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Nacional

15 de Julio de 2014

¿Quiénes son los jóvenes conservadores en contra de la la ley de aborto?

El 26 de mayo una manifestación de jóvenes Pro-Vida se tomó el frontis de La Moneda. Con carteles, consignas y testimonios le exigían a Bachelet que no mandara al Congreso los proyectos de aborto que prometió en campaña. A partir de esa movilización, varias otras manifestaciones se han tomado las calles en Santiago reuniendo firmas de apoyo. Así operan las redes de los jóvenes conservadores que aspiran a transformarse en un gran movimiento social.

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En Plaza Italia un grupo de casi 300 personas se ha reunido al lado del río Mapocho. Hay luces, velas encendidas, niños con pancartas, familias vestidas con poleras rojas, una abuela de más de 90 años, dos animadores, y un piquete de la policía: “¡Vamos todos, con los globos y las banderas arriba, porque ya no se siente el frío!”, exclama una joven rubia que se pasea arriba del escenario. La multitud obedece al ritmo de la canción Timber, de Pitbull, mientras flamean los banderines: “Derecho a vivir”, dice la consigna estampada en ellos.

Es lo suficientemente tarde como para que Santiago esté oscuro. Soportando el frío del invierno, decenas de familias se han reunido para manifestarse en contra del aborto. Alrededor de la convocatoria, varios niños reparten velas y convencen a la gente que transita por allí para que se unan a la plegaria. Según la creencia de los asistentes, la luz del cirio representa a cada uno de los miles de niños que en el mundo han sido abortados y hoy están allí para rendirles un homenaje. La muchedumbre está enfervorizada: “¡Que se sepa en todo el mundo que los chilenos nos jugamos la vida por la vida!”, agrega la joven rubia antes de gritar un ceacheí por “el niño que está por nacer”.

Los organizadores pertenecen a la agrupación Juntos por la vida, que reúne a un grupo de jóvenes activistas que llevan varios años haciendo campaña en contra del aborto. La velatón de hoy paralelamente se está realizando en otras ciudades, y según dicen los animadores, ya hay más de 20 mil personas movilizadas en todo Chile: “Cada vez somos más los que decimos sí a la vida y no al aborto”, afirma Cristián Araya, miembro de la pastoral juvenil de la parroquia San Francisco de Sales y uno de los líderes del grupo. Enfundado en una polera que tiene estampado un feto y unas manos, Cristián anima al público para que haga una ola, “la ola por la vida”, les dice. La gente levanta sus velas y luego guarda silencio para escuchar el primer testimonio de la noche.

Sobre el escenario, Ana Cecilia Araujo, brasileña, miembro de la comunidad católica Shalom. Lleva cinco años de misión en Chile y en el año 2000 se embarazó por cuarta vez. Cuando tenía tres meses, los doctores le dijeron que su hija padecía de anencefalia, una grave malformación en la cabeza. Aunque los médicos le dieron la posibilidad de abortar, Ana Cecilia se negó y pocos meses antes del parto, ya había pensado hasta en un nombre para su hija: “A mis hijos les dije que María Teresa iba a nacer sin cerebro y que probablemente viviría un día o unas horas”, relata a los manifestantes.

María Teresa nació una semana antes de Navidad. Mientras Ana Cecilia cuenta cómo fue ese momento, en un telón se proyectan fotos de la guagua. Aparece una niña en una bañera con los ojos abiertos y el cráneo a medio formar, como si no tuviera nada desde la frente hacia arriba. “Esta cosita que está cayendo de su cabeza es una segunda piel, es que de su cabeza salía como líquido y eso a veces mojaba todo”, le explica la madre a los asistentes. “Me gustaría que todos vean esta foto con mucho cariño: ahí se ve ella como una niña, como una hija de Dios, como una persona”, agrega con emoción.

María Teresa pesó 2 kilos 400 gramos y fue bautizada inmediatamente al nacer. El pronóstico más auspiciador le daba 72 horas de vida, sin embargo, la niña pasó la Navidad y el Año Nuevo. La guagua se convirtió en un caso de sobrevivencia pocas veces conocido. Durante cuatro meses, Ana Cecilia cuidó a su hija sin cerebro en su casa, la amamantó, y luego la vio fallecer el 29 de marzo de 2001. Unos espasmos en su cuerpo fueron la única manifestación de agonía: “el cura que la bautizó también la confirmó y ella se fue llena del espíritu santo. Fue una gran alegría”, relata entre aplausos.

