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Nacional

20 de Mayo de 2014

Clínicas falsas y restricciones legales: Abortar hoy en Estados Unidos es casi imposible

Muchos de quienes defienden el derecho de las mujeres de decidir sobre su cuerpo, miran el caso norteamericano, donde en 1973 fue legalizado el aborto en todos los estados. Sin embargo, en los últimos 40 años el conservadurismo ha logrado un increíble avance sobre los derechos reproductivos y hoy es mucho más difícil acceder a estos procedimientos de lo que fuera en los ‘70.

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La semana pasada una joven de 17 años llegó al servicio de Urgencias del Hospital Salvador por una hemorragia vaginal, siendo derivada al hospital Luis Tisné. Según el diario La Tercera, el médico que se hizo cargo del caso, denunció a Carabineros que se trataba de un aborto, probablemente, por el medicamento llamado misotrol.

No se trata de la primera ni la última mujer que aborta en Chile ni en la región. Sólo en 2008 se llevaron a cabo 4.4 millones de abortos en América Latina. Y según el instituto Guttmacher -que lleva 50 años investigando sobre salud y derechos sexuales y reproductivos-, el 95% de estos procedimientos fueron inseguros, según las definiciones de la Organización Mundial de la Salud.

De hecho, se trata de la región con mayor tasa de abortos junto a África, donde también la mayoría de los países prohíbe el procedimiento. En América latina se realizan 32 abortos por cada mil mujeres, mientras que en Europa occidental, donde el aborto es legal y accesible, y cuenta con altos niveles de uso de anticonceptivos eficaces, la tasa es de 12 abortos por cada mil mujeres. En Estados Unidos el 21% de todos los embarazos termina en aborto.

Son precisamente los casos norteamericano y europeo los que inspiran a quienes buscan la despenalización del aborto en Chile. Sin embargo, desde que en 1973 fuera legalizado en Estados Unidos, el conservadurismo ha avanzado a tal nivel que hoy -sin necesidad de hacerlo ilegal- es casi imposible obtener un aborto en el país de Obama.

La segunda ola

A principios de los ’70, inspirados por el movimiento liberal de la década anterior, se vivió lo que se llamó “la segunda ola” del movimiento feminista. En esa época Charlotte Taft era una joven universitaria y sus estudios de género la llevaron rápidamente a sentirse identificada y ser parte de las movilizaciones: “es casi imposible para mí describir cómo fue eso. Porque todo estaba cambiando para las mujeres”, cuenta a The Clinic Online Charlotte, directora de la Red de Atención para el Aborto, desde su casa en Nuevo México: “desde el poder conseguir un crédito hasta un trabajo, acceder a la educación, a anticonceptivos, al aborto. Todo lo que puedas imaginar. Era como si todo el mundo se estuviera abriendo. Habían miles de mujeres escribiendo libros, canciones, obras, haciendo películas y leyes. Y todo cambió”, recuerda.

En todo el país mujeres marchaban con ganchos de colgar ropa porque introduciéndolos en la vagina algunas buscaban terminar con un embarazo no deseado. Aún si eso significaba morir desangrada. Los esfuerzos por garantizar los derechos de la mujer llevaron a que el 22 de enero de 1973 la Corte Suprema declarara que el Estado no puede intervenir en la decisión privada de una mujer de obtener un aborto. El movimiento feminista se hizo exponencialmente más fuerte a pesar de los constantes detractores.

Mientras tanto en Chile la despenalización del aborto terapéutico en 1931 había llevado a que miles de mujeres pudieran dar término a un embarazo de forma segura. Eso hasta que luego del Golpe de Estado se cambiara la legislación. En 1974 Jaime Guzmán realizó una moción para agregar a la Constitución del ’80 una prohibición constitucional de abortar, señalando en su discurso: “La madre debe tener el hijo aunque este salga anormal, aunque no lo haya deseado, aunque sea producto de una violación o, aunque de tenerlo, derive su muerte”. La petición no fue aceptada pero en 1989 se modificó el Código Sanitario en su artículo 119, donde se lee que “no podrá ejecutarse ninguna acción cuyo fin sea provocar el aborto”. Actualmente el aborto se encuentra tipificado en cuatro artículos del Código Penal.

