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Opinión

9 de Junio de 2014

“Memorias de un Actor sin Pituto”. Capítulo 1: El momento

Este es el momento del que siempre te hablan. Los colegas dicen que uno nunca está preparado. No hay preámbulos ni nada. Es simple y repentino. Sin previo aviso, el momento llega. Estoy en el bar, son las 11:20 de la noche, y me toca atender una mesa con actores. Actores de televisión. La cabeza […]

Antonio Reyes
Antonio Reyes
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Memorias_Largo_2s
Este es el momento del que siempre te hablan. Los colegas dicen que uno nunca está preparado. No hay preámbulos ni nada. Es simple y repentino. Sin previo aviso, el momento llega. Estoy en el bar, son las 11:20 de la noche, y me toca atender una mesa con actores. Actores de televisión. La cabeza se me vuelve una juguera. Muchos pensamientos en pocos segundos.

Yo también soy actor, pero ellos no lo sabrán. O quizás sí. Aún no lo decido. Tampoco sabrán que soy mitad chileno, mitad uruguayo. Tampoco sabrán que me titulé con honores y que en mi obra de egreso, me compararon con Javier Bardem en “No Country for Old Men”, de los hermanos Coen. No. Menos sabrán que hice de hermano de un asesino de provincia en “Mea Culpa”, y que Carlos Pinto me felicitó. Tampoco les interesaría mucho, me parece. El Pancho se acerca a la barra y se ríe. A todos nos toca huacho, me dice.

El Pancho también es actor. Trabaja como garzón acá hace dos años. Yo estoy en mi semana tres. De los 4 garzones, 3 somos actores. La cuarta es mujer y aún no se titula. Estudia teatro, por cierto. No sé cuánto tiempo más trabajaré acá. Andan dando vuelta algunos trabajos extraños, que al menos tienen que ver más con mi profesión. La próxima semana hago de Quijote de la Mancha en un local nuevo en Santiago Centro. Tengo que dar la bienvenida a los oficinistas que van a hacerse los lindos con sus compañeras de trabado, usando un español antiguo y con la mirada perdida. Siempre quise hacer de Quijote. Será un sueño hecho realidad, pero no hay que cantar victoria todavía. Como en todos los oficios, a veces estas pegas se caen. Mejor volvamos al bar.

Los actores se han decidido. Ella pide un ron y un vaso de agua. El de la derecha, un pisco sour y un vaso de agua. El otro, una cerveza cubana, lager, de 9 grados de alcohol. Pancho se ha acercado especialmente para saber que tan extravagantes son. Le cuento el pedido y se decepciona. Para comer, van a compartir una tabla de camarones con crema tailandesa.

Lo primero que pienso es que la televisión chilena paga muy bien. Lo segundo que pienso es que ella es más rica en persona que en la pantalla. Si mal no recuerdo yo estaba terminando la carrera, cuando ella salía en pelota en esa nocturna de TVN, que como todas las teleseries del último tiempo, terminaban de repente y con más preguntas que respuestas.

Los copetes han sido entregados. Sigo en la barra, esperando que llegue otra mesa que salve la noche. Justo cuando empiezo a pensar que soy prejuicioso con mis colegas, por el sólo hecho de que salen en TV, ella me llama. Me dice que el ron es pura agua. Le digo que voy a preguntarle al barman. Insiste en que lo pruebe y me lo lleve. Le explico que no saco nada con probarlo, ya que nunca he tomado ron. Me mira con cara de que soy un saco huea. Lo sé porque ella como actriz siempre ponía esa cara cuando se molestaba con otro personaje. Filo, le cambio el ron y todos felices. No me voy a ir en mala para arriesgarme a no tener propina.

Estoy en la barra, mirando cómo se despiden de toda la gente como si fueran actores de Hollywood, y la reflexión es que he fracasado como actor en esta obra. Debí haber probado el ron y haber actuado. Crear un personaje que gusta de un ron de manera tan convincente, que ella dudara de su paladar. No lo hice. Esto prueba que debo buscar trabajo en otra cosa.

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