Los organizadores creen que este tipo de testimonios sensibiliza a la gente y hace que rostros nuevos se sumen a la causa, como si fuese una cruzada. Desde que comenzó la actividad, de hecho, decenas de familias se han unido y suman alrededor de 400. Cristián Araya, el animador, pide hacer un minuto de silencio por los niños abortados. Luego reflexiona: “estos testimonios realmente llegan al corazón, para eso estamos acá. ¡Después de esto tenemos que salir y jugarnos la vida por María Teresa y por todos los niños que quieren ser abortados!”, le grita a la multitud. La gente le responde levantando las velas y entonando la canción “Que cante la vida”, de Alberto Plaza, que ya suena por los parlantes.

-Fuimos pioneros en abolir la esclavitud hace 200 años y hoy queremos abolir el mayor crimen contra los derechos humanos. Por cada uno de estos niños abortados estas velas siguen prendidas, no podemos dejar que una ley injusta diga que el camino es la muerte para un inocente. Digámoslo fuerte en una canción, que cante la vida en cada rincón, que se abran caminos y se encienda el sol -corea Cristián.

Al término de la movilización, cientos de velas prendidas quedan pegadas al piso, como un camino, y algunos carteles forman una especie de altar. Junto a ellos, una estampita de la Virgen María, con la oración del Ángelus: “El Ángel del Señor anunció a María y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo. Dios te salve María… he aquí la esclava del Señor”, dice la plegaria.

LEYES PARA EL QUE ESTÁ POR NACER

La comunidad católica celebra la anunciación de la Virgen María todos los 25 de marzo de cada año. La oración que relata el Ángelus recuerda el momento en que el Ángel Gabriel le dijo a María que el espíritu santo vendría sobre ella y que nueve meses después –el 25 de diciembre- nacería el hijo de Dios. El 25 de marzo es también la fecha que han elegido los grupos Pro-Vida del mundo para conmemorar “El día del niño que está por nacer”, en recuerdo de Jesús.
El primer país en el mundo en celebrar esta fecha fue El Salvador, que en 1993 instauró por decreto el “Día del derecho a nacer”. Argentina hizo lo propio en 1998, Nicaragua en el 2000, y Perú en el 2002. El 1 de octubre de 2013 –luego de una calificación de tramitación de “suma urgencia”-, Sebastián Piñera sumó a Chile a este mapa mundial, convirtiéndonos en el primer país en declarar esta festividad mediante la promulgación de una ley y no bajo un decreto: “Declárase el 25 de marzo de cada año como el día del que está por nacer y la adopción”, precisa el único artículo de la ley 20.699.

La iniciativa, que fue propuesta por el senador de la UDI Jaime Orpis el 6 de octubre de 2010, se convirtió en uno de los triunfos más emblemáticos de los movimientos Pro-Vida. Durante su tramitación en el Congreso, el proyecto pasó sin sobresaltos en el Senado, pero se estancó en la Cámara de Diputados. Allí, la Nueva Mayoría se opuso, argumentando que esta ley podía convertirse en un duro escollo cuando quisieran legislar en favor de la interrupción voluntaria del embarazo. El creador del proyecto, sin embargo, se defendía: “en el mundo, el 25 de marzo de cada año se celebra el día del que está por nacer con el propósito de realzar el valor de la vida, condenar el verdadero genocidio que se produce en contra de seres indefensos y tratar de revertir las legislaciones que consagran el aborto”. La diputada María Angélica Cristi también prestó su apoyo: “La mujer tiene derecho a decidir respecto de su cuerpo, sobre muchos aspectos físicos, pero no puede decidir sobre la vida del niño que lleva dentro. Dios nos dio el privilegio de ser madres y nosotras no podemos determinar que una vida sea destruida como si nada”, afirmó durante el debate.

