que se destaque o se distinga, también es fruto de ataques envidiosos.

A usted lo han descalificado harto, hace unos años, Justo Pastor Mellado lo trató de “cortesano del poder”.
-Sí. Yo le decía: seré cortesano, pero usted señor es proxeneta de los cortesanos. Lo que pasa es que con Justo éramos amigos. Yo colaboré para que entrara a la Universidad Católica cuando me parecía un tipo interesante y se fue en contra de todo el mundo. Y finalmente salió de la escuela y el blanco de todas sus críticas aparecí siendo yo, porque era como el más público de la universidad. Me dio como bombo en fiesta. Él escribió mis libros, fue un gran admirador o cercano y en algún momento dijo chao. Después nos hemos encontrado y yo me río y le digo, bueno, porque es agudo e hizo una crítica a una exposición mía que fue muy ingeniosamente perversa. Pero, claro, él estaba muy dolido por muchas cosas. Pero la crítica me ha criticado. Ha habido un sector que ha considerado que yo era como el cortesano. Como si yo hubiera alguna vez en mi vida tenido algo que ver con algún régimen. Y yo siempre he estado absolutamente al margen de todo compromiso político, ni con la Iglesia católica, ni con partidos políticos, ni con absolutamente nada. Pero como estuve viviendo afuera y volví en el 75 y aparecí en una circunstancia donde no andaba con el chaleco chilote, sino que andaba un poco mejor, y decían: “ah, no, este es altamente sospechoso”. “Este es cuico, miembro del régimen, debe ser de la CNI”. Entonces, claro, la crítica ha sido, por un lado buena, y por otro lado mala, en el sentido de que despierto sospechas.

En esos años de la dictadura se esperaba que el arte chileno fuera comprometido políticamente.
-Siempre, y desde antes. Yo me fui en el 70 y ya había una tendencia de que el arte tenía que estar al servicio de la lucha, o sea, debía ser un arte comprometido. Y aquel que no tenía esa condición era un comerciante, un burgués, era muy restrictivo. Entonces yo me fui a México y de repente descubrí -ellos venían saliendo de una revolución- un sector contra revolucionario en el arte que decía: yo no puedo seguir en esta especie de academia del muralismo mexicano, comprometido, y empieza a surgir un movimiento mucho más universal, más abierto, conectado con tradiciones. Y me identifiqué más con eso y me sentí más cercano a ese grupo. Y siempre me preguntaban cuál era mi compromiso con la realidad, con los torturados, con el golpe de Estado, con Pinochet, con la CNI. Yo decía “no sé cómo abordar ese problema, porque no me inspira, para decirlo en castellano claro. Yo siento que es espantoso lo que estoy diciendo, voté por el NO, nunca estuve de acuerdo con este caballero, pero no me inspira”.

Hay una visión un poco romántica de cómo debe ser el artista.
-Hay un par de temas que me llaman la atención. El artista estuvo siempre ligado o a la Iglesia católica, que fue la gran fuente de financiamiento de todos los artistas durante un gran período de la historia; o a la realeza, como dice Justo, el vasallaje. Y a finales del siglo XIX empiezan a independizarse, a crear un arte individual y personal y desaparece el concepto de arte por encargo. A esa corriente, que ya es romanticismo puro, suscriben un montón de artistas. El paradigma es Van Gogh y su cortada de oreja, y que no vendió ningún cuadro, que no se vendió al sistema ni nada, ni siquiera se arrendó, como me dicen a mí: no te habrás vendido, pero te arriendas. Bueno, me arriendo, por leasing, digo yo.

¿A qué se refiere con que se arrienda por leasing?
-Un sobrino mío dice: oye, lo que pasa es que usted tío se vendió al sistema. Como que soy el artista vendido al comercio.

¿Qué le dice usted?
-Yo le digo: tanto como venderse no, pero arrendarse un poco sí. El gran patrón hoy día, lo que está mandando todo y lo vemos en todo orden de cosas es el mercado. Yo en la Chile tenía unos amigos bien cercanos que estaban en los preludios del MIR y cuando habían concursos de varias instituciones me decían: yo no participo de ninguna empresa que represente la oligarquía americana y etcétera. O sea, duro, y me miraban a mí y yo les decía: la verdad es que yo creo que son lugares de exhibición. No tenía esa convicción política tan grande.

¿Por qué no tenía esa convicción?
-Primero, porque no he creído que las artes visuales, en particular, puedan ser herramientas de lucha como para cambiar una sociedad en su conjunto. Creo que el pensamiento, la reflexión, que se da desde la filosofía, la literatura, hoy el cine, son medios mucho más eficaces para lograrlo. Yo venía del origen de la pintura, con un origen mucho más retiniano, mucho más visual, de la historia del arte, entonces no participaba en tratar de perder mi libertad creadora, para ponerla al servicio de una causa. Si podía, sutilmente, yo lo hacía, porque todo arte tiene una parte política, indudablemente.