Antes de eso, en el norte y aprovechando la ola, Charlotte decidió irse a vivir a Dallas, Texas, uno de los estados más extremadamente conservadores del país. Llegó ahí en 1975 por razones inesperadas. “Me enamoré de una mujer que vivía en Texas. Y eso era algo nuevo para mí, el estar con una mujer, nunca había tenido esa experiencia y me mudé a Dallas porque quería estar con ella”, recuerda.

Durante esos años Charlotte se hizo cargo de una clínica y comenzó su carrera como consejera de mujeres que están intentando decidir si el aborto es la mejor opción para ellas. Pero rápidamente se hizo notorio lo que Charlotte llama “la resaca de la ola”, o sea, el avance del conservadurismo: “desde los ’80, en estos 20 y tantos años, Texas ha sido uno de los peores estados para el tema de la anticoncepción, el aborto, para los pobres, para la educación. Si miras a Texas, no es un buen estado para nadie. Tal vez sólo si eres dueño de una compañía petrolera y estás ganando mucho dinero”.

Efectivamente a principios de los ’80, cuando Reagan alcanzó la presidencia, cada vez más restricciones contra el aborto fueron aprobadas, logrando el cierre de cientos de centros médicos.

Clínicas falsas y la “ciencia basura”

Una de las principales amenazas contra la libertad de obtener un aborto en Estados Unidos hoy es la masificación de las “clínicas falsas”. Se trata de lugares que buscan disuadir a las mujeres a través de distintas estrategias, pero se identifican de forma ambigua, como “centros de información sobre el aborto”, o “centro de crisis del embarazo”. Charlotte estima que hay unas tres mil clínicas falsas y unas 350 o 400 reales. De hecho, hay estados completos en los que sólo puede encontrarse una clínica que realmente hace abortos.

La primera de estos centros antiabortos nació en Hawaii en los ’70 con Robert Pearson. “Él tuvo la idea de que si abrías un negocio que se ve como una clínica de aborto y está publicitada de tal forma, podías lograr que las mujeres llegaran ahí por error. Entonces quizás podrías asustarlas lo suficiente o amenazarlas o decirles cosas como ‘te vas a morir si te haces un aborto’, lo que a veces hacen”, cuenta Charlotte. Y agrega: “algunas no son tan terribles y realmente quieren ayudar a las mujeres, pero muchas intentan engañarlas para que hagan algo diferente”, agrega la especialista sobre cómo operan estos lugares.

Una mujer que entre a una clínica falsa puede esperar varias horas sólo para terminar escuchando lo que es considerado como “ciencia basura”: información sin ningún respaldo científico. Entre los discursos más comunes están que el aborto aumenta las probabilidades de sufrir cáncer de mamas, que el feto puede sentir dolor o que el aborto afecta la fertilidad.

Si bien es cierto que una complicación en el procedimiento puede causar problemas de fertilidad, la Sociedad Americana del Cáncer señala que “las investigaciones científicas no han encontrado una relación de causa y efecto entre el aborto y el cáncer de mamas”. Lo mismo con la capacidad de un feto de sentir dolor. El desarrollo neurológico no se da sino hasta las semanas 24 o 26 y sin este desarrollo es imposible sentir dolor. Además, la mayoría de los abortos quirúrgicos -aquellos realizados en una etapa más avanzada del embarazo- consta de una primera etapa en que se inyecta un medicamento en el feto para detener su corazón antes de que el proceso comience. Además, un 89% de los abortos son realizados en el primer trimestre del embarazo (primeras 12 semanas).

Si bien algunas ciudades han determinado que las clínicas falsas deben de alguna forma informar que no realizan abortos, no existe un acuerdo legal sobre lo que es realmente la Primera Enmienda. Esa que garantiza que no se hará ninguna ley que contradiga la libertad de expresión, de prensa, de religión, entre otras.

Por eso el derecho a libertad de expresión no sólo permite que se dé a conocer la “ciencia basura” como información verídica, sino que además hay 17 estados que han aprobado regulaciones obligando a las clínicas que realizan abortos a entregar esta información: “esa es una situación terrible y siempre pienso ¿cómo puede una mujer confiar en su médico si el doctor no tiene permitido decirle la verdad? Es muy, muy malo, en mi opinión. Es una de las peores cosas. Son políticos pretendiendo ser doctores, y pretendiendo ser científicos”, señala Charlotte.