El proyecto finalmente se convirtió en ley con los votos de RN, la UDI y la DC, al ser aprobado por 59 sufragios y 27 en contra. El triunfo Pro-Vida dejó a Chile como uno de los países que más garantiza la vida del que está por nacer en el mundo: “No hay mayor progresismo que defender la vida desde la concepción hasta su muerte natural, y muy especialmente la vida de aquellos que están más vulnerables, como por ejemplo, la vida de ese ser inocente e indefenso que es el niño que está por nacer”, sostuvo Piñera un día antes de promulgar la ley.
La primera celebración oficial, sin embargo, no tuvo respaldo del nuevo gobierno. El 25 de marzo pasado, la única actividad de Michelle Bachelet fue inaugurar la Fidae. Durante el discurso del 21 de mayo ella fijó su política respecto al aborto: “Cada aborto en el país es una señal de que como sociedad estamos llegando tarde… Chile tiene que enfrentar en una discusión madura, informada y propositiva esta realidad, debatiendo en el parlamento un proyecto de ley que despenalice la interrupción voluntaria del embarazo en caso de riesgo de vida de la madre, violación, e inviabilidad del feto”.

JÓVENES POR LA VIDA

Cinco días después del anuncio de Bachelet, cinco mil personas se reunieron afuera de La Moneda a manifestar su rechazo. El grupo cantaba en la Plaza de la Constitución consignas en favor de la vida: “Dejar nacer, la vida defender”, decía una de ellas. Cientos de jóvenes sostenían en sus manos carteles que reflejaban su molestia: “Abortar no evita que seas madre… te convierte en una madre de un niño muerto”, decía otro. En medio de ese alboroto, Julio Isamit, el dirigente del Instituto Nacional que se hizo conocido en el 2006 durante las manifestaciones estudiantiles, hablaba en un megáfono: “Los mejores momentos se vienen ahora. Serán las próximas semanas y los próximos meses donde debemos seguir formándonos, estar en la calle y defender la vida de todo ser humano”.

Luego, dejó una rosa roja y una carta abierta a Michelle Bachelet en la oficina de partes de La Moneda, donde explicaba el rechazo a su idea.

Si uno “guglea” a Julio Isamit en internet, lo primero que arroja la web es que el ex dirigente pingüino es hoy presidente de dos agrupaciones juveniles que, entre otras cosas, se declaran activistas por la vida: la fundación Chile Siempre y el Instituto Res Pública.
Chile Siempre es la agrupación que organizó la manifestación en La Moneda el pasado 26 de mayo. Fue creada por Isamit hace ocho años y en su página web se dan detalles de los siete proyectos en los cuales tienen interés. Uno de ellos se llama Siempre por la vida y el equipo a cargo es el que coordina las acciones en contra del aborto. El 25 de marzo pasado, por ejemplo, celebraron su primer “Día del que está por nacer” con una función de la película Lego, en el Cine Hoyts, y con una colecta de 10.000 pañales que luego fueron a donar a una institución de adopción. Tienen una estrategia clara: formar líderes que luego reproduzcan la información para sumar más gente a la causa. Hace un par de meses, de hecho, concluyeron las clases de la Escuela de Líderes Pro vida, un curso que la Fundación imparte dos veces al año en la Universidad Santo Tomás: “Muchos están inspirados, pero hay que tener un sustento. Hay mucha gente desinformada y nosotros les decimos lo que pensamos”, cuenta José Lagos, quien entró a la Fundación luego de escuchar una charla Pro-Vida y hoy -con 20 años- se ha convertido en director de proyectos.

La nueva misión que Siempre por la vida tiene por delante –cuenta José- busca adelantarse a la discusión. No quieren repetir lo que ocurrió con la píldora del día después, donde –dice- les pasaron máquina y no hubo casi oposición a su entrega. Esta vez pretenden transformarse en un movimiento social poderoso que haga presión para que el aborto no sea un tema legislativo. Una batalla que buscan ganar a punta de eslóganes, carteles y testimonios de madres que han optado por la vida: “En cuatro años nosotros hemos juntado 300 mil firmas en contra del aborto”, cuenta José, orgulloso del logro.

