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Opinión

14 de Agosto de 2014

Ministra Barattini muestra sus cartas: “Para mí no existe la alta cultura”

Artistas, parlamentarios y medios de prensa le han dado duro a la ministra de Cultura Claudia Barattini: que no ha cumplido los plazos, que no escucha a las organizaciones, que no ha sabido armar equipos. Aquí hace sus descargos, define qué entiende este gobierno por “cultura” y se enoja con quienes la apuran: no va a trabajar “para la foto” como el gobierno anterior.

Catalina May y Daniel Hopenhayn
Catalina May y Daniel Hopenhayn
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¿Cómo se siente después de un fin de semana en que se publicaron notas de prensa muy críticas de su gestión?
Me siento súper bien. Creo que las críticas o los deseos de más participación que han manifestado algunos son parte del trabajo. Estoy muy tranquila.

Usted decía, en una entrevista que dio en junio a la revista Paula, que había sido “devastador” asumir como ministra.
Ya estoy más acostumbrada, cada vez más tranquila. Pero ha sido un aprendizaje. Partió como una vorágine, es un cambio de vida muy fuerte, una responsabilidad muy grande. Uno llega y tiene que aprender muchas cosas, cómo funciona este ministerio, que es complejo porque funciona en dos ciudades. Es muy demandante, te cambia completamente los horarios, las rutinas. Pero uno se tiene que acostumbrar a dormir menos horas, a no abrumarse.

También decía que la envergadura de su trabajo es mucho mayor de lo que esperaba. ¿Ese desconocimiento le ha pasado la cuenta?
No, no, eso es parte de la gestión de gobernar. Hay que tomar decisiones y no siempre todo el mundo está de acuerdo. La autoridad tiene que aprender a vivir con críticas y tratar de incorporarlas cuando corresponde.

¿Está en crisis el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA)?
Yo no veo una crisis, para nada, lo que veo es una crítica de algunos sectores. Pero estamos en diálogo con mucha gente, hemos hecho una tremenda pega en cinco meses. Este gobierno llegó para generar cambios y el desafío en Cultura es muchísimo mayor que lo habitual para este Consejo, tenemos un desafío institucional de envergaduras históricas. Hacer un ministerio de Cultura y generar un proyecto que llegue a buen término requiere procesos y no aceleres. No todo el mundo comprende, quizás hay que comunicarlo mejor.

DESAYUNO DE LA DISCORDIA
Se ha dicho que le ha costado armar equipos. Renunció su jefe de gabinete, se fueron cinco miembros del Comité de Artes Escénicas y se comenta que está revuelto el ambiente en el CNCA. ¿Le han faltado redes de apoyo?
Hacer política desde un lugar independiente tiene complejidades, no cabe duda. Yo armé un equipo pequeño y no ha habido grandes cambios, solo una renuncia del jefe de gabinete que además igual va a colaborar, tenemos una buena relación, también se ha hecho de esto una cuestión medio antipática. La gente del Comité de Artes Escénicas no pertenece al Consejo, no son renuncias laborales. Otra persona que salía en el diario como una renuncia, fue por una cuestión personal de salud. Hablan también de una tensión con la subdirectora, con quien tengo la mejor relación. No sé a qué responden todos estos comentarios y tampoco tengo ganas de indagar, pero quedé muy sorprendida.

La Unión Nacional de Artistas (UNA) publicó una carta alegando falta de diálogo.
Yo creo que ellos estaban esperando una respuesta del Consejo, nos demoramos un mes en hacerlo y eso generó esta reacción, que a mí me sorprendió porque me parece una sobrerreacción. Yo ya los había recibido.

Solo una vez, dicen ellos.
Pero eso es harto, porque la vida de una ministra entrante es intensa. Yo me he reunido con muchísimas organizaciones en Santiago y en regiones. Sin embargo, la UNA tenía un punto: había solicitado una mesa de trabajo y estaba esperando una respuesta. Pero nos juntamos, conversamos y estamos trabajando.