Parte de lo que hace la Red de Atención para el Aborto es ayudar a las mujeres a encontrar clínicas de aborto reales, particularmente clínicas independientes. Charlotte además hace hincapié en las consecuencias de las clínicas falsas para las mujeres, recalcando que cuando una mujer embarazada decide tener un aborto, “es un momento muy difícil en su vida. Está pensando dónde ir, cómo juntar el dinero, quién va a ir con ella. Todas estas cosas pueden ser muy difíciles y al mismo tiempo tiene que estar descifrando si la clínica es real”. En 2006 una clínica falsa incluso engañó a una niña de 17 años llamando a la policía y diciendo que estaba siendo obligada a abortar. Hostigaron a sus padres y a sus compañeros de colegio.

Los mayores retrocesos en la libertad de decidir

Una de las últimas batallas ganadas por los “pro-vida” es la resolución que exige tener privilegios de admisión en un hospital a cualquier doctor que haga abortos. En un país donde se estima que una de cada tres mujeres habrá tenido un aborto para la edad de 45 años, estos procedimientos son realizados en clínicas privadas porque, a pesar de que los hospitales podrían hacerlos, se exponen al acoso y amenazas de los extremistas. Amenazas que han resultado en asesinatos de doctores y trabajadores en al menos ocho casos.

A eso se suman casos como el de Planned Parenthood vs. Wade en 1992, que vino a cambiar algunas regulaciones de Roe vs. Wade y a imponer aún más restricciones. En 1973 se estableció, en base a la viabilidad del feto, que hasta las 12 semanas el Estado no podía intervenir en la decisión de una mujer de acceder a un aborto. De la semana 12 a la 24 el Estado puede establecer restricciones en función de la salud de la madre y luego de las 24 semanas el Estado tenía permitido señalar que no se permitía el aborto.


Foto: “Mujeres buenas tienen abortos”, parte de la campaña por quitar el estigma sobre las mujeres que abortan

En 1992 los plazos que otorgan la libertad de decisión a la mujer se acortaron y los que permiten intervención del Estado se alargaron. Además se pasó una regulación en 26 estados que obliga a las mujeres a buscar asesoramiento 24 horas antes de hacerse un aborto. Esto es particularmente restrictivo porque, según el instituto Guttmacher el 60% de las mujeres que se hacen un aborto en Estados Unidos tienen hijos, siendo más común en mujeres no casadas. Debido a la poca cantidad de clínicas, muchas veces deben viajar largas horas para llegar a una y hacer ese viaje dos veces es imposible. Nueve de estos 26 estados requieren específicamente que la mujer realice dos viajes separados a la clínica para obtener el procedimiento. Dakota del Sur incluso exige que la mujer obtenga asesoramiento de una organización “pro-vida” y su período de espera es de 72 horas. El más largo en el país.

Actualmente 20 estados exigen que un aborto, luego de cierta etapa del embarazo, se realice en un hospital. 41 lo prohíben luego de cierto punto, a menos que la vida de la madre esté en riesgo. Nueve estados limitan la cobertura en los planes de salud privados con la opción de comprar cobertura adicional. 46 estados permiten que los proveedores de salud privados se nieguen a participar de un aborto y 43 le permiten lo mismo a las instituciones.

Aborto en la casa y Misoprostol

Según el Instituto Guttmacher, el aborto con medicamentos, usualmente con misoprostol es cada vez más común en Latinoamérica, siendo particularmente común en Brasil, México, Perú, Colombia, Ecuador, y República Dominicana. De estos países sólo República Dominicana, al igual que Chile, prohíbe todo tipo de interrupción del embarazo.

En nuestro país, dado el carácter ilegal del procedimiento, es difícil saber con exactitud cuántos abortos se realizan cada año, pero una investigación del académico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, Ramiro Molina, estableció que de los hospitales públicos egresaron -entre 2001 y 2010- un promedio de 34mil casos de aborto al año. De esos casi el 40% serían voluntarios. Además se estimó que por cada aborto en el hospital, hay otros 10 desconocidos, estableciendo que existen entre 130mil y 180mil abortos por fuera de la red de salud.

