Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Mundo

9 de Julio de 2014

Río de Janeiro: la ciudad más triste del mundo

Al segundo gol ya era espantoso. Al tercer gol, una vergüenza. Al quinto gol, ya nadie lo podía creer y todos se tomaban la cabeza como si un acontecimiento catastrófico hubiese azotado a la ciudad. De repente nada era maravilloso en la ciudad de Río de Janeiro.

Por

bar en rio 2

Al segundo gol ya era espantoso. Al tercer gol, una vergüenza. Al quinto gol, ya nadie lo podía creer y todos se tomaban la cabeza como si un acontecimiento catastrófico hubiese azotado a la ciudad. De repente nada era maravilloso en la ciudad de Río de Janeiro.

¿Y saben cómo fue presenciar a la verdeamarela ser humillada frente Alemania? Fue igual como ser testigo de que el hombre increible públicamente se da cuenta que tiene disfunción eréctil. ¿Verlo en Rio? Era como ser su esposa incomoda.

Casi todo el mundo vio una versión parecida. Menos Brasil. Corriendo en dirección al bar por las calles del barrio de Santa Teresa parecía que esta sería una jornada más, igual a las demás. Soy gringa. Y me quedo con dos brasileiras que bien podrían ser las novias del mundial más un mexicano paracaidista que a decir verdad me tiene bien chata.

Este día fue como cualquier día de la temporada. Tomamos unos tragos, nos pusimos las poleras de Brasil (porque ya perdieron todo el mundo menos este país y un par de otros europeos. Además estamos aquí así que, por que no?).

Como decía, corremos por las calles de Santa Teresa y Lapa porque ya casi empezaba el partido y llegaríamos tarde. Ya estaban al punto de patear la primera pelota. Una multitud de cariocas se juntaban frente a una pantalla gigante para ver el partido. Bajo las banderines verdes y amarillo, niños, abuelas, mujeres embarazadas- todo el mundo estaba listo para lo que pensaban iba a ser un triunfo inevitable.

Pero como ya sabemos, algo distinto ocurrió. A los 10 minutos del partido, Alemania marcó su primer gol. Dejando a todos con un sabor amargo en la boca. Pero ese gol no los prepararía para la debacle que vendría. Para mi era entretenido. Pero para mis compañeros brasileños, ahí empezaría la pesadilla.

Ni habíamos empezado la segunda cerveza cuando Alemania mete el segundo gol. A los presentes la cara se los comenzaba a llenar de vergüenza. Queríamos reír pero no era chistoso.

De hecho, en ese momento nuestros amigos brasileiros se fueron del bar para fumar. Mientras tanto, el mexicano y yo, platicamos de cómo era ver a los brasileiros ser derrotados de esta forma.

“Esto cambia todo,” el chilango me comentó. “Esto va a romper su existencia. Porque, Brasil ya no es el poderoso como todos lo veían. Ahora, es como cualquier otro país.”

Del tercer al quinto gol pasamos rápidamente de un desastre histórico a un luto.

Afuera en las calles, en vez de su júbilo común y corriente, habían puras caras de perros. Seguían habiendo pocos autos en la calle, pero de repente comenzaron a salir las mamás e hijos a comprar el pan, y otro tipo de cosas actuando como cotidianamente, como que no se estuviese jugando un partido importante. Quizás era una forma de superar lo que estaba sucediendo.

brasil pan

Solo bastaron 29 minutos para saber que todo había terminado. Mucha gente se veía enojada.

Cada dos personas, a mi alrededor, se decía, “acabó, acabó’. Pero seguían viendo por si acaso era posible el milagro de que Brasil diera vuelta el partido.

Un hombre que vendía gorros pasó y gritó,“un real.” Con la rapidez de los goles alemanes, el precio de sus productos bajaba cada 30 segundos.

Cuando iban 6-0, ya había pasado el estatus de una broma. Para ese entonces ya era un gasto de tiempo mirar. Muchos incluso decían que podría haber sido diez goles mejor.

