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Opinión

24 de Agosto de 2014

Carlos Peña analiza la “compulsión” de las críticas de Piñera y lo relaciona a un “narcisismo productivo”

En una nueva columna dominical, el influyente rector de la UDP, Carlos Peña, se refirió a las críticas vertidas durante esta semana por el ex Presidente Sebastián Piñera al Gobierno. En su espacio habitual de los domingos en El Mercurio, Peña dice que Piñera tiene todo el derecho a criticar a Bachelet y su administración […]

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Carlos Peña 01 A1

En una nueva columna dominical, el influyente rector de la UDP, Carlos Peña, se refirió a las críticas vertidas durante esta semana por el ex Presidente Sebastián Piñera al Gobierno.

En su espacio habitual de los domingos en El Mercurio, Peña dice que Piñera tiene todo el derecho a criticar a Bachelet y su administración

“Sebastián Piñera es un ciudadano como los demás. Es idiosincrásico de conducta, móvil de postura corporal y abundante en patrimonio —y eso indudablemente lo distingue—, pero goza de los mismos derechos de cualquiera, incluido el de expresión. No cabe pues discutir la facultad que le asiste de verter cada cierto tiempo sus opiniones críticas”, dice.

Junto con calificar como un error de principiante la repuesta del ministro Rodrigo Peñailillo, el académico dice que lo que es más interesante de analizar no son sus opiniones, “sino la compulsión que tiene por manifestarlas”.

“Apenas seis meses después de dejar la Presidencia —un tiempo breve, unas vacaciones después de un esfuerzo sostenido de cuatro años— el ex Presidente se las ha arreglado, y lo seguirá haciendo, para, mediante algún artículo de prensa, inauguración de algún evento o intervención en algún seminario, aparecer y ponerse bajo la luz. Ha transgredido así una regla no escrita que todos los ex Presidentes, incluida Bachelet, han respetado con más o menos escrúpulo: no referirse críticamente a la política de su sucesor al menos durante el primer tiempo”, señala.

Según Peña, sin tomar en cuenta la personalidad de Piñera -“nunca quieto y silente, siempre en movimiento, anhelante de escena, como si quedarse quieto, de espectador, equivaliera al fracaso”- hay que destacar su “evidente disfrute del poder y el escenario que es, probablemente, un resultado de otro rasgo suyo que es su verdadera virtud incomprendida: el narcisismo productivo”.

“El narcisismo, enseñaba Freud, es la identificación con el objeto libidinal, con el objeto del deseo. Piñera se identifica con el poder y de ahí el extraño personalismo a la hora de ejercerlo, el impulso por tomar las riendas en todos sus aspectos, la resistencia a abandonarlo, la necesidad de contar con un público, incluso pequeño como el de esta semana, que lo apruebe. Durante su gobierno su público más íntimo fue el gabinete que lo oía y aprobaba sus ideas. Ahora que el gabinete no está, se inventó uno permanente y fiel: el directorio de la Fundación Chile Avanza. Ahí están sus ex ministros, oyéndolo atentos. Es comprensible. En personalidades como la suya abandonar el anhelo del poder y del triunfo equivaldría a abandonarse a sí mismo”, dice Peña.

Además, el columnista dice que su obvio anhelo de erigirse en el líder de la derecha y futuro candidato a la reelección va en esa misma línea. “Después de todo ser Presidente ya no es equivalente a la cima. Ahora la cima es serlo dos veces y ya la alcanzó Bachelet. Para una personalidad como la suya advertir ese hecho debe ser levemente lacerante”, dice.

“La mejor reconstrucción de la vida política del ex Presidente es la de quien se ha empeñado, aunque por caminos a veces torcidos, por construir una derecha liberal, capaz de saltar de la sombra de la dictadura. Eso explicaría que muchos actos de su gobierno parezcan empeñados en no dejar títere con cabeza —casi lo logró— entre los mismos que lo llevaron al poder. Es cosa de preguntarle a Larraín o Novoa, gracias a Piñera hoy día dedicados al pacífico oficio de la abogacía”, señala.

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