En Chile el método más conocido para realizar un aborto casero es el uso del Misotrol, que es el nombre comercial del misoprostol, usualmente junto a más medicamentos sin ninguna supervisión médica. Esto expone a las mujeres a contracciones, hemorragia vaginal, diarreas, terribles dolores, y, en el peor de los casos, la muerte.

En Estados Unidos sólo un 1.4% de los abortos se realiza luego de las 20 semanas de gestación, por lo que la mayoría de las mujeres accede a lo que se conoce como “aborto médico”. Se usan tres pastillas de RU-46, también llamada Mifepristone. Ese medicamento detiene la producción de progesterona y se interrumpe el embarazo. Luego se usa el Misoprostol para expulsar el feto. El problema es que cuando se aprobó el uso del Mifepristone, se estableció que se necesitaban seis pastillas. Cada una cuesta unos 150 mil pesos y en el año 2000 se descubrió que con tres bastaba. Sin embargo la Food and Drug Admnistration, encargada de reglamentar los medicamentos que pueden o no usarse, señaló que el procedimiento debe realizarse como se aprobó originalmente en 1988, siendo mucho más caro para las mujeres. Esto es particularmente importante en un país donde -en 2008- mas del 40% de las mujeres que tenían un aborto recibían ingresos por debajo del nivel de pobreza.

Con todas estas restricciones para las mujeres, el mayor temor de Charlotte y su organización no es que el aborto se prohíba nuevamente. “Ni siquiera tienen que hacerlo pasar por la Corte Suprema. Pueden hacer que un aborto sea completamente inaccesible sin hacerlo ilegal”, señala. Dice que todos estos esfuerzos vienen de gente que simplemente “no entienden y no les importan realmente las mujeres ni los niños. Votan contra cualquier tipo de ayuda, de apoyo, de planes de asistencia de salud, contra todo lo que podría facilitar el que una mujer se hiciera cargo de un niño. No sé cómo vamos a superar esto, pero finalmente tendremos que volver a retomar nuestras voces, pero no sé qué se va a necesitar para que eso pase”.

Ese es el panorama hoy en día. Por eso Charlotte persiste en la labor que ha desarrollado con mujeres hace más de 40 años: “no se trata de aconsejarlas. Se trata de ayudarlas para que ellas lleguen a tomar una decisión con la que se sientan cómodas. Porque no queremos que una mujer esté segura de su decisión sólo ese día. Nos preguntamos ¿cómo va a ser para ella el próximo año? ¿Cómo se va a sentir con esto en cinco años?”

Además, parte de los esfuerzos de los conservadores es intentar convencer de que el aborto causa arrepentimiento y depresión. Por eso para Charlotte es importante que las mujeres estén cómodas y seguras de su decisión y que no estén actuando por obligación. “Les pregunto qué harían si tuvieran una varita mágica. Y lo que me interesa saber es si me van a decir que quisieran tener un millón de dólares para poder tener su bebé o si me van a decir que retrocederían el tiempo para no haberse embarazado”, cuenta Charlote. Dice que en la mayoría de las ocasiones la respuesta es la segunda opción: “porque si quisieran un hijo, lo que desearían es tener suficiente dinero para tenerlo. Pero lo que realmente quieren es no estar embarazadas, y lo que realmente desean es que nunca se hubiesen embarazado. Creo que eso es normal, desear no estar en esa situación, ¿quién querría estarlo? Pero creo que hay un pequeño porcentaje de mujeres que nunca debieron tener un aborto”, señala.

Por eso Charlotte puede pasar horas y horas con el teléfono en su casa o su organización. A veces las mujeres concluyen que el aborto no es la opción correcta para ellas y otras veces sí. Charlotte entonces les envía un documento sobre las clínicas con las que trabajan en el país, para que no vayan a llegar a una falsa por casualidad: “realmente tratamos de ayudar a las mujeres a explorar profundamente sus sentimientos. Hay muchas preguntas diferentes que se pueden hacer para ayudar a una mujer a tomar una decisión que le acomode. Para mí, ayudar a las mujeres a decidir y ayudarlas a sentirse seguras es lo más importante. Es el trabajo más importante que he hecho. Para mí eso es esencial”. Aún así, 45 mil mujeres mueren en el mundo cada año por abortos no seguros.

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