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Opinión

19 de Junio de 2014

100 días y 100 noches

Transcurridos los primeros cien días de gobierno, podría decirse que Bachelet está empeñada en cumplir sus promesas. Si las palabras de un político se tomaran más frecuentemente en serio, a nadie debiera extrañarle lo que está haciendo. Para un sector mayoritario de la población, Bachelet encarnó un gran deseo compartido. Parece que la “política de […]

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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Editorial-549
Transcurridos los primeros cien días de gobierno, podría decirse que Bachelet está empeñada en cumplir sus promesas. Si las palabras de un político se tomaran más frecuentemente en serio, a nadie debiera extrañarle lo que está haciendo.

Para un sector mayoritario de la población, Bachelet encarnó un gran deseo compartido. Parece que la “política de los acuerdos” se había enclaustrado, de modo que sus acuerdos ya no representaban al mundo exterior. Durante estos cien días, gran cantidad de nombres que nunca antes habíamos considerado entraron a la arena política. Están en las directivas de los partidos de derecha y sus nuevas organizaciones, en la bancada estudiantil, en los ministerios y entre los líderes de opinión. Muchos de los que antes tomaban las decisiones, ahora miran con preocupación desde el palco.

Peñailillo, que recién nombrado parecía encarnar todas las calamidades por venir, se ha ido ganando el reconocimiento de la elite. Ya es casi uno de ellos: cambió sus trajes y perfeccionó su peinado. Repentinamente el ex liceano se convirtió en autoridad. En su entorno cercano ya lo ven en la Presidencia de la República.

La democracia está funcionando. La Reforma Tributaria, todo indica a estas alturas que partió muy imperfecta. Antes de formularse debió contar con la participación de muchos más economistas, de ex ministros de Hacienda, de más ojos y criterios. A punta de cuestionamientos saldrá adelante y perfeccionada, aunque su capitán termine magullado. Ya es posible distinguir ministros que suben y ministros que bajan. Elizalde y Rincón están desaparecidos. El ambiente es contradictorio, porque así como un murmullo híper crítico recorre ciertos salones, todavía nada triza la normalidad.

La Alianza parece seguir enredada en sus propios desencuentros. A falta de una voz común, ha caído en la irrelevancia. Como contraparte a la voz oficial, se ha generado una oposición al interior de la propia Nueva Mayoría y en sus alrededores. Velasco y Walker han tomado el pandero.

Así sean múltiples los frentes abiertos, la retroexcavadora fue desarmada. De pronto, la Reforma Educacional, una causa que en el papel sonaba encantadora, se volvió un blanco con tiradores por ambos lados. Esas marchas que la inspiraron hoy avanzan en su contra.

La derecha, a las finales, considera que todo esfuerzo igualador es mediocre. Filosóficamente les cuesta desechar la selección. Para los viejos cuadros concertacionistas se trata de un proyecto enteramente desmedido. La Reforma Educacional es un terreno en asedio, y no una fiesta glamorosa. Acaban de aplazar su período de discusión.

No veo un gobierno obcecado, aunque suela notársele muy convencido. Me cuentan que la presidenta ha recorrido Chile por estos días repitiendo “confíen en mí”, frente a múltiples comunidades. Debe ser que percibe la inquietud. En el escenario de los cambios siempre reina la incertidumbre.

Noto ausencia de cultura. Quiero decir, de relatos, de recuerdos, de canciones, de imágenes que acompañen al gobierno. El plan continúa apareciendo como un conjunto de reivindicaciones aisladas.

Los artistas no han estado presentes en esta historia, y se les echa de menos. Han sido aplastados por los funcionarios. Si se trata de buscar amenazas menos imaginarias, habría que mencionar la desaceleración económica. Si el país se empobrece, así se deba a causas lejanas, no habrá poesía que acalle el descontento. Y el ciclo internacional está malo, de manera que el afán por distribuir no podrá pasar por alto el de producir. En el tiempo en que otros gobiernos calientan motores, este arrancó pelando forros. Requerirá no solo arrojo, sino también calma para evitar accidentes graves en la travesía.

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