¿Con qué objetivo?
Quieren dialogar cuatro temas: el proyecto de ley que crea el ministerio, los derechos de autor y otros dos temas gremiales que no recuerdo ahora.

¿Con qué criterio se eligió a los invitados al desayuno con la Presidenta que enojó a la UNA?
Era un desayuno chico porque la Presidenta quería una conversación cercana, como es ella, y como soy yo también, sobre la importancia de las artes en la educación. No pretendía ser un desayuno representativo del sector.

¿Pero por qué invitaron a Pablo Simonetti, Blanca Lewin, Claudia Di Girolamo, Héctor Noguera, Miguel Littin, etc… y no a otros?
Tiene mucho que ver con gente que estuvo cerca en la campaña y gente que podía ese día, a las 8 de la mañana. Intercambiamos nombres, pero nunca hubo una pretensión de cubrir a distintos ámbitos. Además cuatro gremios que están en la UNA estaban ahí.

¿Le ha jugado en contra no ser famosa, como los antiguos ministros de Cultura?
¡Para la Adimark de todas maneras, jaja! Yo soy una ciudadana de a pie. Uno dice “qué importan las encuestas”, pero al final lo que se instala en el debate político es la Adimark.

DEMORARSE PARA HACERLO BIEN
Algunos artistas han reclamado que el CNCA ha estado solamente preocupado de la consulta indígena. ¿Es así?
No, hemos estado con distintos sectores de las artes. Hoy hay una visión más integral de la cultura, donde los creadores y artistas son fundamentales, pero no son los únicos actores. El Consejo históricamente ha sido un administrador de fondos para la creación y ellos han sido el sector más atendido. Pero hoy hay un giro y hay ámbitos tremendamente amplios en los que esta ministra ha tenido que entrar.

¿Cómo cuáles?
El patrimonial. Constituimos una unidad de patrimonio, hemos conversado con organizaciones ciudadanas que trabajan en la recuperación de los barrios, tenemos un plan piloto de recuperación patrimonial en cuatro regiones. Eso fue partir de cero: abrirnos a una temática que requiere agenda política, diálogo ciudadano, constitución de mesa de trabajo, etc… Esto, además, era una medida comprometida para los primeros cien días.

¿Algo más?
Los pueblos originarios. Por mandato de la Presidenta había que cumplir con el Convenio 169 de la OIT y hacer la consulta indígena. Al llegar acá instituí una unidad de pueblos originarios, que no existía. Por otra parte, queremos cambiar el sistema de financiamiento de la cultura: los fondos concursables anuales. Es fácil decirlo porque hay consenso en eso, pero hay que construir instrumentos responsables, sostenibles en el tiempo y coherente con los presupuestos. Esta es una gestión de cambio, al igual que las grandes reformas del gobierno de la Presidenta. Quizás va a tener incomprensiones y atrasos, pero la nueva institucionalidad requiere tiempo, reflexión y diálogo con la ciudadanía.

¿Ese es un mensaje para los parlamentarios que la han acusado de no cumplir con los plazos?
Se tiene que entender esto en el Parlamento. Pero yo comprendo su inquietud, porque aquí se interrumpió un proceso. Había una ley presentada por el exministro Cruz-Coke y una avanzada discusión en la comisión. Pero la decisión de no seguir con eso se tomó durante la campaña, porque ese proyecto tenía críticas feroces: que no tuvo consulta, que se presentó de un día para otro, sin tiempos de diálogo, etc. Pensamos que la indicación sustitutiva iba a salir rápido y por eso la presentamos entre los compromisos de los primeros cien días, pero la Presidenta tomó la decisión, asumiendo el costo de no cumplir con ese plazo, de reconocer que era necesario darle más tiempo. Creemos que la vamos a sacar en diciembre.

¿Es la consulta indígena lo que ha retrasado esto?
Sí, porque tiene sus propios tiempos. Tiene que partir después de la consulta que está haciendo el Ministerio de Desarrollo Social sobre el proyecto de ley que crea el Ministerio de Pueblos Originarios. Partiremos el 28 de agosto.