Aunque suene curioso, hay un tema de retórica en esto que es clave. A los jóvenes de Siempre por la vida no les gusta presentarse como personas en contra del aborto. El rollo de ellos -según dice José- “es más bien instalar una cultura de la vida, con una red de medidas que apoyen a las mujeres cuando están embarazadas”. Jorge Acosta, médico de la UC y director ejecutivo de Res Pública, el instituto que sirve como think tank a los intereses de Chile Siempre, también cree lo mismo: “La propuesta de Siempre por la vida es propositiva. La gente se siente más entusiasmada cuando uno dice que sí, por eso el eslogan nuestro es ‘No los dejaremos solos’. Más que un no al aborto es un sí a la vida”, dice.

Acosta es el encargado de ir a dar las charlas que la Fundación organiza en los colegios, es el experto que explica por qué es malo abortar. En términos simples, el doctor defiende la idea de que la vida comienza en la concepción y que una vez ocurrido eso nadie puede intervenir en el embarazo. Ni siquiera el riesgo de vida de la madre, ni los embarazos inviables, ni los por violación, lo hacen cambiar de idea: “Cuando nosotros le explicamos a la gente esto, ellos dicen que tenemos razón. Si al final cuando uno aborta a la guagua, la mujer no se desembaraza. Cuando la mamá aborta no vuelve atrás la violación, sino que le agrega un daño adicional, que es saber que mató a su hijo”, explica con convicción.

La experiencia en los colegios ha tenido buenos dividendos. En la Fundación no tienen cifras actualizadas, pero están seguros que cuando plantean el tema, gran parte de los asistentes terminan declarándose Pro-Vida. El próximo semestre el doctor Acosta ya tiene programada varias charlas en colegios. Este año, por la inminente presentación de los proyectos por parte del gobierno, la tarea es más dura. Por eso ya tienen programado que las charlas culminen con una gran manifestación en octubre, cuando Siempre por la vida celebre la “semana de la vida”. En esa fecha, todos los voluntarios de Copiapó, Viña del Mar, Santiago, Rancagua, Concepción y Temuco, saldrán a conseguir firmas y a entregar material de difusión.

Para Acosta, el aborto también es un tema de discriminación: “En Chile, que no haya ley de aborto provoca cosas tan espectaculares como que en éste sea uno de los países donde más niños nacen con síndrome de down. ¿Por qué? Porque no los abortan, no los matan. En Inglaterra nace la mitad de los que deberían nacer, porque a ellos los detectan y los abortan”. Como ejemplo, comenta un caso que hace poco le tocó conocer por la TV: “Cada vez que hablo de este tema recuerdo la experiencia de Romina Muñoz, una mamá que le puso a su niña el nombre de Isidora Esperanza, porque venía con anencefalia, y pese a eso duró cinco semanas. Esa niña no era un monstruito, no era un Alien, como se dice a veces. Recuerda, no por abortar la mujer se desembaraza”, vuelve a repetir.

EMBARAZOS INVIABLES

Romina Muñoz tiene 23 años y dos hijos. En el 2012 quedó embarazada por tercera vez y sólo se enteró de eso cuando ya tenía cuatro meses de gestación. Recuerda que en aquella primera ecografía que le hicieron en el Hospital San José, el doctor no mostró ninguna preocupación por el desarrollo del feto. Dos meses después –y por causa de la burocracia hospitalaria-, una segunda ecografía desató una tragedia: su hija venía con anencefalia, la misma malformación con la que nació María Teresa, la hija de Ana Cecilia que vivió cuatro meses.

Hasta ese momento, Romina no sabía de qué se trataba esa malformación. Recuerda sí, que los doctores le dijeron que la guagua moriría inmediatamente. Al oír eso ella entró en pánico y arrancó del hospital. Al otro día su familia la llevó nuevamente y los médicos decidieron practicarle una cesárea de urgencia, porque ya estaba sobre las 37 semanas de embarazo. Al ver a su hija luego del parto, Romina entró en shock y las enfermeras la sedaron por un día entero. “Al día siguiente me desperté asumiendo que mi hija ya había muerto, pero en la tarde me llamó mi hermana y me dijo que la niña aún estaba viva. En el hospital no me la quisieron traer, así que fui a neonatología a verla. Estaba aferrada a la vida”, cuenta.