LA AVANZADA

¿Cómo se llevaba con la Escena de Avanzada?
-En la época de los 70 y 80, tenía muchos amigos en la escena de Avanzada: Nelly Richard, Carlos Leppe, Raúl Zurita. Y con la Nelly éramos amigos, comíamos juntos, nos reíamos, me hacía unas entrevistas y yo peleaba con ella.

¿Por qué peleaban?
-No eran peleas, pero me hacía una entrevista y la entrevista tenía el sesgo de ella y yo quedaba como medio retardado mental. Y yo le decía pero por qué me pusiste eso, pero sí tú lo dijiste, pero me lo podrías haber arreglado un poco, po, ja, ja, ja. Yo, en ese tiempo, seguía con mi tradición de la pintura de caballete, que era la práctica más vilipendiada en ese momento, porque decían que cómo yo podía estar comprometido con un arte retiniano que era para el solo goce y placer del ojo.

Era una pintura, por así decirlo, más frívola…
-No sé. A mi obra trato, más bien, de darle sensualidad más que agresividad. Y, quizá, cuando más joven disfrutaba con los monstruos más asquerosos.

Más allá de eso, ¿qué le parece la frivolidad?
-Me parece que no hay que ser frívolo, sino que hay que ser profundamente frívolo. Porque hay que conocer la frivolidad y profundidad. O sea, las personas que son profundamente profundas y no salen de las profundidades, me parece que se pierden una parte muy importante de la vida. Y las personas que son solamente frívolas y que viven en esa capita dorada, también son muy aburridas. Yo creo que ser profundamente frívolo contempla todo lo que hay entre un extremo y otro.

Hablando de frivolidades, ¿qué le parece la farándula?
-¡Por supuesto que la veo!

¿Qué ve?
-Veo “Mujeres Primero”. Me interesa la televisión como fenómeno social para saber lo que pasa con los rating. Por qué un programa tiene rating y trato de ver esa relación con el público. La farándula me parece una cosa insólita sobre todo por lo repetitiva que es. Por ejemplo, Kenita Larraín sale con Pedro Soto. Ya. Bien. Pero esa misma noticia la dan tres horas seguidas. Y yo digo no es posible, pero por algo tiene que ser.

¿Cuál fue el último cahuín que se enteró por la tele?
-Hoy me dio mucha risa una noticia sobre Martín Cárcamo que parece que tiene un nuevo amor. ¿Y quién es el nuevo amor? ¡Y qué te importa! Y le dan y le dan y le dan. Y me gustan las teleseries porque es una industria compleja.

¿Ve alguna?
-Sí, “Vuelve Temprano” me encanta. Es didáctica y está bien hecha. Tiene buena producción. Es digna.

¿Qué lo aburre del mundo de la cultura?
-El exceso de retórica. De repente hay un culto al verbo que me produce una sensación de sentimiento de idiotez personal, porque no logro codificar ciertos relatos.

¿No entiende a veces el lenguaje abstracto del arte?
-Sí. Como cuando dicen “dentro de la descontextualización del medio que se distingue, o sea, una polarización abstracta del soporte hay una cosa abstracta…” No, pffffff, perdón, pero eso es soberana lata. Ese lenguaje abstracto del arte me aburre. Una vez escribí un texto para una exposición, pero que no decía absolutamente nada, pero que sonaba bien.

Lo hizo para puro molestar.
-Claro. Lo mandé a la galería porque me pedían un texto y mandé ese texto. Y pasó piola. Nadie me dijo que estaba hablando cabezas de pescado, nada.

Usted que hace cuadros por encargo, ¿qué nunca haría?
-Hago millones de cosas por encargo. He pintado esquíes, sillas, corazones, ahora pinté una pelota para rematarla para los damnificados de Valparaíso. Son obras que no van en contra de lo que yo hago. A lo mejor si me dicen que haga un cuadro de una pareja gay tirando, quizás no la haga, porque no me gusta mucho. No soy gay, entonces, no.

Pero una cosa no quita la otra.
-Tal vez les diría por qué mejor no hacemos una orgía. Uno tiene que tener una cierta coherencia. A lo mejor, ponte tú, si viniera Juan Pablo Simonetti, del que soy muy amigo, y me dice que le haga un cuadro con su pololo, quizás lo haga, pero no sé. Pero él es gay y yo no lo soy. Entonces, cada uno con lo suyo.