¿De qué se trata la consulta?
Los contenidos del proyecto de ley que les atañen a los pueblos originarios se someten a su evaluación, según la metodología normada por la OIT.

¿Y por qué es tan importante?
Porque las relaciones entre el Estado y estas comunidades están deterioradas. Tenemos que hacer un muy bien trabajo, no para la foto, porque venimos de una experiencia terrible en el gobierno anterior sobre las consultas indígenas. Se hicieron cuatro al mismo tiempo, fueron interrumpidas y objetadas, en fin. Acá nos jugamos una gran oportunidad de generar un diálogo de otro orden con los pueblos originarios. Por eso la pregunta no es cuándo termina, sino cómo termina. ¡Estamos hablando de la próxima institucionalidad cultural de Chile, para los próximos 20 o 30 años! Es mejor demorarnos más y hacerlo bien, no express, para la foto, en la línea de la gestión anterior.

EL NUEVO PARADIGMA CULTURAL
¿Es verdad que le llamaron la atención desde La Moneda y que la tienen marcando tarjeta con los asesores del segundo piso?
Falso completo, lo desmiento plenamente. Jamás. Puro respaldo, pura energía. Además se inventan unas cosas, llamadas telefónicas que nunca hubo… la verdad, impactante. Gran capacidad creativa.

¿Se ensañaron con usted por ser una víctima fácil, al carecer de un partido o una plataforma política que la respalde?
Puede ser, pero este es un gobierno de cambio al que le van a dar duro, y yo me siento entusiasmada con los desafíos que puso la Presidenta. Esto no es más de lo mismo, es un gobierno que viene a hacer reformas estructurales en muchos ámbitos y en Cultura también. Hay un compromiso de doblar el presupuesto en cuatro años, no sé si eso se dimensiona. Venimos de un gobierno en que el presupuesto de Cultura no creció un peso en tres años, y el año pasado tuvo un crecimiento del 4 o 5%, es decir vegetativo. El gobierno anterior fue sólo de continuidad o de corte. Aquí los desafíos son enormes, no sólo presupuestarios sino de ampliación de la mirada sobre la cultura. Entonces hay que dialogar, pero también hay que ser firme y cumplir el objetivo, cumplirle a la ciudadanía con un programa tremendamente reformador para Chile. Aquí hay un nuevo paradigma cultural. Y no se juega solo en Cultura, sino también en la reforma educacional, en los cambios propuestos para la TV, en la lucha contra la desigualdad… ¡la reforma tributaria es para eso!

Se critica que esas reformas no han sido enmarcadas en un relato que ponga en perspectiva ese gran cambio…
Ah, sí, el relato, a mí también me dicen lo mismo.

Entonces, ¿cuál es el sello del gobierno en su forma de entender la cultura?
Básicamente, entender la cultura como un derecho. No solo un derecho a la creación, sino también un derecho social.

¿Y eso qué significa?
Una gran democratización del acceso a la creación, pero también de la experiencia creativa, acercar esa experiencia a las mayorías. Entonces el sello es pasar de una idea estricta de fomento a las artes –que lo vamos a mantener–, a una idea de derecho social que está al centro de este cambio de paradigma, de este cambio al modelo de desarrollo del país. Pasar de una visión sectorial de la cultura a una más integral implica ver a muchos más actores, intersectar el activismo cultural que existe en la sociedad –por ejemplo en los jóvenes– y que hoy no concursa en los fondos que ofrece el Estado.