Cuando la tortura por fin se acabó, fue como si alguien hubiese muerto. De verdad. David Luiz apareció en la televisión llorando, hablando de Dios, su mamá, y básicamente el fin del mundo. Los brasileiros a mi alrededor tenían la misma vibra. Esto no era el fin del fútbol, era el fin de la vida.

rio de janeiro ok

Ningún brasileiro lo previó. Muchos decían que era “un decepción total.” Otros le echaron la culpa a que Neymar fue sacado de la Copa. Pero todos estaban de acuerdo que Brasil nunca entró a la cancha a ganar. Pensaban que era posible que Brasil perdiera, pero no así.

Empezó a llover, como si Dios fuera brasileño, y lloraba por la humillación global de su país.

santa teresa

Como es su forma de ser, los brasileños siempre salen a la calle para festejar de algo, y no solo para la copa mundial. Poco a poco, la gente salía para tomar y olvidar, pero la mayoría eran extranjeros.

Con las calles casi vacías, solo un par de grupos de gente mayor se congregaba para tomar cerveza y cachaza, y conversaba sobre que nunca ni siquiera en los peores sueños pensaban que Brasil podría perder contra Alemania 7 a 1.

bar en rio

Una de ellos, una mujer mayor de nombre de Teresa do Campo, lloraba mientras me contaba que el arquero brasileño, Julio César, había sido comprado.

“En la otra copa fue comprado también, y ahora de nuevo,” me dijo.

“¿Sabes por qué? Porque es brasileño y los brasileños hacen todo lo posible para ganar dinero para ser feliz. Porque el dinero es más grande que la vida. Estoy devastada. Devastada. Vi el partido entero. El arquero es muy bueno. Es la verdad, pero fue comprado.”

Un hombre cercano, el profesor argentino de geografía y teatro, Esteban Adrián Ríos, también reaccionó:

“Lo más triste que a mi me puso, es ver que en las calles terminó la fiesta. Había camaradería entre los equipos de diferentes países. Fíjate que no hay nadie en la calle, hay desolación, tristeza.”

Ana Paula, una funcionaria pública que vive en Río de Janeiro por nueve años, y que no quiso decirme su apellido, estaba sentada sola en una silla en la vereda. Tristemente me dijo que Alemania dejó que Brasil les hiciera un gol para el honor. “La gente esperó por mucho tiempo para que la copa mundial llegara a Brasil. Dejaron a la copa escapar así como si nada. Puede ser que los futbolistas están tristes, pero la gente está mucho más decepcionada.”

Me acerqué a una fuente de soda, y ahí encontré a Álvaro Mello, comerciante de 42 años, que como la mayoría de los brasileños no pudo ir a ningún partido por el precio de las entradas. Me comentó que además, la organización del Mundial no tiene credibilidad. “No tiene sentido pagar 300 dólares a la FIFA. La única cosa que quiere hacer la FIFA y el gobierno es propaganda para la gente afuera del país, pero no quiere hacer nada para la gente de Brasil.”

No estaba triste porque sabía que Brasil solo jugaba con un futbolista- Neymar. Dice que tan pronto como salió Neymar, Brasil estuvo fuera de la copa. 10 minutos después de que nos conocimos, el tipo se atrevió sacarse su camiseta de Brasil para revelar su verdadera forma de ser. Debajo del negocio brasileño, era un traidor que se creía alemán.

bar en rio 2

“Derrotar a Chile fue un milagro,” agregó. “No por juego, fue pura suerte. También contra Colombia, eso fue un milagro. Si ve a los otros países, juegan como equipos. Pero Brasil no es un equipo. Es Neymar y punto. Brasil no estaba preparado para ganar la copa. Si le pregunta a la gente, mucha gente sabía que Brasil no estaba listo, no podía ganar. Sin embargo, era solo la FIFA y la emisora O Globo, que empezaron a decir que Brasil iba a ganar. Al mismo tiempo que lo creíamos, también sabíamos que sería un milagro derrotar a Alemania.”

Ahora que Brasil ya no domina lo que antes siempre parecía suyo, los brasileños prefieren que Holanda gane la copa, y si eso no es posible, prefieren que Argentina la gane. El dolor es tan grande que están dispuestos a tirar toda la rivalidad del pasado con Argentina por la ventana. Porque ahora tienen una verdadera revancha contra Alemania.

Notas relacionadas