EL ARCO

Hace unos años, Luciano Cruz Coke, en una entrevista en The Clinic decía que a usted lo habían llamado para ser parte de los artistas que apoyaban a Piñera.
-No. Sebastián Piñera era mi compañero de colegio en el Verbo Divino, que está cuestionado el Verbo Divino, ¿cierto?

¿Concuerda con lo que dijo el ministro Eyzaguirre, que algunos ex compañeros eran “idiotas”?
-Puede que concuerde. Pero me parece un acto de arrogancia muy desubicado. Yo creo que se dio cuenta que era una ofensa innecesaria. Porque creo que en todas partes, en todas las familias, se cuecen habas. Y, claro, en el colegio hay varios que han llegado a presidentes de la República, ministros, qué sé yo. Y hay otros que son medios bobos, para no ser enfermos de hueón, pero para qué decirlo. Yo podría decir: oye, en mi colegio son todos una manga de cuicos reventados. Pero no es el punto. Y, bueno, Sebastián me llamó para ver si podía colaborar en el proyecto Bicentenario. Ahí yo hice unas apuestas que no me las pescaron para nada.

¿Qué propuso?
-Yo quería hacer un arco. Decía que en Santiago había muchos monumentos fálicos y no había un monumento femenino, como un arco, digamos. Un arco que representara los 200 años, 100 años y 100 años, y arriba como un puente que los uniera. Este arco yo quería que estuviera en la plaza Baquedano, como lugar emblemático de celebración. Dije: ahí me gustaría celebrar el bicentenario, como un arco de triunfo chileno.

¿Por qué el arco representa a la mujer?
-Porque es penetración, porque es un hoyo.

Así de literal. Pero no lo pescaron.
El gobierno de Piñera fue el único gobierno desde Pinochet en el cual yo nunca pisé La Moneda. Con Frei, hicimos el Museo Mirador, era parte de la Fundación Tiempos Nuevos y almorzaba cada vez que había algo en La Moneda. Con Lagos, que lo encuentro un portento, un tipo brillante, participé en este asunto del Bicentenario y con la Michelle un par de veces nos encontramos en La Moneda, muy simpática. Y con Piñera, no sé si amigo o qué se yo, nunca, nada, nada. Yo me reía, decía que ojalá no me llamaran para nada porque no me interesa la política partidista.

¿Pero lo llamaron?
-No. Luciano Cruz Coke, después me llamó cuando se retiró en el verano, para ver si me metía a Evópoli. Yo le dije que no, que no participo en de nada. Me encanta mi libertad. Lo único que me tiene atado es la Universidad Católica y que jubilo a final de año. Y no tengo nada, ni siquiera estoy casado, así que por favor no me metan en cosas raras. Claro, porque, primero, no tengo vocación, segundo, no tengo interés de ningún tipo de poder, me cargaría tener poder porque es un cacho, y tercero, no lo necesito, para nada.

Pero ¿usted se siente más cercano a la izquierda o a la derecha?
-Más a la derecha, sí. Sin entender mucho, voy más por la libertad que por la restricción. Tengo la percepción que en este período de la Michelle, hay un grupo que está siendo muy proactivo en cambios y en situaciones que a mí me merecen dudas.

¿Como cuáles?
-Como, por ejemplo, toda la reforma educacional me parece muy utópica, no se ha hablado ni una palabra de educación. O sea, se habla de gestión, pero yo que llevo tantos años haciendo clases, sé que hay que buscar la forma de actualizar, de entender lo que es educar hoy día. No podemos seguir con esquemas de aprenderse de memoria las tablas de valores de los productos químicos y el aparato reproductor de la mosca, no sé, creo que hay cambiar los contenidos, las metodologías y también los sistemas de gestión….Yo, por ejemplo, estoy por despenalizar el aborto totalmente. Que una mujer la metan presa por hacerse un aborto, me parece un horror. Todas las restricciones me cargan. Yo me defino jipi.

¿Jipi, a lo Woodstock?
-Claro, yo era jipi, siempre liberal. Yo era de collar de porotos, huincha en la frente, era jipi jipi. No me gustan las imposiciones.

Pero la derecha lo que más hace es meterse en el metro cuadrado de la gente.
-Es que esa derecha no es la mía.

¿Cuál es entonces?
-Siempre me acuerdo haber entendido que la izquierda era lo que estaba en contra y yo por lo general siempre estoy en contra de quien está gobernando. O sea, hoy estoy en contra de Bachelet. Cuando estuvo Piñera, también estuve en contra. Siempre pienso que a veces la están cagando, nomás. Pero, en el fondo, las ideas que representan a la izquierda en términos del socialismo, como más Estado, no puedo estar de acuerdo. No quiero más Estado.