¿Para usted existe la alta cultura?
Para mí no existe la alta cultura. Lo que existe es una cultura elitizada en su acceso. ¿Qué es alta cultura? ¿La lírica, por ejemplo? Bueno, yo creo que la lírica se puede escuchar en cualquier parte, no sólo en el Teatro Municipal y no sólo para las elites. Ahora, nosotros tenemos que formar audiencias para eso. Porque sí creo que hay un arte contemporáneo, innovador, de excelencia, experimental, que no siempre es masivo, que es más de nicho. Pero eso no es alta cultura, eso es la innovación creativa de un país que luego permea todo su desarrollo cultural. Entonces tampoco tengo una idea de que ahora lo importante es la cultura popular versus la alta cultura, no me gusta esa dicotomía. Cuando la creación es de calidad, apela a una experiencia y a una sensibilidad casi epifánicas de las personas, que nosotros tenemos que garantizarle a una mayoría y no a una elite. Esa es la pega.

¿Darle a la mayoría lo que el Estado quiere o lo que a la gente le gusta?
Lo que produce la creación en Chile, lo que los artistas ponen en escena. El ministerio de Cultura genera audiencias y espacios de encuentro, no decide qué es bueno y qué es malo. Ni hay ningún dirigismo, ni riesgo de eso.

Los escritores reclamaron cuando el Estado compró biografías de Camiroaga para las bibliotecas públicas y dejó afuera mucha de la creación menos comercial.
Sí, eso fue el resultado de un debate que se dio en la gestión pasada, y que tenía esta pifia ideológica de que el mercado es un buen regulador. Detrás de eso también hay una falsa lógica, como cuando se dice que la tele es mala porque eso es lo que la gente quiere ver. Yo no creo en eso de que la demanda determina la oferta, nosotros tenemos que garantizar diversidad en la oferta cultural. No puede ser que llegue lo que se quiera leer, tiene que haber espacio para todo. Que en la biblioteca pública esté Camiroaga, pero no en desmedro de la poesía chilena. Esa es una responsabilidad del Estado.

Pero los mismos mecanismos de democratización inclinan la balanza hacia la demanda, porque los bibliotecarios quieren lo que la gente quiere…
Yo no creo en eso, no entiendo la democracia como el zapping de la televisión, “yo veo lo que quiero y eso es democracia”. Democracia es participación pero también responsabilidad pública, para eso se eligen autoridades. Estoy a favor de las cuotas. ¿Para qué? Para garantizar diversidad. Eso también es democracia y también es libertad de expresión. No me parece que el rating defina la oferta cultural.

¿Es seguro que se va a crear un canal de TV pública financiado por el Estado?
El compromiso es la creación de un canal cultural y una modificación al sistema de TVN, o sea sacar a TVN de su actual sistema. Son compromisos que estamos viendo, en una mesa junto al ministro Elizalde, cómo vamos a implementar. Espero que de aquí a un mes tengamos a una propuesta para presentarle a la Presidenta y eventualmente los anuncios los hará ella.

La “fondarización” de las artes, que lleva un par de décadas, ha fortalecido la creación en términos cuantitativos. Pero cualitativamente, ¿ha burocratizado el arte?
Yo creo que un poco sí. Aunque el Fondart ha sido muy positivo, pienso que perteneció a un contexto donde esto era lo máximo que se le podía pedir al Estado. Por otra parte, ha generado una dificultad en la creación de redes colaborativas, porque todo el mundo compite por los fondos. También hay una cierta burocratización en el sistema, porque metes un proceso creativo real en un formulario. Además, si ganas un Fondart, después tienes que rendir esos fondos tal como los presentaste, y si en el camino creativo te fuiste por otro lado, terminas en el Consejo de Defensa del Estado. Lo que hay ahí es una incomprensión enorme del fenómeno creativo de parte del Estado. Tenemos que mejorar esto, no podemos seguir como si nada. Vamos a partir por evaluar el sistema, cosa que nunca se ha hecho. ¿Te das cuenta? Veinte años sin una evaluación.

¿El ministro de Cultura debería votar en el Premio Nacional de Literatura?
No sólo en el de Literatura. Esa es una antigua institucionalidad que queremos revisar.

¿Votaría por Skármeta o por Lemebel?
No puedo decirlo, además soy muy cercana a ambos. La trayectoria de Skármeta es enorme y Pedro ha sido un regalo para este país, nos dio vuelta la cabeza.

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