Romina le puso a su hija Isidora Esperanza y la “presentó al Señor”, tal como lo indica la religión evangélica que profesa. Ambas estuvieron una semana en el hospital, antes que las dieran de alta. “Yo no podía hacer nada salvo esperar. Acá en el consultorio no querían darle un control sano. Puede sonar tonto, pero después de las dos semanas yo quería que a mi hija la trataran de manera normal”, recuerda.

Al mes de vida, Romina y su familia decidieron llamar a un canal de televisión y contar su historia. Se sentían abandonadas, no sólo porque los médicos no le daban importancia a su caso, también porque la plata no les alcanzaba para nada. “Después de eso llegó casi todo el consultorio a mi casa para atender a mi hija, me llamó mucha gente, y unos motoqueros me trajeron comida”, agrega.

Luego de esa aparición en pantalla, Chile Unido -otra fundación que busca evitar que las madres aborten a través del acompañamiento- se contactó con ella. Le ofrecieron ayuda médica y asesoramiento. A los pocos días, sin embargo, Isidora falleció. Antes de que naciera su hija, Romina estaba de acuerdo con que la madre pudiera decidir sobre abortar o no cuando había un embarazo inviable. Su experiencia –dice- la hizo cambiar de opinión: “yo no conocía a estos bebés, pero me tuvo que pasar para que hoy esté en contra del aborto. Esto es algo que impacta, pero te deja grande. Uno no tiene el derecho de tomar una decisión sobre esa persona. Todos nacemos para morir y el sufrimiento es parte de la vida”, cree.

Después de esto, en Chile Unido han seguido en contacto con ella. A comienzos de enero de este año, de hecho, la contactaron para que diera una entrevista en la TV y contara su experiencia. Por esos días, una madre con un embarazo inviable había aparecido en los medios pidiendo que por favor se legalizara el aborto terapéutico, y la idea era que Romina diera un testimonio distinto. Ella, sin embargo, se negó a salir en pantalla nuevamente. A cambio, sí, se comprometió a llamar a la madre y contarle su historia: “le dije que la última palabra siempre está en Dios, porque mi hija aunque nació sin cerebro tenía vida, tenía alma”.

La mujer a la que Romina llamó se llama Evelyn González y tiene 31 años. Cuando tenía tres meses de embarazo se enteró que su hija venía con una malformación grave. Los doctores que la atendieron le dijeron que estos embarazos nunca pasaban de los cinco meses sin que el cuerpo abortara de forma natural. A Evelyn, sin embargo, eso no le pasó: “le pregunté a los doctores si era posible abortar y todos me decían que no podían hacer nada mientras la guagua tuviera vida, porque la ley no se lo permitía”, recuerda.

Con las semanas, al feto se le desarrollaron otras malformaciones, primero espina bífida y luego pie bot, una anomalía que deja los pies hacia adentro. En esa etapa fue cuando Evelyn quiso hacer público su caso y recibió el llamado de Romina, pero nadie intervino en el embarazo hasta las 37 semanas y media. El 14 de abril nació Areli Valdivia González, pero sólo vivió una hora y diez minutos. “¿Para qué traer esa guagua a sufrir?”, se pregunta Romina. “En ese cuerpo había vida, pero no calidad de vida. Areli nació sólo para sufrir y sufrimos todos”, reflexiona.

Romina no veló a su hija. Gente que conocía le dijo que no lo hiciera, porque era un angelito. A los dos días del parto la dieron de alta y se fue directo al cementerio de Chimbarongo. Después de esta experiencia, ella se ha convencido de que es necesaria una ley de aborto, que permita a la madre no pasar por el calvario de llegar a término un embarazo con un hijo que no va a vivir: “Sentía que mi vida no era mía, que los demás estaban decidiendo por mí. Si los Pro-Vida estuvieran en mis zapatos opinarían distinto. Imagínate, tuve que comprar una urna y hacer los trámites del cementerio antes de la cesárea. Ninguna mujer debería pasar por esto”, concluye.

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