¿Por qué no?
-El Estado lo hace mal. Le pone reglas el gobernante que esté de turno. Y prefiero un sistema liberal que sea alternancia, donde se discutan los proyectos y que las personas que tienen ganas de hacer algo puedan acceder a créditos y que les den ayuda. Y creo en la iniciativa privada que lo hace mejor. ¿Tú crees que el Estado es una cosa abstracta? Son personas de carne y hueso que manejan plata que no es de ellos, además que les da lo mismo porque viene otro gobierno y se arreglan. Hay una falta de respetabilidad tremenda. Yo no sé si eso es de derecha o de izquierda, pero puedo decirte que donde me he sentido más identificado es con Ricardo Lagos, porque con Frei éramos relativamente amigos, pero no le tenía ninguna admiración, es más, lo encontraba medio bobo.

¿Y con Bachelet?
-Me gusta, pero no voté por ella.

¿Votó por la Matthei?
-Sí. Sabía que la Michelle era paliza y dije me gustaría un poquito que no fuera por tanto.
Y mi voto servía para huevear por el otro lado. Yo siempre voté por la Concertación, salvo cuando voté por Piñera en vez de Frei, que no me gustó nada lo que hizo en su campaña y me parecía que era importante darle una oportunidad a Piñera. Y creo que es coherente con lo que siempre dije sobre Piñera que era insoportable, no tenía ninguna capacidad de trabajar en equipo y pensaba que sería un gobierno políticamente muy malo, pero de gestión muy bueno, y más o menos fue así.

LAS DROGAS

Usted que precia tanto la libertad individual. ¿Está a favor de que la gente pueda consumir drogas, como la marihuana, libremente?
-Totalmente. Con la marihuana yo estoy con Mujica cien por ciento en despenalizarla. Si me dicen que la cocaína u otras drogas, unas que son químicas, que creo son muy tóxicas, ahí dudo.

¿Ha tenido experiencias con drogas?
-Con todas, potreros, mijita. Como decía una amiga si ha fumado marihuana: no, potreros, ja, ja, ja. La marihuana la encuentro que es muchísimo mejor que el alcohol. El problema tal vez es, como todas las cosas, que los excesos son malos. O sea, la sal, el azúcar, la Coca-Cola, el cigarrillo, el alcohol, la marihuana. Si uno anda con el morning glory todo el día y no atina, yo digo: oye atina, por favor.

¿Cuándo fumó marihuana por primera vez?
-Cuando entré a la universidad. En el colegio ni se oía. Y de repente supe que alguien había fumado marihuana y yo pensé que era, no sé, que era un drogadicto, que era la encarnación del demonio, y en esa época, las veces que lo experimenté fueron muy negativas, muy mala onda. Así que los suspendí casi por 30 años. Y después, ya cercano a la tercera edad lo he descubierto y me parece fantástica.

¿Cómo ha sido redescubrirla a esta edad?
-Pero al mismo tiempo, moderado, de repente, qué sé yo, pero no vayas a poner ahí en el título: Gonzalo Cienfuegos se asume como drogadicto. No fumo siempre. Fumo con gente.

¿Un fumador de marihuana social?
-Claro.

Pero la marihuana no es tan social, uno queda como medio atontado.
-No, no me pasa nada de eso. Me pongo más parlanchín, me pongo a hablar y sobre todo me da un toque de energía. Antes quedaba así como medio volado, me sentía mal y venían las paranoias. Bueno, tampoco se trata de irse al chancho con el cuento.

¿Y ha probado otras drogas?
-He probado el ácido y la cocaína.

¿Qué le han parecido?
-El ácido es demasiado fuerte. Y tengo el recuerdo de ver lo que es el estado alterado de la conciencia, ver cosas especiales, que no las ves habitualmente.

Hay gente que le tiene miedo a experimentar con drogas.
-Sí, pero también uno debe tener cuidado. Y, bueno, con la cocaína siento que es la droga del yuppie. Está muy vinculada con el trago y hay que tomar, jalar coca, tomar, jalar coca. Es un reventón que no me produce… además que es muy tóxica. Y el mundo que la rodea, es bastante siniestro.

Muy poca gente conocida cuenta cuando se ha mandado una volada. O si cuenta da un relato muy estandarizado.
-Está muy estigmatizada la droga. Y hoy toda la polémica está en que si la marihuana hace bien o mal. Y yo creo que hace bien y hace mal. No la voy a defender cien por ciento como si fuera la panacea, pero tampoco la voy a satanizar y decir que es lo más malo que hay. Es más, encuentro que es exquisita.

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