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Opinión

11 de Julio de 2014

Columna: Maicol

Al cumplirse cinco años de la muerte de Michael Jackson, la editorial Caja Negra publica “Jacksonismo”, una recopilación de artículos notables de críticos culturales y musicales quienes no sólo dan luz a este perturbador artista, su historia y sus canciones sino que a través de él a toda una era que desapareció con su muerte. […]

Germán Carrasco
Germán Carrasco
Por

MAICOL-ilustracion-daniela-gaule

Al cumplirse cinco años de la muerte de Michael Jackson, la editorial Caja Negra publica

“Jacksonismo”, una recopilación de artículos notables de críticos culturales y musicales quienes no sólo dan luz a este perturbador artista, su historia y sus canciones sino que a través de él a toda una era que desapareció con su muerte. El Rey del Pop resucita una vez más.

Por Germán Carrasco • Ilustración: Daniela Gaule

Como idolatrábamos a Charlie Parker, Muhammed Ali, Miles Davis y James Brown, nos tenía que gustar Michael Jackson, porque era talentoso, impredecible, 100% cuático como el grupo selecto que acabo de mencionar y en el que también incluiría a Maradona. Es raro que extraterrestres o detectives salvajes como esos nazcan en Chile, en donde se los intenta asfixiar por todos los medios, por eso Violeta Parra, Jorge González o Pedro Lemebel tienen algo loable, aunque las santificaciones no sirvan de nada.
En el tercer aniversario de la muerte de Michael Jackson, en Buenos Aires se publicó -por la taquillera y contracultural editorial Caja Negra- “Jacksonismo”, un libro editado por Mark Fisher y escrito por una serie de cinturones negros de la crítica cultural, quienes entregan maneras de leer el fenómeno. En el libro, por ejemplo, David Stubbs reconoce dos Michaels: el de la retórica y autoconsciente “Earth Song” de su última etapa y el otro, el bueno, el que todos hemos escuchado cantando “María”, un temazo en donde se siente de verdad el alma de la mejor música negra, un niño precoz que lideraba los “Jackson Five”, y que colaboró con el rejuvenecimiento de Motown al final de una década desgarrada. El jovencito parece poseer un talento aterrador. Canta fuera de sí. ¿Acaso ya ha cruzado la frontera de lo humano?
Con “Off The Wall”, el productor y arreglador Quincy Jones le confirió a Jackson una suavidad jazzística, sencilla y ágil, un swing que fluye en el tema que le da título al álbum, en “Get On The Floor” y, por supuesto, en “Don´t Stop ‘Til You Get Enough” que se despliega como una cascada y que cada vez que lo escuchas vuelve a salpicarte con la misma tibieza que treinta años atrás. El momento perfecto de Jackson transmitido. Es el neón y el primer trago después del trabajo. Es la alegría urbana. “Thriller”, de 1982, tiene un impacto que divide un antes y un después no solo su carrera sino también la historia del pop y el rock. Tiene también “Beat It”, notable porque representó el levantamiento de la prohibición de artistas de color en MTV aunque se necesitó un solo de guitarra profesional y pastoso de Eddie Van Halen para lograrlo. Pero mucho más interesante que el acercamiento de Jackson al hard rock, es su derivación del soft rock: “Human Nature”, coescrita por Steve Porcaro y Toto. Bañada en la luz húmeda y artificial del crepúsculo de la costa oeste urbana, posee una belleza sobrenatural, con el temblor vocal de Jackson provocando un escalofrío eléctrico a lo largo de la piel de la canción, y el brillo de los ochenta gatillando esa especie de efecto extático.

El Hombre Elefante
Un argumento dado por Nick Cave respecto a Elvis Presley, es que la enfermedad, la decadencia y el exceso son un espectáculo mucho más interesante que la salud vigorosa y el ímpetu del estrellato pop. Para Cave, el Elvis gordo de falso diamante que iba a Las Vegas, sudando y olvidándose su parlamento, atracándose con pizzas gigantes sentado en su bicicleta fija, nos dice muchas más cosas verdaderas y lúcidas sobre la condición del pop que el Elvis bailando enérgicamente en el show de Ed Sullivan. Jackson estaba preso de una neurosis panfóbica, fármaco dependiente, y cuyas horas de ocio transcurrían en caprichosas expediciones de compras adquiriendo jarrones horribles por sumas de seis cifras. Un hombre que consideraba al resto de los seres humanos tan tóxicos como gérmenes. Un hombre con una máscara de oxígeno, balanceando a un bebé por la ventana de un hotel. La verdad es que sí, Michael era un freak, como John Merrick, el Hombre Elefante, cuyo esqueleto tanto le fascinaba y con quien quizás comprensiblemente se identificaba. Entonces como ocurrió con la de Merrick, la desaparición de Jackson también despierta una especie de piedad; un hombre que se volvió prácticamente alérgico a la vida y se desconectó del espíritu humano.

Moonwalk
Dominic Fox se refiere al tema de manera bastante lírica. Según él, la asociación inmediata del concepto de caminata lunar es la falta de peso; es como subir una cuesta resbalosa, sin poder avanzar con sus zapatillas de lentejuelas. Como un niño que intenta huir de un monstruo, el “moonwalker”, o caminante lunar, no va hacia ninguna parte. El caminante lunar posa como una deidad, un ser divino o semi divino cuya separación del mundo cotidiano material está representada en el hecho de que sus pies casi no tocan el suelo. Pero todo ángel termina siendo aterrador. Pero Jackson nunca fue un ogro, y resistió la demonización de los medios con una habilidad similar a la que lubricaba sus rutinas de danza. Podía ser un loco desconectado de la realidad; pero nunca se lo pudo hacer encajar de forma convincente en los estereotipos del tirano de la industria del entretenimiento o del perverso predador. Decir que el personaje público de Jackson desplegaba una veta megalómana, sería quedarse errado, los músicos que trabajaron con él lo mencionan con bondad y admiración, como una figura ultraterrena de cierto refinamiento. Jackson nunca dio la impresión de ser una criatura ambiciosa a pesar de su acumulación compulsiva de chucherías. ¿Qué quería de los niños a los que se lo acusó de seducir? Aparentemente quería, sobre todo, ser un niño con ellos. ¿Pero qué habrá significado eso para él?
En el video de “Don’t Stop ‘Til You Get Enough”, Jackson es todavía el niño de un talento deslumbrante que cosechaba admiradores incrédulos con los “Jackson Five”; una criatura hecha de luz y juventud cuya actuación desafía la gravedad emocional. Su infancia real, una pesadilla de abuso físico y moral, es empujada fuera de escena, no porque se la reprima, sino porque la alegría pasajera de lo que es capaz de hacer con su cuerpo y su voz la sobrepasa.
Podría decirse que la distancia que hay entre “Thriller” y “Earth Song” es la misma que existe entre el carácter lúdico sincero y la gravedad insincera. “Thriller” es un tema novedoso, urgente y dramático; lo que tiene en común con “Don’t Stop ‘Til You Get Enough” es una cierta excitación sobre sí misma. “Earth Song”, por el contrario, brama con una importancia que se da a sí misma y que es completamente retórica, una convocatoria mesiánica de las fuerzas del amor, la paz universal contra la maldad global que nunca llega a ser identificada.
Varios son los autores y puntos de vista en el libro sobre Jackson: hay análisis económicos, culturales, musicales. Y así como el libro “Black Music” de Amiri Baraka y los libros de Simon Reynolds sobre post-punk, este libro llena un vacío en la crítica y el análisis de la cultura pop.

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